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Channel: Caminando por el Berguedà
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27/6/2014 – El camino de Vilada a La Clusa

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Ya ha pasado la Patum, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, pero hoy Carles tampoco puede venir: demasiado trabajo. Pero tenemos un plan. La noche antes, Pep me recordó la conversación que tuvo hace unos meses con uno de los habitantes de Rossinyol. “El camino de Vilada a Sant Romà de la Clusa no pasa por dónde pensábamos”, me dice.

El camino antiguo desde Vilada pasa por los campos de Espinagalls y desde allí, sube a la Collada de Picamill. A partir de aquí, habíamos pensado que volvía a bajar al Clot, pasando por la Font de l’Avet, y desde allí, subía el fondo del valle hasta llegar a Sant Romà. Pero resulta que había otro camino que pasaba cerca de Rossinyol y evitaba tanta subida y bajada.

Aparcamos el coche en la pista de Sant Romà de la Clusa, cerca de la casa de Comellas. Desde allí, tomamos la pista que pasa cerca de la casa de Espinagalls y acaba en la Collada de Pasquals. Desde esta pista, sale una ruta excursionista clásica para subir a Sobrepuny que pasa por el Grau de Dalt y sube el lado este o de umbría del valle hasta la Collada de Picamill. En el lado oeste del valle, subía una antigua pista naturalizada que pasaba debajo de la casa de Picamill y moría debajo de la Collada de Picamill. A partir de aquí era camino.

Pero desde el primer camino, un poco pasado el Grau de Dalt, salía otro camino que iba remontando en zigzag por el centro del valle. Resulta que éste era el camino auténtico. Hace muchos años, yo había seguido este camino en una salida solitaria pero lo había perdido a media cuesta porque me empecinaba en que era el camino de Picamill y que debía ser transversal, no vertical. ¿Por qué subir arriba si ya hay dos caminos que suben?, pensaba yo.

Vista desde el Grau de Dalt. En primer plano, el cerro donde está situado el Castell de Roset; detrás, Picancel; y en el fondo, Montserrat

Pep lo había seguido hacía unos meses y efectivamente iba zigzagueaba hacia arriba hasta entroncar con los otros caminos debajo de la Collada de Picamill. Hoy, entramos nuevamente en este camino, dispuestos a volver a casa con un track interesante en el GPS pero al poco rato, su trazado es interrumpido por una fea pista de desembosque. Pep frunce el ceño. Eso no estaba aquí la última vez que vino. Pero cruzamos la pista y recuperamos el camino al otro lado. Treinta metros después, otra pista cruza el camino y luego otra y otra, hasta llegar a una pista vertical que ha borrado todo lo que queda del camino.

Se ve que se ha decidido explotar a conciencia todo el centro de esta cuesta. Las pistas suben con fuertes pendientes y el agua de la lluvia ya está erosionando la tierra de la calzada. Fuera de las pistas, es un caos de ramas y de rocas empujadas por las máquinas. Con tanta pista cruzándose continuamente, ha dejado un impacto que va a durar muchos años pero sin llegar al camino excursionista a la derecha. Sin duda, subiendo este camino, nadie sospecharía que a pocos metros hay tantas heridas en el bosque. Me viene a la memoria eso que dicen de los Parques Nacionales, que se protege una pequeña parte del territorio para tener vía libre para destrozar el resto.

El enfado de Pep va en aumento y de su boca salen palabras malsonantes, dejando en muy mal lugar a los ingenieros forestales y sus modernos métodos de explotación de los recursos forestales. Ya es imposible seguir el camino y subimos una pista con fuerte pendiente hasta que entra en la pista del lado oeste, transformada en una autopista de al menos 6 metros de ancho. Para que puedan llegar los bomberos si hay un incendio, me imagino que habrán dicho al presentar los papeles. Me sabe mal y no creo que vuelva por aquí en mucho tiempo pero no puedo compartir la cólera de Pep. Antes sí, pero ahora pienso que, por mucho que lo estropeemos, en medio millón de años estará todo precioso otra vez. Incluso si provocamos un holocausto nuclear, lo pasaremos mal nosotros pero el planeta está vivo y, tarde o temprano, todo volverá a brotar.

Pero volvamos a nuestra ruta. Desde la Collada de Picamill, donde había un camino que flanqueaba a la izquierda hacia una antigua mina de carbón, ahora hay una pista, y donde antes bajaba el camino antiguo, por el costado izquierdo de la Baga Baixa de Picamill, hay otra pista que ha aniquilado el camino. Pero ya es un paisaje más abierto, de antiguos prados, con pendientes más suaves, y el impacto no es tan duro.

La pista que baja hacia el Clot desde el Coll de Picamill. No es muy bonita pero las pistas al otro lado son bastante peores

Bajamos la pista, anotando segmentos residuales del camino antiguo. Tras bajar unos 150 metros de desnivel, vemos un camino que se mete en el bosque hacia el NE mientras la pista da un giro y sigue bajando. Es el camino de La Clusa. Lo seguimos y al cabo de unos 250 metros llegamos a un cruce con cuatro ramales. Seguimos el más plano pero entra en unos caminos y se difumina … Éste no es. Damos media vuelta y seguimos otro camino que sube hacia el SW y pasa por una amplia brecha en las rocas. Llegamos a un pequeño valle entre dos líneas de rocas con una pista forestal antigua. Nuestro camino ha desaparecido; además, no tiene sentido que suba 80 metros para volver a bajar. Bajamos la pista hacia la Foranca, una estrecha abertura que la pista cruza por arriba. Definitivamente, hemos perdido al camino y nos invade el amargo sabor de la derrota.

Y justo antes de llegar a la Foranca, cuando lo hemos dado todo por perdido, vemos un camino que marcha llano hacia Rossinyol, cruza el lecho seco del torrente y sale en un collado del camino que baja desde Rossinyol al Clot. Desde allí, empalmaría con el camino de La Clusa a Rossinyol, sin el desnivel que supondría bajar al Clot y volver a subir. (Ya he hablado de estos caminos de Rossinyol en la salida del 6/12/2011.)

Había bajado muchas veces por este camino al Clot pero nunca me había dado cuenta que había otro camino que llegaba a ese collado. Pero lo cierto es que es imposible verlo desde el collado, al quedar oculto por unos campos.

Cerca del collado, comemos, saboreando el éxito. Con el calor y la humedad, las moscas se agolpan alrededor mío, dejando tranquilo a Pep. Ya había constatado esa atracción irresistible para las moscas en el pasado e incluso he adquirido cierta fama en este sentido. Sólo mi hermana me supera en poder de atracción y hoy la echo de menos. Pero evidentemente, Pep está encantado; es uno de los momentos cuando más me valora como compañero de caminada.

El camino continúa al otro lado de la Foranca 

Después de media hora de conversación, nos ponemos en marcha, volvemos a la pista y pasamos por la Foranca, esperando encontrar la continuación del camino. Y efectivamente, sale un camino a la derecha que, al cabo de unos 130 metros, entra en los mismos campos donde habíamos descartado el camino esta mañana.

La zona del Clot; detrás, Sant Romà de la Clusa

Llegamos otra vez al cruce y tomamos el único camino que nos quedaba. Desemboca en los campos de Borrells. Desde allí, llegamos a la pista principal de Sant Romà, que bajamos hasta el coche.

La pista, construida en los años 50, que sube desde Vilada

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,4 km; 555 metros de desnivel acumulado.

4/7/2014 – El Coll de Mola

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Volvemos a ser Pep y yo. Carles está en la playa. Hace tiempo que Pep hablaba de ir a Gósol para seguir los caminos de la Minuta. Es un municipio donde vamos poco, básicamente por lo lejos que queda de Berga.

Parte del antiguo pueblo medieval de Gósol

Ha decidido empezar por el camino de Coll de Mola, ahora parte del GR 150 y antiguo camino a Tuixen. Aparcamos el coche a la entrada del camino, cerca del cementerio de Gósol. Hasta el pequeño monumento llamado la Santeta, es un camino, empedrado en tramos. 

Inicio del camino

Pero a partir de aquí, es lo que llamaría un camino ensanchado y en algún momento se podría haber hecho con vehículo. Pasa por la ermita de Santa Margarida y sube 400 metros de desnivel, cortando las curvas de la pista moderna.

 La Santeta

La Iglesia de Santa Margarida

En el Coll de Mola, tomamos la pista que lleva a la Serra del Verd. Pasamos a la cara oeste, pasando por el lugar llamado Portell de l’Os, encima de las Roques de les Feus, y entramos en un pequeño valle llamado Prat Salvatge. Aquí le espera un regalo a Pep: dos cabañas de pastor y una ‘pleta’ con suficiente espacio para bastantes centenares de ovejas. Todavía estamos en el municipio de Gósol y sería para la gente de Gósol, ya que no hay un buen acceso desde otros puntos.

Oruga de Melitaea didyma (Spotted fritillary)

Pep siempre había sospechado su existencia pero nunca lo había encontrado por la simple razón que nunca había ido por esta pista. Igual que Pablo Picasso, que pasó un verano en Gósol que fue decisivo para su etapa ocre, Pep también ha pasado por muchas etapas antes de llegar a su esplendor actual como investigador histórico. Y en una de estas etapas, recorrió todas las montañas de aquí por las crestas: el Verd, els Cloterons y hasta el Cadí y evidentemente, no encontraba nada que no fueran pinos y rocas.

Seguimos subiendo y salimos al Pla de la Font, pasamos a la cara este y bajamos hasta una pequeña cabaña de pastor, esta vez moderna. Seguimos bajando hasta un prado donde comemos bajo la sombra de un pino con el pueblo de Gósol a nuestros pies y Pedraforca enfrente.

En el Pla de la Font, detrás, Pedraforca con la cima tapada por las nubes

Y aquí, en este entorno, Pep me revela su visión del papel del historiador en la sociedad. Conocer nuestro pasado es clave para entender cómo hemos llegado a ser lo que somos hoy. Más allá de un papel como docente en la escuela o universidad, Pep cree que cualquier persona con cargo público debería tener a un historiador como asesor, para evitar que se repitan por enésima vez los errores del pasado y que se mire más allá del corto plazo.  Una visión utópica, dirán algunos.

Pero es hora de emprender el camino de vuelta. Bajamos por una fea pista cortada en línea recta por la cresta (¿para subir el ganado más deprisa a los prados?) y entramos en la pista que nos llevará al coche.

Bajando hacia Gósol

Caminando por esta pista, me llega un SMS de mi ex socia. Una traducción corta pero muy urgente. Miro a mi alrededor; me faltan medios. “¿Cuánto nos falta para llegar al coche?”, pregunto a Pep. “Media hora, caminando rapidito”. Llamo a mi ex socia: “Lo podré entregar sobre las 5”. Pep alarga la zancada y de repente, veo que estoy quedando atrás. Troto hasta atraparle otra vez pero en cuanto dejo de correr, me deja atrás. Así que no me queda más remedio que seguir trotando a su lado. Y así durante más de un kilómetro. Creo que fue la parte de la salida que más disfrutó Pep. Lástima que no había nadie para filmarlo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13,6 km; 610 metros de desnivel acumulado.

11/7/2014 – El camino de Josa

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Hoy sí que viene Carles y trae los caminos de la Minuta grabados en su GPS. Hoy le toca al camino de Gósol a Josa, ahora parte del Camí dels Bons Homes, creado para aprovechar la moda de los cátaros.

Aparcamos el coche a las afueras del Gósol, en la carretera que sube hacia del Coll de Josa. Seguimos las marcas del GR (y de manera más efímera, las cintas de la Caminada de Gósol de este domingo) por una pista, que al cabo de un rato se vuelve fangoso al ser utilizado como curso de un torrente.

El camino-torrente desde Gósol

Las marcas del GR marchan hacia la izquierda pero el track de Carles sigue recto, por un camino cada vez más enfangado. De repente, el track marcha hacia la izquierda pero no se ve nada, sólo caminos. Seguimos rectos pero, cansándonos de hundirnos los pies en el barro, salimos por otra pista y de paso, recuperamos el track, el GR, y las cintas de la Caminada.

Poco antes de iniciar la subida al Coll de Josa

El camino deja la pista y empieza un camino tradicional entre campos hacia el NW. Hasta ahora, ha sido casi plano pero en el último tramo, sube con fuerte pendiente hasta el Coll de Josa, con un desnivel de 130 metros. Se abren las vistas, abarcando el pueblo de Gósol, sus campos, Pedraforca y la Gallina Pelada.

Vista de Gósol desde el Coll de Josa

En el collado, cruza la carretera y baja primero por una pista naturalizada y luego como camino. Este camino llevaba al menos 15 años en mi lista de caminos por hacer y hoy es el día. En cierto momento, las cintas de la Caminada marchan hacia la derecha. Pensamos que podría ser un camino a Cerneres. En el viaje de vuelta al coche, lo miramos. Enseguida pierde categoría y decidimos que es un bajada por el bosque hecha expresamente para la Caminada.

En el camino hacia Josa, por debajo del Coll de Josa

Pero ahora seguimos un camino muy agradable, siempre cambiante, ahora en el bosque, ahora más despejado. Las vistas van cambiando. Con el Cadí a la derecha, primero aparece el peñasco del Cadinell y luego el pequeño pueblo de Josa sobre un cerro. 

 Cadinell y las cuestas del Cadí

El pueblo de Josa, con la iglesia arriba. Aquí también estaría el castillo

En el siglo XIII, el señor de este pueblo fue simpatizante de los cátaros y les dio cobijo en su huida de la persecución en Occitania. Ya muerto, la Inquisición desenterró sus huesos y los quemó delante de los aldeanos, para dar ejemplo de lo que les pasa a los heréticos que se apartan de la verdadera fe.

Canal de Baridana desde el sur. Una de las pocas vías directas para cruzar el Cadí de sur a norte. 
Para la vertiente norte de la canal, ver la salida del 26/8/2011

Cruzamos un torrente seco y caminamos por los campos, antes de iniciar la subida final al pueblo. Mi pie derecho pisa la hierba pero debajo hay un agujero y caigo al suelo con una fuerte torsión en el tobillo. Pep y Carles no se han dado cuenta y siguen caminando. Les llamo y vuelven. Tengo mucho dolor. Ya me veo llamando al helicóptero. Al cabo de un par de minutos, el dolor empieza a disminuir y me pongo de pie con mucho cuidado. Parece que no hay nada roto.

Nos ponemos en marcha otra vez y llegamos al pueblo. Vine aquí hace muchos años (unos 20) y estaba prácticamente abandonado. Pero ahora se ha resuscitado; las casas están arregladas, cada una con una placa de cerámica en la pared con su nombre, hay faroles y las calles están pavimentadas, hay gente e incluso hay un restaurante y un bar. Pep y Carles suben a la iglesia mientras yo descanso a la sombra, sentado en un banco. Pero algo no va bien. Siento unas ligeras náuseas; es el shock. El tobillo duele. Miro mi GPS: 5,6 km y 250 metros de desnivel hasta Gósol. Necesito algo que me dé fuerzas.

Interior del pueblo de Josa

Dicen que los animales, cuando están enfermos, saben instintivamente qué plantas comer para curarse. En ese momento, yo también lo sé. Voy cojeando al bar y en mi mejor catalán, pido un cortado: azúcar y cafeína. Viendo mi cara de sufrimiento reprimido, la señora del bar también me da una galleta. Lo consumo todo. Los efectos no tardan en hacerse notar y ya empiezo a ver el mundo de otro color.

Vuelvo a reunirme con Pep y Carles y con cuidado, bajamos otra vez al torrente seco e iniciamos la subida. Procuro mantener un ritmo constante y sin forzar la posición del tobillo.

Mirando hacia el este. En el fondo, el Collell, puente entre el Cadí y Pedraforca

Comemos en el bosque debajo del Coll de Josa. Pep cuenta cuándo, de joven, subió al Cadí con un compañero de trabajo con unas mochilas tan pesadas que llegaron reventados a la Font Tordera y el día siguiente, abandonaron la idea de seguir por el Cadí y en su lugar, bajaron la cara sur del Cadí sin camino hasta Josa, donde un aldeano les dio de comer y montaron la tienda en el cementerio de la pequeña iglesia de Santa Maria, fuera del pueblo, para dormir. Aquella noche, hubo una fuerte tormenta y esa decisión aparentemente fortuita les ahorró pasarla arriba en el Cadí.

Eso hace que la conversación recupere un tema muy querido por nosotros. “Hemos estado en todas partes”, resume Pep. “De hecho, no creo que nadie conozca mejor el Berguedà que nosotros”. “Pero tú, con tus investigaciones en los archivos, además puedes dar un fondo histórico a todo lo que vemos”, le digo. “Y tú”, me dice Carles, “sabes cosas de los pájaros y las mariposas, y además, lo puedes explicar todo en inglés”. “Pero tú”, replica Pep a Carles, “conoces todos los atractivos turísticos y sabes orientar a la gente”.

Tras estos elogios mutuos, reclinamos satisfechos contra los árboles. ¡Qué bella es la amistad! Descansados, nos ponemos en marcha otra vez. Pasamos el Coll de Josa y bajamos hasta los campos. Con el track de Carles, vemos dónde el camino antiguo se perdió, abandonado a favor de la pista. Lo seguimos como podemos hasta entrar en la pista/arroyo de esta mañana. Esta parte de su trazado ha quedado prácticamente borrada.

Bajando hacia Gósol

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,7 km; 550 metros de desnivel acumulado.

18/7/2014 – El camino de Moripol

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Si yo fuera Neymar Jr., probablemente aún tendría dos o tres semanas más de baja, recibiendo tratamientos carísimos para volver a estar al 100%. Pero no soy Neymar sino un simple ciudadano y me declaro apto para andar, con las debidas precauciones. “No te preocupes”, me aseguró Pep por teléfono la noche anterior, “serán todos caminos despejados y pistas”.

Para esta salida, Pep quería seguir el trazado del antiguo camino de Gòsol a Moripol, marcado en el mapa de la Minuta y ahora parte de la Xarxa Lenta. También había otros puntos de interés, algunos marcados en un mapa del Cadí de 1922 que Carles había encontrado en Internet.

Aparcamos fuera del Hostal Franciscó y bajamos hacia el sur por una pista amplia. Hace un día espléndido. Nos desviamos del camino de la Minuta para pasar por el Molino de Gòsol, ahora convertido en albergue, con un edificio al lado con una turbina que aprovechaba el agua para hacer electricidad. Aumenta el calor.

El albergue en el antiguo molino; observad la antigua rueda de molino reconvertida en mesa

Y detrás, el viejo edificio con la turbina

Volvemos a recuperar el camino de Moripol en el Riu de Torrentsenta y subimos hacia el Serrat dels Corners. Aquí Pep se desvía de la pista y nos lleva campo a traviesa hasta la cima del pequeño Serrat en busca de un poblado medieval del que tiene noticias. Allí no está pero Carles tiene cerca en su GPS el Molino de Sal, que estaba al lado de una mina, indicados en su mapa de 1922. Bajamos hacia los campos como podemos y allí, en un pliegue del terreno, hay los restos de un edificio rectangular y detrás, una surgencia de agua donde no crece vegetación y una serie de grandes depresiones en el terreno, llamadas ‘bòfies’ en catalán. Como un auténtico científico, Pep prueba el agua: muy salada. Carles no quiere ser menos científico y también la prueba: muy salada. “Pruébala tú, Steve”, me invitan. Pero me niego. Mirando los prados a mi alrededor, tengo serias dudas de que sólo haya agua allí.

Agua que mata

Subimos la cuesta hacia el sur. No hay camino pero sí hay rovellones, fruto de las cuantiosas lluvias, y Carles saca la bolsa. 

Botín micológico; pero a pesar de la lluvia, todavía hace demasiado calor y la mayoría de las setas estaban podridas por dentro

Tras una hora y medio cruzando campo abierto, mi tobillo empieza a quejarse pero por fin salimos en la pista que viene de Torrentsenta hacia el Coll de Gòsol. Allí cerca, hay un corral que anotamos y luego continuamos por la pista otro kilómetro y medio más hasta desviarnos a la Borda del Nin Xic, un corral y una cabaña en un amplio prado con chopos y fresnos. Invita tanto a quedarse que nos quedamos. Siguen 40 minutos de conversación plácida mientras comemos, contemplando el verdor del paisaje desde la sombra de los árboles, con la cara sur de Pedraforca como telón de fondo.

La Borda del Nen Xic

Llegamos a un cruce de pistas, donde recuperamos otra vez el camino de Moripol y las marcas de la Xarxa Lenta. Un rótulo anuncia un plan de mejora del bosque. Aquí hay signos inequívocos de una tala importante que ha clareado el bosque, aumentando su biodiversidad pero destrozando el camino de Moripol, que aquí dejó la pista para subir la cuesta hacia el Coll de Gòsol. Entre las ramas, los restos de troncos y la tierra revuelta, sólo queda algún indicio de una curva. Vemos alguna pintada amarilla de la Xarxa Lenta pero parece que finalmente se optó por la prudencia y se hizo pasar la ruta por la pista. Suerte de las fresas silvestres.

Dejamos la cuesta un poco antes de llegar al Coll de Gòsol y volvemos a bajar al cruce de pistas. Seguimos bajando hacia Gòsol, desviándonos nuevamente para subir por el bosque hacia una nueva borda, la Borda d’en Xisquer – un corral, las ruinas de una cabaña y un prado llano pero sin el encanto de la Borda del Nen Xic.

Seguimos bajando hasta llegar nuevamente al cruce en el Serrat dels Corners donde Pep dejó la pista para buscar sin éxito el poblado medieval, incumpliendo su promesa de la noche anterior. Ahora miramos un pequeño bosque al lado de la pista pero en la dirección contraria y allí se ve un dibujo familiar de piedras dispuestas en imprecisas formas circulares y rectangulares. Mientras Pep y Carles siguen explorando, yo me siento en una piedra fuera del bosque, contemplando las mariposas y la vista.

Pep siempre dice en momentos como éstos que estoy desconectado. Con eso, quiere decir que dejo de mostrar interés por las cosas que él encuentra tan interesantes. Pero en este universo todo tiende al equilibrio y si uno se desconecta de una cosa, es para conectarse a otra y de eso se podría hablar mucho … pero en otro momento.

En el camino antiguo cerca del camping, mirando hacia el sur

Ahora sólo queda bajar por donde hemos subido hasta el Riu de Torrentsenta, cruzar el río y subir por el camino antiguo, que bordea un prado lleno de jóvenes de campamento, pasa por un pequeño desfiladero en la roca y luego entra en Gòsol por el camping Cadí Vacances.

Otra vista del pueblo medieval de Gòsol

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,7 km; 385 metros de desnivel acumulado.

8/8/2014 – Entre Gòsol y Sorribes

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Han pasado varias semanas sin poder salir: mal tiempo y un viaje a Inglaterra. Pero el mundo de los humanos ha seguido girando: el Honorable President Pujol dejó de ser Honorable, el President Mas fue a Madrid para mostrar al Presidente Rajoy una hoja con 23 puntos, incluyendo la famosa Consulta del 9N, mientras Oriente Medio se va hundiendo cada vez más en el caos.

Volvemos a Gòsol, esta vez para seguir el camino antiguo de Sorribes. Pero aquí surge el primer problema – el GPS de Carles no quiere buscar satélites y pasamos varias horas medio ciegos, obligando a Carles a hacer complicadas extrapolaciones desde mi GPS, que evidentemente, no pierde nunca la señal.

 
Vista de los prados de Gòsol, con el Coll de Mola al fondo

Con su GPS en huelga, Carles intenta navegar a partir de una foto de un mapa en su móvil, 
pero el invento no acaba de funcionar bien

Vamos por la pista de Fontanelles, que bordea el Serrat del Puig. Llega un momento que parece que el camino antiguo deja la pista para continuar un poco más abajo. Pero ha habido serios problemas de erosión y caminamos medio kilómetro por un camino perdedor hasta volver a encontrarlo bien marcado. Rodeamos el Puig hasta tener el vecindario de Sorribes a la vista. En el Torrent de les Agolies, damos la vuelta.


Las casas de Sorribes con Pedraforca al fondo

El camino de Sorribes marcado por viejos robles, una prueba más de mi teoría de los árboles viejos, 
falsamente atribuida a Carles por Pep

Mientras tanto, el GPS de Carles se ha acordado de que tiene que buscar satélites y nos sentamos en un prado para planificar los próximos pasos. Tanto en el mapa de la Minuta como en el mapa excursionista de 1922, aunque en posiciones ligeramente distintas, se marca una estructura al otro lado del Aigua de Valls, debajo de la casa de Serres. La sitúo en el mapa de papel y nos ponemos en marcha. En el camino hacia Sorribes, habíamos visto algún camino que bajaba pero al buscarlos, todos se desvanecen en hundimientos de tierra, dejando sólo alguna curva sospechosa. “¿La riada de 1982?”, especulamos.

Llegamos abajo al torrente, donde hay prados llenos de flores. Vemos una caseta, que en su interior todavía tiene el transformador con el que se hacía electricidad para Sorribes. Fuera, una muela de molina de aspecto medieval, pero ningún molino. Flanqueamos hacia el este por los prados, surcados por pequeños canales de riego, para cruzar el río por el puente de la pista desde Sorribes, desviándonos únicamente para subir un tramo del antiguo camino de Sorribes a Moripol y luego para inspeccionar otra rueda de molino, más moderna, apoyada contra un árbol al lado del río.

La caseta del transformador con la rueda de molino fuera. La carpeta azul contiene mis mapas; aún no los había perdido


Y el interior de la caseta, con el transformador todavía montado

Cruzamos el río por el puente y al otro lado almorzamos. Ahora toca buscar la estructura. Hacemos un flanqueo muy incómodo, por pendientes empinados. 

La pista de Sorribes a Moripol con el puente

Encontramos el edificio, una casa del siglo XIX, dice Pep, y luego subimos por feas pistas de desembosque hasta la casa de Serres. Hay que buscar el camino de vuelta a Gòsol pero en el GPS de Carles, todo está muy confuso. Necesitamos más referencias. “Dame tus mapas”, me dice Pep. “Por supuesto”, contesto alegremente y abro la mochila para sacarlos, pero ¡horror!, no están. ¡Quince años de trabajo perdidos! Se hace una reconstrucción detallada de todo lo que ha pasado desde que nos paramos para comer. Como hipótesis más plausible, decidimos que los dejé en las ruinas de la casa abajo y cruzamos los dedos, porque para nada quiero repetir ese asqueroso flanqueo. Carles y yo bajamos mientras Pep nos espera. Por suerte, los encontramos en la casa. Los había dejado en el suelo mientras me ataba los zapatos.

Cuando llegamos arriba otra vez, Pep está hablando con el dueño de la rectoría de la ermita de Santa Margarida. Nos recomienda que busquemos la fábrica de mantas, cerca del molino de Gòsol. Nos marchamos de la casa de Serres por una pista, que dejamos por un camino, que resulta ser de vacas, volvemos a la pista y entramos en el bosque. Carles nos habla de un camino de 1922 pero no se ve por ninguna parte; solo una cuesta de fuerte pendiente que nos empuja hacia abajo. Llegamos al Torrent del Salí y lo cruzamos. Desde allí, arranca un camino de vacas que cruza una cresta, desde el cual marcha otro camino más convincente que va bordeando los prados en las riberas del Aigua de Valls.

Caminando por los prados; quizás la parte más relajante de la salida de hoy

Ahora que hemos salido del bosque, todo vuelve a ser bucólico: las flores, las mariposas, los pájaros. Lo malo es que también hace bastante calor y estoy acabando mi agua.  Llegamos otra vez a la pista de la última salida que va a Moripol por el Col de Gòsol, pasamos por el molino/albergue e iniciamos la subida hacia Gòsol.

Pep y Carles se desvían para buscar la fábrica de mantas y les sigo un rato. Pero lo que realmente quiero es beber agua muy fresca. Me viene a la mente el anuncio de mi supuesto compatriota y experto en tés. “Necesito un Hornimans Fresh”, pienso y dejo plantados a los otros dos. Y ya no paro hasta llegar a la fuente al lado del Hostal Franciscó.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,3 km; 500 metros de desnivel acumulado.

5/9/2012 – El camí ral de Berga a Bagà (1ª parte)

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Vacaciones y mal tiempo en este agosto excepcionalmente lluvioso nos han impedido salir. Para hoy, también se había pronosticado lluvia y Pep se inclina por un sitio que esté cerca de casa y, concretamente, determinar una vez por todas el trazado del camí ral del Berga a Bagà entre la carretera de Malanyeu y el túnel de Guardiola.

Hay un tramo corto del camí ral que sube desde el restaurant Estany Clar hasta la antigua carretera de Cercs que forma parte de la Xarxa Lenta y también entre Guardiola y Bagà pero el resto ha quedado en el anonimato. Carreteras y tendidos de líneas de alta y media tensión por el valle del Llobregat se han encargado de borrar su trazado.

La casa del Far y un antiguo cargador, en la carretera de Bagà

Dejamos el coche cerca de la casa del Far, debajo de un antiguo cargador de carbón. Aquí el camí ral pasa un poco al este de la carretera actual, con un trazado bastante marcado, hasta entrar en las pistas para las torres de alta tensión. Por deducción e intuición, seguimos la pista abierta sobre el antiguo camino hasta una curva. El camino continuaría hacia el norte pero está totalmente perdido por los movimientos de tierras.

Uno de los tramos mejor conservados del camí ral

Una llamada pidiendo una traducción corta pero urgente me obliga a volver. Ya es la segunda vez que pasa esto este verano. Entrego mapas y GPS para que puedan continuar pero después de dejarme en Berga, Pep y Carles deciden volver a casa.

Más tarde, Pep me explica que tuvo un repentino dolor lumbar que le aconsejaba reposar. Y por la noche, una conferencia muy interesante en el Casal d’Europa sobre la Guerra de Sucesión en general y en Cataluña Central en particular.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 4,1 km; 100 metros de desnivel acumulado.

7/9/2014 – Els Empedrats y el camino de Escriu

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Hacía tiempo que quería volver a los Empedrats y por fin tuve la excusa perfecta. Una amiga, Mary, pronto viajará a Inglaterra y, como tantos berguedanos, nunca ha ido a los Empedrats. “No puedes marcharte sin hacer los Empedrats”, digo y enrolo a Josep Mª y mi mujer para acompañarnos.

La entrada del camino dels Empedrats

Aparcamos el coche en el pequeño parking al lado de la Escola de Natura de La Salle, antiguamente Cal Cerdanyola pero totalmente reconstruida. Con tanta lluvia en agosto, todo es muy frondoso. Temía que nos pudiera pasar como cuándo lo subí en la primavera de 2011 cuando Josep Mª y yo tuvimos serios problemas para pasar por las piedras en el torrente, pero una cosa es la lluvia torrencial y otra cosa muy distinta es el deshielo. En el Bullidor de la Llet, salía agua de la base de la roca pero no de los agujeros en la pared y no hubo problemas para pasar sobre las piedras.

 El Bullidor de la Llet en horas bajas

Cruzando el río

Al ser Els Empedrats y el Cap de la Boixassa la entrada más visitada, tenía curiosidad por ver si alguien más había subido por el valle de Galigans. Pero lo encuentro tan tapado como siempre. Quizás la cruz roja pintada en una piedra tiene un efecto disuasivo. Si algún lector ha subido el camino de Galigans, le invito a enviarme un comentario.

Haciendo caso omiso de las quejas de mi mujer, dejo el camino señalizado para subir a Galigans. No me apetecía para nada hacer la subida final de casi 300 metros de desnivel por un camino de arrastre de troncos hasta el refugio, que es la ruta oficial. Y además, yo también tengo agendas ocultas y es que esta vez sí, quería encontrar la casa de Galigans.

Cuando ya estamos a punto de pasar la cresta para iniciar el largo flanqueo a la casa de Font del Faig, dejo aparcados a mis acompañantes bajo una sombra y, GPS en la mano, voy a buscar la casa. Esta vez no se me escapará. No tardo en encontrarla, cerca del camino pero totalmente perdida en la vegetación. Cuatro paredes formando un cuadrado y una columna central – una casa moderna me dirá después Pep, siglo XVIII o XIX.

Lo que queda de la casa de Galigans

Regreso, saco a mis acompañantes de su aparcamiento, pasamos la cresta e iniciamos el camino, tan entrañable como siempre, hacia la Font del Faig. Esta vez entramos en el refugio para tomar una cerveza. Allí nos atienden Toni y su pareja Mireia. Toni es hijo del primer guarda del refugio cuando se inauguró en 1961. Se inicia una conversación, con unas opiniones bastante contundentes sobre las actividades en la montaña y las carreras en particular. Dicen que el desastroso UltraTrail dels Cavalls del Vent de 2012, con un frío y lluvia inusual por la época que provocó el abandono masivo de corredores y, lamentablemente, la muerte de una corredora por agotamiento e hipotermia, no fue más desastroso gracias a la coordinación entre los refugios a cada lado del Moixeró.

Los guardas del refugio de Sant Jordi

Aquí le interrumpe Tewy, mi mujer: “Hice els Cavalls del Vent en 2006 con unos amigos. Pasamos la noche aquí cuando no estaba tan arreglado”. (Ahora hay aseos y duchas). “Pues yo estaba aquí entonces”, dice Toni. “Sí, ya me acuerdo”, contesta Tewy. “Un cascarrabias”. Se hace un silencio glacial. Debe ser la cerveza, pienso, que ha hecho que mi mujer, normalmente tan diplomática, se salte los filtros. Pero Toni sonríe de oreja a oreja; al estar al descubierto, ya no tiene que fingir ser lo que no es. Les explico mi blog y posan encantados para la foto. Recomiendo entrar, aunque sólo sea para tomar un café, y entablar conversación.

Mary y Tewy se preparan para iniciar el camino de regreso

Mary tiene una aplicación en su móvil que le predice el tiempo. Según la aplicación, en Bagà se pondrá a llover con rayos y truenos a las 3:30 horas. Saco la cabeza por la puerta; no hay nubes peligrosas, pero es hora de ponernos en marcha. El guarda también sale: “No lloverá aquí”, dice, y ponemos rumbo hacia la casa de Escriu por el camino señalizado. Pero a las 3:30 en punto, sale una nube desde detrás de la montaña y empieza a cubrir todo el cielo detrás nuestro y no tardan en escucharse los truenos. Normalmente, este camino, amplio y limpio, es una delicia, bajando de forma sinuosa por un bosque de hayas. Pero con los truenos acercándose, para nada quiero cruzar el río abajo con lluvia torrencial y paso toda la bajada con un ojo puesto en el cielo.

En el camino hacia Escriu

Llegamos a la pista de la casa de Escriu pero decido no tentar la suerte visitando la casa y giro a la derecha para ir directamente al río. Caen gotas y los truenos están cada vez más cerca. El paisaje es encantador, con un verdor excepcional para la época pero la meteorología desaconseja extasiarse. Aprieto el ritmo pero es inútil; las mujeres tienen un ritmo propio inalterable y cada 100 metros tengo que parar y esperarlas. Las gotas caen con más intensidad; apago la electrónica y la guardo en la mochila.

Entrando en el hayedo encima de Escriu

Y en el camino hacia el río

Pero al llegar al desfiladero de los Empedrats, las gotas dejan de caer y las nubes se apartan, dirigiéndose hacia el sur a cada lado de nuestro valle. Cruzamos sobre las piedras sin problemas y 15 minutos después, estamos en la Escola de Natura. Veo que el pajar de la casa de Hostalets ha sido convertido en una casa rústica/cafetería muy cuca y en la terraza fuera hay una familia tomando la merienda.

Esa noche, el hombre del tiempo dijo que cayeron 11 litros en Prat d’Aguiló, a unos 6 kilómetros de donde estábamos. Hemos tenido suerte.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13,0 km; 615 metros de desnivel acumulado.

11/9/2014 – La Diada

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Hoy es la Diada de Cataluña. Hace 300 años, tal día como hoy, Barcelona capituló ante las tropas borbónicas y Cataluña dejó de existir como nación. Mientras estábamos en los Empedrats, había quedado con Josep Mª para bajar yo y Tewy con él a Barcelona a hacer la famosa “V”. “Trae una chaqueta”, me advierte. “Pasarás frío en el coche”. Y no es broma.

Llegamos a Barcelona, donde pasamos de los 15ºC en el coche a 28ºC en la calle. Después de aparcar el coche, vamos hacia el barrio de Gracia. Constatamos el colapso del sector de la restauración ante la invasión de camisetas amarillas y rojas.

Después de almorzar, vamos andando hacia nuestro tramo, el 53, el de los berguedanos. Ahora las calles son un ir y venir constante de gente, cada uno yendo a la zona asignada. En una hora la Gran Vía y el Diagonal se llenan y se forma la bandera. En los cruces, hay grupos musicales, castellers. Y así estamos media hora de pie, en fila, conversando entre nosotros. La Guardia Urbana calculó que hubo unos 1,8 millones de personas.

Volviendo a casa después en el coche, los comentaristas en la radio destacan que este tipo de acto no tiene ningún paralelo en Europa y que dice mucho de los catalanes como pueblo.

Yo destacaría tres cosas:
1) Lo original y ambicioso de la idea de formar una “V” en las dos arterias principales de la ciudad.
2) La capacidad de la organización – una organización puramente ciudadana – de planificarlo e ilusionar a un número importante de voluntarios para hacerse cargo de la coordinación en la calle.
3) Y el hecho de que 1,8 millones de personas pensaran que valía la pena recorrer la distancia – poca o mucha – hasta Barcelona, ponerse una camiseta amarilla o roja, ir a un segmento concreto de una calle y estar allí quietas de pie, durante al menos media hora.

Actuación de los Brams, un grupo de Berga, en nuestro tramo una vez finalizada la concentración

12/9/2014 – El camí ral de Berga a Bagà (2ª parte)

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En la Diada, vi a la mujer de Pep y me dijo que no había bajado. “Después de darnos la lata, se queda en casa”, pienso indignado. Hoy, en el Mikado, le recriminamos su actitud poco participativa. “Un historiador tiene que ver las cosas desde la distancia”, contesta con cierta pedantería. La verdad es que no le gustan las aglomeraciones pero lo estuvo siguiendo por la tele. Para él, lo más impresionante fue ver cómo se iba formando la V: “Piel de gallina”, dice.

La semana anterior habíamos dejado a medias el tramo del camí ral entre el Far y el Túnel de Guardiola y decidimos acabarlo. También hay una red de carboneras en las cuestas que sabemos que existe pero no la hemos explorado.

El puente románico, la pequeña central eléctrica y la entrada del camí ral

Dejamos el coche cerca de la central eléctrica de Guardiola y cruzamos el puente románico. Desde la central, marcha un tramo bien conservado del camino, hasta llegar a un collado donde vuelve a perderse en las pistas de las torres de alta tensión. De nuevo, por intuición y deducción, logramos reconstruir su trazado hasta que queda aniquilado por las obras de contención de la actual carretera, pero a la misma altura y a poca distancia de donde lo dejamos la semana anterior.

El camí ral, con el muñón de uno de los antiguos postes de luz

Satisfechos de haber determinado su trazado hasta dónde se podía en este tramo, nos dedicamos a explorar todos esos caminos carboneros medio borrados. No voy a aburrir al lector con un relato pormenorizado. Basta decir que subimos y bajamos y volvimos a subir y volvimos a bajar, enlazando plazas carboneras, por caminos tapados que me dejan los brazos hechos un mapa. La historia siempre era la misma: subir por un barranco hasta la última carbonera, donde moría el camino, y abajo otra vez.

Carles y Pep adoptan una pose muy decimonónica en esta carbonera. Sólo faltan los fracs y el libro de poemas

Finalmente, ya no nos queda ningún camino por mirar, excepto uno. Sale del camí ral y pasa un collado detrás de la central para luego bajar al Torrent de l’Albiol. Yo sólo había subido hasta el collado pero, cuando lo hice hace bastantes años, había pensado que podría ser un camino importante. Pero al volver a hacerlo hoy, vemos que tiene poca categoría y demasiada pendiente; en todo caso, sería un camino para pasar unos antiguos postes de luz.

El acueducto que lleva agua a la central de Guardiola

Llegamos al puente sobre el Llobregat cerca de los pisos del Collet. Ha caído uno de los arcos al río y en su lugar hay unas tablas de madera en un estado muy regular encima de unas vigas de hierro oxidadas. Por lo visto, lleva muchos años así. Cruzamos con cuidado, esperando que el primero llegue al otro lado antes de que cruce el siguiente. En la otra orilla, hay un aviso medio borrado que reza “Prohibido el paso por motivos de seguridad” y al lado, una de las marcas amarillas de la Xarxa Lenta que sube a Sant Julià de Cerdanyola. Como la vida misma, llena de contradicciones.


Y el puente precario sobre el Llobregat, con el aviso en el poste. 

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,10 km; 540 metros de desnivel acumulado.

19/9/2014 – El Valle de l’Albiol

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Llegamos al Mikado con el “No” de Escocia. Era un poco de esperar y supongo que los indecisos optaron por confiar en las promesas de mayor autonomía ofrecidas por los políticos de Londres. Aquí en Cataluña tenemos una amplia experiencia en promesas incumplidas. Ya se verá.

A lo nuestro … Íbamos a volver a Gòsol a buscar barracas encima de Torrentsenta pero Carles no puede venir y él es quien tiene grabados los tracks de los mapas antiguos.

Mirando los mapas hace unos días, me había dado cuenta que había un hueco bastante extenso en blanco en la zona de la Baga del Collet, un valle que va hacia el SE desde los pisos del Collet. Tendría que haber al menos los caminos de los carboneros, pensaba. Hace bastantes años, había subido un camino desde la Font de la Baga hasta una artiga (ver Glosario) llamada El Replà. En aquel tiempo, me parecía un camino importante y quería ver si todavía era así.

 Una perspectiva llamativa de Pedraforca desde la Creu del Terme

Y el Forcat, con Penyes Altes detrás

Dejamos el coche en el pueblo de Sant Julià de Cerdanyola y subimos hasta el Cap del Rec, donde llegué con Josep Mª en nuestra salida del 7/10/2012. Constato que la nueva pista para llegar a los bancos no ha perdido nada de su encanto. Bajamos el camino hacia el fondo del Valle de l’Albiol. Es un camino de mucha categoría, empedrado en algunos tramos, cuya finalidad parece ser la de acceder a los campos en la cuesta y en el fondo. Ahora tiene las marcas amarillas y blancas del PR que hace el perímetro del municipio.

El camino de bajada al Torrent de l'Albiol

Llegamos a la Font de la Baga e iniciamos la subida hacia el Replà. Con la experiencia adquirida en estos años, ahora se ve claramente que es un camino de arrastre de troncos. Es demasiado recto, demasiado empinado, y le falta categoría. Vemos una densa población de ‘camagrocs’ (o trompetas amarillas en castellano) que reservamos para la bajada. Llegamos a un collado bajo el Replà, convertido en parada por los cazadores. En toda la subida, sólo hemos visto un camino que marchaba de llano hacia la derecha. A partir del collado, el camino pierde toda su categoría y parece cada vez más un camino de animales aprovechado por los cazadores.

Una bañera de jabalís en el Replà

Salimos en la artiga del Replà, una zona antigua de cultivo, bien orientada pero lejos del pueblo. Echamos en falta una barraca pero no conseguimos encontrarla. Pasamos a la umbría, caminando hacia el camino que cruza el Mal Pas (ver salida del 6/12/2013). Entramos en el hayedo. En alguna ocasión he hablado del ambiente especial que se puede respirar en estos bosques. Basta con serenar la mente y desplegar las antenas.

Después de saborear la atmósfera durante unos minutos, nos volvemos a poner en marcha y es en ese momento que se rompe la esterilidad en el tema de los caminos. En las cuestas, descubrimos una red de antiguas carboneras, conectada con el camino del Mal Pas. A diferencia de la red de la semana anterior, que subía los barrancos, los caminos son horizontales, recorriendo la cuesta a una altura más o menos fija, con carboneras cada cierta distancia. Cada nivel se conecta mediante un camino de enlace diagonal. Pero entre estos caminos, destaca uno que empieza a bajar con unas curvas muy marcadas.

Aquí el lector me permitirá un inciso. El camino ‘oficial’ del Mal Pas que sube esta umbría tiene un problema. El tramo bajo el Roc Blanc nunca nos ha convencido: mucha pendiente, poca definición y entra en una pista moderna (la que viene del pueblo para ir a la Collada de les Bassotes) que en el punto de enlace, no tiene pinta de haberse hecho sobre un camino antiguo. ¿Podría ser este el camino auténtico?

Decidimos seguirlo. Tiene muy buena pinta. Su trazado se pierde por un hundimiento de tierras cerca de una curva de la pista de la Collada de Bassotes pero lo recuperamos un poco más abajo. Baja con una pendiente suave al Torrent de l’Albiol, lo cruza y vuelve a entrar en la pista al otro lado. Aquí habría un enlace fácil con un camino que baja directamente al pueblo por la cara norte del Puig.

Camagrocs en su punto

Bajando por este camino bajo la pista, topamos con auténticas alfombras de ‘camagrocs’. Sería un crimen dejar pasar esta oportunidad y pasamos media hora recogiendo setas, pero probablemente podríamos haber continuado durante un par de horas más. Definitivamente, este año es el de los ‘camagrocs’. Bajamos la pista al lado del torrente, pasando por antiguos campos aterrazados con imponentes paredes cubiertas de musgo. Es un lugar muy atractivo en verano pero una nevera en invierno. Llegamos otra vez a la Font de la Baga. Ahora, sólo toca deshacer el camino de llegada hasta el coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,7 km; 475 metros de desnivel acumulado.

26/9/2014 – Torrentsenta

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Hoy viene Carles y podemos volver a Gòsol. Carles ha bajado a su GPS desde el mapa excursionista de 1922 una serie de caminos que pasan debajo de la Ermita de Santa Margarida a distintos niveles, irradiando desde Gòsol como los rayos de un sol y muriendo cerca de barracas o corrales. Pero esto sería para la vuelta.

Primero Pep quería seguir un camino de la Minuta que sube encima del Forat de Torrentsenta y acaba a media altura con la leyenda “se pierde”. Y para eso, hay que pasar por la Borda del Tinent.

El Forat de Torrentsenta. En la pared de roca a la derecha, hay una mina tapiada

Dejamos el coche en la pista del Coll de Mola, poco antes de la bifurcación a Torrentsenta. Caminamos hacia Torrentsenta, pasando por el área recreativa, donde ahora hay una caseta con unos plafones explicativos. Desde aquí, un poste indica un camino hacia la Font de les Abeurades pero se desecha por inventado. También en la pista hay otro plafón en varios idiomas que explica cosas de Picasso y la Borda del Tinent. Por deformación profesional, leo la traducción inglesa y veo que Tinent lo han traducido como el rango militar. El traductor era inglés nativo, de eso no hay duda, pero se le escapó que ‘Tinent’ también significa una persona que posee muchas tierras y puso en su lugar un disparate.

 La nueva caseta del área recreativa

Y la fuente, a pie de pista

“El contexto lo es todo”, pienso mientras me reúno con los otros dos. Pasamos por la Font de Torrentsenta, visitando antes la entrada tapiada de una antigua mina, y subimos hacia la Borda de Tinent. Yo me separo de los otros dos y cuando nos volvemos a juntar, me dicen que se encontraron con dos buscadores de setas. “Pero sólo tenían setas de 2ª o 3ª categoría”, dice Pep. Y es que aquí, con tantas pistas forestales, seguro que todo ha sido revisado a fondo varias veces.

La Borda del Tinent. Aquí se ve la casa moderna. Las ruinas del corral antiguo están a la izquierda

Continuamos hacia nuestro camino, llegando a la Bauma del Grauet. Aquí la pista debía haberse cargado al ‘grau’ pero vemos que marcha un camino encima de la pista y decidimos seguirlo. Debía ser el camino antiguo y, al cabo de unos 700 metros, vuelve a entrar en la pista. Es una pista que ha sido cortada en la roca pero ha tenido tiempo para naturalizarse y es bastante atractiva. 

Una seta llamada 'lengua de gato'. Se come cruda con ensaladas

Subimos paralelo al Torrent Forcat con la vista de una pared vertical de unos 50 metros de alto al otro lado del barranco. La pista buena acaba en la unión de dos barrancos y sigue una pista medio borrada de desembosque. Mientras subimos, Pep cuenta que hace muchos años, subió toda esta pista con nieve e incluso asustó a un urogallo.

 La Bauma del Grauet, con Pedraforca detrás

La pista naturalizada que sube el valle desde la Bauma del Grauet

Salimos a la pista moderna que va a la Font de les Abeurades y giramos a la derecha para volver a Gòsol. Después de comer, continuamos por la pista. De repente, Carles se para y mira a la derecha. Allí, un poco más abajo, se ve claramente el perfil de un camino. Bajamos la talud y lo seguimos; sería el camino antiguo que subía a la fuente pero lleno de ramas de talas pasadas y rocas tiradas abajo al hacer la pista. “¿No es espectacular? ¿No es maravilloso?”, me pregunta Pep. “No”, contesto. “Está lleno de basura”. Pep mira a Carles con exasperación: “Yo no salgo más con este tío”, exclama. “No valora lo que hacemos”. “Todos tenemos derecho a opinar”, pienso, mientras peleo con las ramas.

Retrato de la desesperación. Un grupo de Erebias pelea por extraer alimento de una de las pocas flores que aún quedan por aquí

Salimos a una pista secundaria y, al final de esta pista, vuelve a continuar el camino, esta vez señalizado, limpio y anunciado por un letrero que dice “Vall de Gòsol”. Entra en el bosque y se desvanece la mala impresión que había tenido al principio. Está marcado en el Alpina y el topónimo es Obac dels Reguerons. Me paro para tomar fotos y cuando reanudo la marcha, Pep y Carles están parados, recogiendo ‘camagrocs’, que crecen con abundancia aquí.

 La entrada del camino

Un pequeño bosque de 'camagrocs'

Por fin salimos del bosque. El camino señalizado baja una cuesta hacia Torrentsenta. Es el tramo inventado que vimos abajo en el área recreativa. Dejamos el camino, buscando barracas y corrales. Encontramos restos de los caminos radiales que tenía Carles en su GPS del mapa de 1922. En estos 100 años, el dibujo de los caminos ha cambiado mucho. Las nuevas pistas se han encargado de hacer que los antiguos caminos se olviden y que se vuelvan prácticamente invisibles.

Uno de los corrales que localizamos bajo la ermita de Santa Margarida

A fuerza de subir y bajar, logramos recomponer este dibujo y sólo nos queda uno, que apodamos el “camí del mig”. Volviendo al coche por la pista del Coll de Mola, vemos donde cruza la pista pero ya no hay tiempo. Lo tendremos que dejar para otro día.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13 km; 475 metros de desnivel acumulado.

3/10/2014 – El camí del mig

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Es viernes otra vez y, durante esta semana, los presidentes Mas y Rajoy han jugado al gato y ratón sobre la famosa consulta del 9N. Si algún día, Cataluña es independiente, los libros de historia del futuro sin duda contarán que la desafección masiva de la población catalana no habría sido tan masiva sin la ayuda inestimable de los políticos españoles en general y de la cúpula del PP en particular.

Pero nosotros no podemos esperar el desenlace. Aún nos quedan caminos en Gòsol. Primero dejamos el coche en el cementerio y buscamos el camino que bajaba a la fábrica de mantas. Luego subimos el camino a la antigua iglesia de Santa Maria. Pep nos explica que la nave es anterior a la torre y que además la torre había sido habitada. Incluso se ve el hollín dejado por una antigua chimenea.

 Parte de la iglesia y la torre

Una bonita vista desde el interior de la iglesia

Volvemos a subir al coche, dejándolo en el cruce con el llamado por nosotros “camí del mig”. Carles saca un mapa del libro de C.A. Torras sobre el Cardener, en el que describe unos itinerarios en Gòsol. En ese mapa, se ve una ruta que sale de Gòsol y sube hasta el Cap d’Urdet. El trazado sólo puede pasar por un sitio: el camino tan bonito que bajamos la semana pasada y la continuación hasta Gòsol podría ser nuestro “camí del mig”.

Una de les vistas desde la torre, con la sombra de Pedraforca en el sol de la mañana. Abajo, las ruinas del antiguo pueblo

Eso es lo nos proponemos confirmar ahora. Con mayor o menor fortuna, seguimos el camino desde la pista del Coll de Mola. Finalmente, lo tenemos que dejar a menos de 50 metros de donde lo dejamos el otro día, el paso cerrado por una barrera infranqueable de vegetación. Pero no sin ver una marca azul de una antigua caminada y que confirmaría la categoría de este camino. “Es que somos muy buenos”, dice Carles. “No se nos escapa nada”, coincide Pep. “Pero sin tener esos mapas antiguos y pasar los caminos al GPS, nunca habríamos visto esos caminos”, matizo.

Volvemos al coche y subimos la pista hasta aparcarlo cerca del camino bonito y que ahora sabemos que es la continuación de nuestro “camí del mig”. Caminamos por la pista hacia la Font de les Abeurades, que ahora, es de suponer, se hizo encima del camino. El sol se esconde detrás de las nubes y empieza a hacer frío. Estamos a 1.800 metros y nos ponemos los jerseys. Luego vuelve a salir el sol y los tenemos que quitar. Se vuelve a esconder y nos tenemos que abrigar otra vez. “Es el problema de estas estaciones entre tiempo”, pienso. “Nunca sabes qué ponerte”.

Font de les Abeurades

Pasamos la fuente. El Alpina marca un camino que baja a la Bauma del Grauet. “Podríamos bajar este camino y volver a subir por el barranco que subimos la semana pasada para volver al coche”, propone Pep. A mí no me apetece nada su plan. Subirlo una vez fue suficiente y así se lo hago saber. “Además”, continuo, “como tú no te cansas de decirnos, hay que tener en cuenta las opiniones de las minorías y lo mismo que vale para España respecto a Cataluña, también vale para vosotros respecto a mí”. Mi argumentación debe haberle impresionado porque pasamos media hora en silencio, antes de pararnos para comer.

“Me sacrificaré”, nos dice Pep teatralmente mientras comemos. “Tú bajarás el camino del Alpina con Carles para hacer el track y yo volveré al coche y nos veremos en la Borda del Tinent”. Le felicito: “Eso sí que es democracia”.

Nos dividimos y Carles y yo bajamos por una pista secundaria que nos tiene que llevar al camino de descenso. Pero el camino no está ni parece que estuvo nunca. En su lugar, hay unas pistas de desembosque asquerosas, de pendiente fuerte, auténticas heridas de tierra y rocas arrancadas, sólo aptas para vehículos con orugas. Por fin, encontramos un camino, también forestal pero hecho antes de que hubiera vehículos y lo seguimos, recogiendo ‘rovellons’ o níscalos en castellano. (Más tarde, Pep me contará que ese camino sale en el mapa excursionista de 1922 para bajar madera.) Salimos en una pista a unos 300 metros al SE de la Balma del Grauet. Definitivamente, no es el camino del Alpina. Ahora sólo nos queda bajar hasta encontrar el coche de Pep.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,1 km; 390 metros de desnivel acumulado.

17/10/2014 – El Pas de la Barra

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La semana del 10 de octubre, estuve en Inglaterra. Pep y Carles volvieron a Gòsol, mirando los prados encima de donde estábamos la semana anterior. Encontraron kilos de setas pero poca cosa más. Esta semana, Pep tiene un congreso de arqueología y seremos Carles y yo.

Desde hacía tiempo, quería volver al camino del Pas de la Barra. Es un camino que pasa por la Baga de Cellers, paralelo a la carretera de Sant Jaume de Frontanyà a La Pobla de Lillet pero unos 300 m más arriba y desemboca en las casas de Montclús. En un tiempo, era probablemente la ruta más directa desde Montclús a la La Pobla de Lillet. Lo habíamos hecho unos cuantos años antes de empezar el blog. En aquel tiempo, era difícilmente transitable porque la erosión había provocado deslizamientos de tierra, llevándose por delante tramos extensos del camino. Desde entonces, fue recuperado e integrado en la Xarxa Lenta y tenía curiosidad por saber cómo se había hecho la restauración.

Aprovechando la ausencia de Pep, propuse a Carles que volviéramos allí y utilicé como guía una de las caminadas populares de La Pobla de Lillet que hace un largo recorrido por esa parte del Catllaràs.

Aparcamos mi Patrol en la pista que va a la casa de Junyent, un poco antes de cruzar el Rec de Junyent para subir al Coll de Llevant. Mis lectores asiduos sabrán que, a pesar de tener un coche que es como un tanque y haber hecho un curso en la materia, soy un cobarde cuando se trata de rutas 4x4. Pero esta vez, no llevar el coche más lejos tenía una buena justificación. Volveríamos por la Casa del Castell y no convenía alejarnos mucho de la pista que unía esta casa con la pista de Junyent.

El camino que va al Coll de Llevant

Seguimos las marcas de la Xarxa Lenta que suben al Coll de Llevant. Empieza como pista pero no tarda en marcharse un camino que se adentra en la penumbra del hayedo. Dejamos un atajo que va directamente al Coll y seguimos una circunvalación de las cuestas que va pasando por todas las carboneras. A la derecha, marcha otro camino, que seguimos, dejándolo cuando empieza a bajar demasiado. Parece ser el camino de Junyent al Coll de Llevant. Desde este Coll, el camino sube hacia el Coll de l’Oració, pasando por un curioso ‘grau’, antes de iniciar el largo flanqueo hacia Montclús.

El camino del Pas de la Barra

Lo más destacable de la restauración del camino es que no se nota. Los deslizamientos de tierra se salvan con elegancia, con el mínimo de obra. La pega quizás es su distancia de cualquier punto de acceso con coche, que obliga a incluirlo en una larga ruta.

La Bauma del Xalat

Pasamos por la Bauma del Xalat con signos de haber sido habitado antiguamente, subimos un poco más y salimos del bosque. Vemos los primeros campos de Montclús y luego las casas, arregladas pero vacías. 

La gran casa de Montclús

Pasadas las casas, caminamos hacia la Collada de Montclús por una amplia avenida entre dos muros bajos de piedra. Hace un día espléndido, nos rodean unos prados inmensos y donde empiezan las montañas, bosques de pinos y hayas. El verde de los prados contrasta con los colores de otoño que empiezan a salir y el azul del cielo. “Quitando los pinos y las montañas y olvidando que estamos a 1.300 metros, esto podría ser Inglaterra”, pienso.

 El camino de acceso a las casas

Llegando a la Collada de Montclús

Pasamos por la casa de la Teuleria. Parece que la casa antigua se tiró al suelo y se construyó otra nueva. Lo único que falta es gente. Es como esas películas post-apocalípticas donde todo ha quedado pero la gente ha desaparecido. Hace 100 años, aquí habría gente trabajando en los campos y en los bosques y habría un ruido humano que ahora está totalmente ausente.

En la Teulería, dejamos la pista principal y bajamos por otra a la derecha que nos lleva a otra zona de pequeños prados, llena de encanto. Es el Racó de Ardericó. Cuando acaba la pista, continúa un camino que pasa por una carbonera al lado de un torrente. 

El Racó d'Ardericó

El paso se va estrechando hasta que finalmente, buscamos un pequeño desfiladero entre las rocas del torrente. Unos montículos de piedras nos dan la confianza de continuar y, en 30 segundos, salimos a los campos de Ardericó, una casa de pagès ahora convertida en refugio y cuyo tejado vemos a poca distancia.

Entramos en los campos de Ardericó. El tejado de la casa se asoma por la derecha

Subimos por los campos hacia la Collada d’Ardericó y topamos con una relativa abundancia de rovellones. Carles no puede desaprovechar la ocasión y saca la bolsa. Me dedico a supervisar su labor recolectora, indicando los lugares donde tiene que buscar. “Acuérdate de mi 20 por cien”, le puntualizo, mientras corre arriba y abajo.

Llegamos a la Collada d’Ardericó y bajamos al otro lado, una cuesta empinada, terrosa, y una hilera de montículos de piedras que nos indican por donde bajar. Tras bajar unos 300 metros, marcha un camino a la izquierda que nos lleva a los campos de Arderiu, otra casa de pagès convertida en paraíso de fin de semana. Todas las veces que he venido aquí, nunca he visto a nadie pero es evidente que alguien viene a cuidar la casa y el jardín. ¡Hasta crecen tulipanes en primavera! Pasamos debajo de la casa y en una curva de la pista, tomamos el camino que va hacia la casa de Serra Pigota y la casa del Castell.

La casa de Arderiu

Ya hemos dejado atrás los bosques. Ahora es un paisaje más seco y abierto. Ya lo recuerdo bien de otras veces pero de repente, salimos en un inmenso claro de arenisca. El camino desaparece para reanudarse al otro lado pero ya más abajo. Entra en un bosque espeso de robles. “No me acuerdo de esto”, pienso. “¿Nos habremos equivocado en aquel claro?”. Luego el camino baja por una zona de rocas con unas curvas cerradas. “De eso sí que me acuerdo”, pienso. Pero el camino sigue bajando y me vuelven a asaltar las dudas. Estamos bajando demasiado, acabaremos en la pista de Junyent. Pero finalmente, salimos a los campos de Serra Pigota, con la casa arriba – una casa nueva que parece hecha con bloques de hormigón – y la pista que va a la casa del Castell.

Unas setas curiosas crecen sobre un tronco en el camino hacia Serra Pigota

Al final, no nos habíamos equivocado pero desde la última vez, mi memoria había comprimido el camino hasta dejarlo en una tercera parte. “Estas cosas no pasan a Pep”, pienso. Antes de llegar a la casa del Castell, nos desviamos por la pista que nos llevará al coche, pasando por una antigua fuente, los restos de un horno y la entrada de una antigua mina de carbón.

Los restos del castillo de La Pobla de Lillet

Ha sido un día muy completo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 16,1 km; 870 metros de desnivel acumulado.

31/10/2014 – Canales de Val•lobrega

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Constatando que lo hemos hecho casi todo y Carles no, y que los años van pasando, Pep recupera un tema muy querido por él: repasar todo, zona por zona, para que la posteridad no tenga que reprocharnos haber dejado todo a medias. Y tiene una nueva palabra que a él le llena de entusiasmo y a mí me da visiones de caminadas repetitivas y áridas: exhaustivo (“ex–haus–tiu” dice Pep en catalán, así, separando las sílabas).

En el Mikado, Pep me recuerda que hay unos cuantos caminos que suben hacia el Confós desde las casas, y concretamente dos que arrancan desde la casa de Val·lòbrega, cruzando el camí ral de Cercs a Peguera y que subirían la Canal de la Bena y la Canal Gavernosa, respectivamente.

Entrada del camino de Peguera en la Collada de Palou

Dejamos el coche en la Collada de Palou y entramos en el camino que va a Erola y Coll d’Hortons, uno de los más atractivos de la zona. No tardamos en percatarnos de una novedad: se ha arreglado la casa de Val·lobrega y donde antes había una humilde casa de pagès, abandonada y en un estado más bien precario, ahora hay un pequeño palacio, con amplias terrazas y piscina, dedicado al turismo rural. El dinero que se ha invertido allí debe ser impresionante. De momento, descartamos reservar habitación (más tarde, vi en su web que se puede alquilar la casa entera por 1.600 euros el fin de semana) y nos plantamos en la entrada de la primera canal.

La nueva casa de Val·lobrega

La primera parte de la subida está bastante despejada, limpiada por los cazadores. Vamos anotando carboneras y localizamos el hueco en la roca donde vivía el carbonero. Sin embargo, en cierto momento, los cazadores optan por un camino transversal y el resto de la subida hasta la última carbonera es bastante penosa.

Volvemos a bajar y tomamos el camino transversal hacia la Canal Gavernosa. El camino está bastante limpio hasta la última parada en un pequeño collado. Después de las sombras de la canal, es un placer volver a tener vistas extensas y nos dedicamos a fotografiar todo lo que tenemos delante, que es mucho. Pero a partir de la última parada, el camino desaparece y es más bien un paso de animales. Abrimos paso por las zarzas mirando el precipicio a nuestra izquierda, con la posibilidad siempre presente de quedar cortados y tener que volver atrás. Pero no, conseguimos llegar a la Canal Gavernosa, donde entroncamos con otro camino.

Mirando hacia la Canal de la Bena desde el paso transversal

Se repite la historia: carboneras y más carboneras, y también varias ‘baumas’ de carboneros. Eso da que pensar: o bien el carbonero podía elegir entre varias residencias según le apeteciera, como los millonarios de hoy, o había tanta madera que daba para varios carboneros.

Dejamos atrás la que debía ser la última carbonera y poco después, el camino desaparece. Ahora sólo queda bajar por este camino medio borrado, empinado y tenebroso, lleno de piedras que han caído de las rocas a nuestra izquierda y derecha, con ramas, zarzas y troncos caídos que nos obstaculizan continuamente. “Una excursión apta para toda la familia”, resume Carles.

En la Canal Gavernosa

Pero ya cerca del camino de Peguera, hay una última sorpresa. La canal se ensancha momentáneamente, con unas grandes explanadas pobladas por hayas probablemente centenarias. “¿Cómo es que éstas no se cortaron?”, me pregunto. Ni siquiera Pep me sabe dar una respuesta definitiva. Superamos los últimos obstáculos y salimos en el camino principal. Ahora, sólo queda deshacer lo recorrido hasta la Collada de Palou. Hoy, los kilómetros recorridos valdrán el triple.

En el camino de Peguera

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,2 km; 420 metros de desnivel acumulado.

7/11/2014 – El Confós desde Fígols

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Se acerca la fecha mágica del 9 de noviembre. Después de que la consulta original fuera suspendida por el Tribunal Constitucional en un tiempo récord, el gobierno catalán ha sacado una versión descafeinada llamada “proceso de participación”. El gobierno español primero hacía bromas sobre el tema pero al ver que la cosa iba en serio, fue corriendo una vez más al Tribunal Constitucional. Pero ahora, con más de 40.000 voluntarios que se encargan de su administración, ya es imparable. Lo que no ha impedido a la Soraya, como una madre preocupada por sus hijos que están a punto de cometer una gran temeridad, advertirnos de las consecuencias legales que podría comportar desafiar las órdenes de los tribunales.

Evidentemente, todo esto será tema de conversación a lo largo del día pero a nivel más práctico, teníamos que dar cumplimiento a un plan de Pep. En nuestros mapas, tenemos una zona extensa en blanco que corresponde a la Baga de Fígols. Pep nos ha dicho una y otra vez que allí no hay nada excepto pistas forestales pero quería mirar las aproximaciones a un interesante camino transversal en la cara sur del Confós que vimos en la salida del 2/5/2014.

Aparcamos el coche en la explanada de la Mina del Curro, por donde pasamos en la salida del 25/10/2013, y subimos por aquel camino de las marcas azules que tuvimos que dejar en aquella salida y que sería el antiguo camino al Coll de Sant Ramón.

Salimos a una cresta y desde allí otro camino medio difuminado se aparta de la pista, continúa por la cresta y desemboca en una antigua zona de cultivo, una ‘artiga’ (ver Glosario). Salimos del bosque frío de la umbría para entrar en un bosque más cálido, con los colores de otoño tocados por el sol y una pendiente más suave. 

Colores de otoño en la Baga de Fígols

En una zona llana, unas marcas azules marchan hacia la derecha, señalando un camino que baja al norte; podría ser el Grau de l’Albiol y lo reservamos para la vuelta. Seguimos subiendo. Pasamos por el Coll de la Veça y luego el Pla del Pou, donde había un pozo, ahora lleno de rocas y cubierto de ramas. Volvemos a entrar en la sombra de la montaña. La temperatura baja, la tierra está espolvoreada de escarcha y los charcos están helados.

Coll de la Veça

Efecto curioso producido por la congelación escalonada de un charco

Por fin llegamos arriba, en la cresta del Confós. Aquí hay sol, calor y vistas inmensas, sobre todo hacia el sureste. Vamos avanzando hacia el este hasta llegar a un buen sitio para comer, acompañados por los graznidos de las chovas que hacen piruetas sobre el vació.

La vista desde arriba, mirando hacia Picancel

Pep, al ver que estamos disfrutando tanto de las vistas, había pensado continuar por la cresta hasta la Collada de la Bena y luego bajar por las pistas hasta el coche desde el Coll de Sant Ramon. Sin embargo, eso supondría renunciar al Grau de l’Albiol y optamos por bajar en línea recta hasta el punto donde vimos las marcas. Entrego mi GPS a Carles como experto en apuntarlo hacia waypoints lejanos y ponemos rumbo sin camino hacia el NE. La cuesta es cada vez más empinada (“Es lo que tiene ir en línea recta”, replica Carles a mis protestas) pero tiene la ventaja de ir cruzando todo lo que viene en dirección transversal, incluyendo dos caminos que algún día habrá que dilucidar y que probablemente van al Coll de Sant Ramon o la Collada de la Bena.

En el espacio de 2 kilómetros, bajamos 300 metros hasta situarnos delante del camino de las marcas azules. Al principio, todo discurre dentro de la normalidad pero, de repente, el camino desaparece. A nuestra izquierda, hay un precipicio y delante una cresta empinada, donde vuelven a aparecer las marcas. Como es mi costumbre, voy el último y, unos 20 metros más adelante, oigo a Pep que dice: “Esto no le va a gustar a Steve”. Cuando llego a donde está él, veo que el descenso es por una pared de roca de unos 10 metros, con presas para poner las manos y los pies, y después una cuesta de tierra de pendiente fuerte. Pep baja primero para marcar la ruta, y luego Carles. “Espera que haya bajado yo antes de bajar tú”, me dice. Por lo visto, piensa que voy a resbalar y no quiere ser arrastrado en la avalancha de piedras que sin duda provocaría con mi caída. Cuando veo que ya no voy a causar daños colaterales en caso de ir dando tumbos hacia abajo, inicio el descenso. Este ‘grau’, de subida, sería una escalada muy fácil pero, de bajada, es una lucha continua contra la gravedad.

El Grau de l'Albiol

Pero llego abajo sin novedad y se reanuda el camino marcado, que desciende hacia el NW. Tras unos 400 metros, llegamos a un cruce de caminos. Giramos hacia la derecha para descender hacia el torrente, dejando dos caminos para investigar en otra ocasión. Cruzamos el Torrente de Fumanya y empalmamos con un camino ya conocido de la salida del 25/10/2013 que bordea la ribera izquierda del torrente, hasta entrar en la pista donde tenemos el coche.

Así que resulta que aquí sí hay caminos pero desde las pistas, es casi imposible encontrarlos. Ahora se nos ha abierto una perspectiva nueva, con posibles caminos desde Fígols y Fumanya que buscan los prados y los pasos del Confós hacia el sur.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,5 km; 610 metros de desnivel acumulado.

9/11/2014. Hoy, voté con 2.350.000 personas más. Como era de prever, el gobierno español quitó validez al resultado y proclamó triunfalmente que votó menos de la mitad de la población, después de imposibilitar una votación legal y amenazar con todo tipo de consecuencias. Entrando en aquella aula de escuela, se palpaba un ambiente muy especial, de emoción contenida y esperanza. Pero también es evidente que mucha gente todavía no ve nada claro una separación de España.

21/11/2014 – El Torrente de Fumanya

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Desde la última vez que salimos, el gobierno español ha optado por intensificar la vía legal y ha soltado a los fiscales. Ante la reticencia de los fiscales catalanes, la pelota ha pasado a la Fiscalía del Estado, que ha decidido querellarse contra el Presidente, la Vicepresidenta y la Consejera de Educación por cuatro delitos. No entiendo por qué el PSOE quiere hacernos creer que la solución está en reformar la Constitución para permitir un estado federal si ni el PP ni una parte importante de las propias filas socialistas lo consentirán jamás. Pero bueno, que continúen. Lo que están haciendo por la independencia de Cataluña no tiene precio.

En el Mikado, recuerdo a Pep que hoy podría ser el último día de temperaturas suaves antes de entrar en el invierno y, por lo tanto, la última oportunidad para mirar esos caminos que dejamos en la Baga de Fígols hace dos semanas. “No debería presentar complicaciones”, expongo. “Allí en el cruce debajo del Grau de l’Albiol, sólo había dos caminos. Igual nos da tiempo para mirar los otros dos más arriba”.

Dejamos el coche en la pista de acceso desde la carretera a la Carrerada – la pista de acceso principal a la Baga – que pasa debajo del cementerio de Fumanya. Salgo del coche. Aquí, de momento, de temperaturas suaves, nada. Josep Mª se frotaría las manos aquí. Miro el paisaje gélido donde todavía no ha llegado el sol y me arrepiento de haber propuesto venir aquí. Vemos un camino en la dirección contraria, hacia Fumanya, y lo seguimos. Muere al poco rato en unas pletas (ver Glosario) donde se debían guardar las ovejas antes de subirlas a los prados. Al lado, encontramos otro camino que debe ser el antiguo desde Fumanya hasta la Carrerada y lo seguimos hasta el cementerio.

Al ver esta perspectiva poco amable, deseaba haber mantenido la boca cerrada en el Mikado

Salimos al sol y me cubro los ojos ante el resplandor repentino. “Tranquilo, Steve”, me dice Pep, malinterpretando mi gesto. “Ahora bajamos y no volverás a ver el sol en todo el día”. Bajamos y cruzamos el torrente pero en esta media hora, el sol ha tenido tiempo para calentar el aire y ya no se ve la escarcha.

Pasamos por una ‘trumfera’ (ver Glosario) bastante bien conservada, al lado del torrente. No vemos ninguna continuación del camino y subimos sin camino hasta la pista de la Carrerada.

Volvemos a ver las conocidas marcas azules y en la zona indicada en el mapa como Sentiescos, tomamos una pista secundaria. Bajando esta pista, surge una primera complicación – un camino que marcha a la izquierda, hacia donde está el coche. Lo anotamos para la vuelta y continuamos. La pista acaba en un curioso ‘grau’ y continúa como camino con bastante pendiente, hasta llegar al cruce del otro día.

El 'grau'. A la izquierda se ven las piedras colocadas para sustentar el camino

Giramos a la izquierda y cruzamos el torrente hacia el norte. Entramos en un camino transversal. Dejamos la bifurcación a la izquierda para después y seguimos a la derecha, todavía con las marcas azules. Es un camino antiguo, empedrado en algunos puntos. Vamos dejando caminos que marchan a la izquierda. Está claro que no vamos a salir de este barranco en todo el día.

Una de las pocas vistas largas del día, encima del Torrente de Fumanya, con el Subrepuny detrás

Volvemos a salir al sol. El camino entra en una antigua explotación a cielo abierto y se convierte en una pista que conecta con Cal Casanova y, se supone, con Fígols. Aquí damos media vuelta.

Antes de volver a las sombras, comemos y después miramos los muchos caminos que hemos ido dejando, casi todos antiguos caminos forestales para bajar troncos. Sigue un continuo subir y bajar caminos mientras lentamente retrocedemos hacia el primer ‘grau’ de esta mañana y el primer camino a la izquierda que dejamos.

Prueba irrefutable del uso forestal del camino. La marca producida por el roce de troncos

Un último camino con marcas azules antes del ‘grau’ se muere a los pocos metros pero las marcas continúan cuesta arriba. Por fin, se nos hace la luz. Los cazadores han ido marcando redes de caminos en su coto. Llegamos a una haya en medio de la cuesta con unas piedras puestas a modo de asiento, unas iniciales y unas fechas. Nos hacemos la película: aquí venía un tal JPS cada año, fiel a su puesto y en el tedio de la larga espera, grababa la fecha en el árbol. Pero, sabiendo la media de edad de los cazadores de jabalís, llegó un día en que ya no se veía capaz de subir esas cuestas y dejó de acudir a su puesto de vigilancia.

El puesto del cazador, perdido en el bosque

Volvemos al ‘grau’ con pensamientos lúgubres sobre la linealidad del tiempo y ya un poco cansados de estar subiendo y bajando continuamente, como Sísifo, la misma cuesta sin vistas. Entramos en el último camino. Tiene buena pinta. Nos lleva al torrente, un poco más corriente arriba. Lo cruzamos y entramos en otro camino transversal. ¿Esto no va a acabar nunca?, nos preguntamos. Giramos resignados a la derecha, alejándonos del coche. Llega a una pista para las torres eléctricas y allí lo dejamos, aparentemente apuntando hacia la casa de Cal Xacó.

Aguas cristalinas antes de llegar a la trumfera

Damos la vuelta y seguimos la otra rama del camino transversal. Nos lleva otra vez al lecho del torrente pero unos pasos cortados en la roca permiten remontarlo hasta la ‘trumfera’ de esta mañana. Así que al final, sí que había un camino. Llegamos al coche con la seguridad de no haber dejado ningún camino sin seguir, reconstruyendo en el GPS una red compleja que antiguamente debía conectar las casas entre Fígols y Fumanya con los bosques de la umbría. “Hoy, tendrías que ser feliz”, le digo a Pep en el viaje de vuelta a casa. “Más exhaustivo imposible”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,4 km; 490 metros de desnivel acumulado.

Tracks

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Cada tanto tiempo, alguien me escribe pidiendo un track. Y le tengo que decir que no puede ser. Así que al final, he decidido escribir una entrada sobre el tema.

Es cierto que grabamos cada salida en el GPS pero es un trazado caótico, como la legendaria araña que se pone a caminar sobre una hoja de papel después de caer en un tintero, y no apto para mostrar al público. Y me sabría muy mal que alguien me dijera que se perdió por culpa de un track mío.

Tampoco es el típico blog excursionista con propuestas de rutas; es una crónica escrita para nosotros mismos y nuestros futuros nietos en la que, de paso, intento mostrar los muchos atractivos que tiene nuestra comarca.

Cuando hay caminos señalizados, sí que soy bastante explícito. También indico el mapa Alpina correspondiente a cada salida y con una lectura atenta, es posible seguir nuestros pasos en el mapa y, si tenéis ganas de descubrir, sobre el terreno.

19/12/2014 – Els Trulls

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Un compromiso en Barcelona y luego un viaje a Inglaterra me impiden salir. Carles y Pep dedicaron las dos semanas a hacer unas salidas altamente académicas por algunas casas del valle de Bastareny: El Puig y Murcarols. Igual que las familias reales, Pep está preparando a su sucesor.

De hecho, 15 minutos después de aterrizar en Heathrow el 12 de diciembre, cayó el ordenador que controlaba el tráfico aéreo en el sur de Inglaterra, desatando el caos, y se suspendieron todos los vuelos de salida y entrada de varios aeropuertos. A pesar de las insinuaciones de Pep cuando hablé con él a la vuelta, me cuesta pensar que yo tuve algo que ver.

En el Mikado, Pep me propone continuar repasando el valle del Bastareny y concretamente, me propone la casa dels Trulls. Fuimos allí hace muchos años, antes de que se nos uniera Carles, cuando recibimos una remesa de unos 50 mapas de 1:5000 del Parque de Cadí-Moixeró, todos en blanco.

Es un pequeño valle que sube hacia el norte desde la pista que va al nuevo Centre de Natura y que antes era Cal Cerdanyola y al final del camino, justo en el límite de donde tocaba el sol en invierno, había los restos de una casa muy pobre.

Dejamos el coche en la pista, delante de la entrada del valle dels Trulls. Cruzamos el canal que lleva agua a la pequeña central eléctrica de Bagà y el valle se estrecha. El camino de la casa muestra interferencias por un surco profundo creado por el arrastre de troncos. Pep no para de estornudar. “Los estornudos son uno de los primeros síntomas de la peste bubónica”, le digo. “No tendrás unas ronchas circulares en la piel, ¿verdad?”, pregunto nerviosamente, alejándome un par de metros.

El canal de la central eléctrica de Bagà

Seguimos subiendo por la sombra, buscando la línea del sol donde estará la casa. El silencio es casi total, sólo interrumpido por los estornudos de Pep. Los temporales de viento han hecho caer árboles sobre el camino y nos obligan a arrastrarnos como cucarachas bajo los troncos. Ya no tengo edad para esto, pienso. El camino se aleja momentáneamente del barranco y en una curva, vemos un camino que marcha hacia el SE. Cuando hicimos este camino hace unos 12 años, este camino no lo vimos. ¿Qué pasó? ¿Caminábamos con los ojos cerrados? ¿O son los cazadores que han abierto un nuevo camino que no se podía ver entonces? Lo reservamos para la vuelta.

Llegamos a la casa. Hay un pequeño edificio a la izquierda del camino que ya conocíamos. Pero, explorando un poco más, hay los restos de la casa principal a la derecha, que no conocíamos. Es la segunda novedad de hoy. Tiene una forma muy curiosa, como un pequeño castillo. Pep dice que el dibujo podría tener un origen medieval. La ilusión que le ha producido este hallazgo ha parado los estornudos en seco.

Los restos de la casa dels Trulls

Con el nuevo afán de exhaustividad, Pep nos hace subir sin camino para marcar el límite de los campos. Las terrazas se dividen por unas paredes imponentes que sugieren una presencia estable durante unas cuantas generaciones en este valle perdido. Seguimos subiendo, ya con pleno sol y temperaturas suaves, hasta el Coll dels Trulls, donde comemos.

 Una bañera de jabalís en el Coll dels Trulls, ¿creada por los cazadores?


Y la vista desde el Coll, con el pueblo de Guardiola en el valle y los campos de Sant Julià de Cerdanyola arriba

En el descenso, entramos en el camino nuevo que vimos en la subida. Su categoría es innegable y apunta directamente al Pont de Sant Joan con una pendiente suave pero constante. Sería el camino que usaba la gente de la casa para ir a Bagà.

El camino entra en una pista secundaria, donde su trazado se pierde. Decidimos dar por terminada la salida y bajamos la pista hasta entrar en la pista principal donde está aparcado el coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,6 km; 435 metros de desnivel acumulado.

9/1/2015 – La Bauma de la Moneda

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Una cadena de festivos nos ha impedido salir pero hoy es un buen día para volver al valle del Bastareny. En Berga, la temperatura ronda los 0 grados aunque la previsión es de temperaturas suaves al mediodía. En el coche, subiendo por el valle del Llobregat, Pep y Carles hablan de propietarios de casas que murieron hace 300 años, ajenos al display que marca la temperatura exterior pero yo, desde el asiento de detrás, tengo la vista clavada en los numeritos rojos, que en ningún momento suben por encima de -3ºC. “Empezamos mal el día”, pienso.

Pero el frío, con ejercicio, pasa rápido, dice Pep, y lo primero que quiere hacer es acabar el tramo inferior del camino de Els Trulls a Bagà. Cuesta de seguir, hay mucha interferencia por la pista que crea confusión con otro camino ya conocido que sube directamente hacia el norte, pero al fin logramos descifrar su recorrido y cerramos el expediente Trulls.

Nosotros lo investigamos todo ... piedra por piedra. Una barraca cerca del Pont de Sant Joan

Pero lo que realmente interesaba a Pep era ir a la casa del Molnell. Encima de esa casa, hay una cueva, la Bauma de la Moneda. Pep nos cuenta que sólo ha ido una vez, hace unos 30 años, cuando un cazador de Bagà le llevó allí, subiendo directamente montaña arriba. Pero está convencido que hay un camino y eso es lo que quiere encontrar.

Aparcamos el coche en la Font de la Dou, muy popular entre las familias en verano, pero hoy una auténtica nevera. Al no tocar nunca el sol en ese hueco, los árboles y la pista están cubiertos de una gruesa capa de escarcha blanca y del río sale un vapor blanco que da un aire fantasmagórico a todo. Pero a menos de 100 metros, ya toca el sol y vuelven los colores a la vegetación.

Un microclima polar en la pista de Molnell

Y una vista gélida del salto de l'Adou

Llegamos a la casa de Molnell y, pasado el pajar, vemos los restos del antiguo camino a la Pelosa, que seguimos. Años atrás, habíamos seguido algunos tramos más arriba, muy tapados, y este tramo, tan cerca de la casa, es nuevo para nosotros. Cruzamos una curva de la pista de Pelosa y volvemos a entrar en la maleza. Aquí vemos un camino algo perdedor que marcha hacia el oeste, primero bastante plano y luego con un ligero ascenso.

Pasamos por una zona de cultivo; buena señal. Seguimos subiendo y salimos a una zona llana, una especie de dehesa, con buenas vistas hacia Tancalaporta. Y al otro lado del Clot de la Vimboca, la pequeña iglesia románica de Sant Romà d’Oreis. Pero aquí no está la cueva. Pep señala otra zona llana que se intuye encima de una cuesta rocosa de fuerte pendiente. “Está allí arriba”, dice. “¿Y cómo llegaremos?”, pregunto mientras valoro las posibilidades de encontrar un paso. Pero Pep ya se ha marchado. Con cierta dificultad, superamos la barrera. Dos días después, todavía estoy sacando pinchos de las manos.

La pequeña iglesia de Sant Romà d'Oreis, perdida en las cuestas de la Moixa. 
Pep ha encontrado documentación para esta iglesia del siglo XIII

Vista de Tancalaporta desde la cueva

Una vez arriba, Pep nos guía con paso certero hacia un hueco en la roca, donde está la cueva. En el suelo, pisadas de rebeco. Y mucho humo en las paredes. Aquí vivía gente, de eso no hay duda. Comemos al sol con una temperatura casi primaveral, mirando las montañas de Gisclareny al sur. Sería un buen lugar para los neolíticos.

Desde el interior de la Bauma de la Moneda mirando hacia el suroeste

Es hora de iniciar el descenso. Nada más ponernos de pie, vemos el camino de bajada desde la cueva, que nos lleva a la zona llana abajo. Hay que decir que es imposible verlo subiendo desde abajo ya que se confunde con el bosque. Para no alargar demasiado la ruta, Pep decide bajar en línea recta, sin camino. Las hojas de roble en el suelo crean una superficie muy resbaladiza. Después de casi dos años yendo montaña arriba y montaña abajo, mis botas apenas tienen huella y más de una vez, patino sobre las hojas. Temo por mis ligamentos cruzados. Pero siguiendo rastros de animales, conseguimos llegar abajo sin novedad y volvemos al coche.

Pep se declara satisfecho con esta zona. Entre Molnell y La Muga, aún nos queda algún misterio. Y además, Pep tiene un nuevo proyecto: buscar las antiguas cruces grabadas en las rocas que marcaban los límites del municipio de Bagà. Ha encontrado un documento que las describe todas en el Archivo de la Corona de Aragón; ahora sólo falta encontrarlas sobre el terreno. Os iré informando.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 450 metros de desnivel acumulado.

13/2/2015 - Sant Joan de Montdarn

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Gripe, trabajo y una ola de frío se conjuran para impedirme salir pero Pep y Carles, en su afán incansable por reunir conocimientos han seguido saliendo, centrándose en el Baix Berguedà entre los municipios de Montmajor, Montclar y Viver i Serrateix. El 13 de febrero, por fin puedo salir, pero Carles no; la gripe también ha hecho estragos en su hotel y tiene que cubrir bajas. Aquel día, Pep me lleva a la iglesia de Sant Joan de Montdarn, situada en un punto visible desde muchos kilómetros a la redonda. Me regala una clase magistral sobre las diversas ampliaciones de la iglesia pero lo que realmente le interesaba eran unos surcos dejados por el paso de miles de mulas en la roca en un camino (ahora GR) que marcha hacia el oeste.

Sant Joan de Montdarn con el sol de la mañana

Toda esta zona fue gravemente afectada por los grandes incendios de 1994. Aunque quedan pocos restos visibles de aquellos días fatídicos de julio, tuvieron dos efectos que han perdurado: uno, para sacar la madera quemada, se abrieron multitud de pistas forestales que destruyeron muchos caminos y dos, fuera de las zonas de cultivo, los bosques de pinos han sido sustituido por pequeñas encinas, arbustos espinosos y zarzas, lo cual convierte cualquier intento de apartarse de las pistas forestales en un auténtico calvario.

Mirando hacia el norte

Pero yo nunca había estado en este municipio y me dejo guiar por Pep quien, al no tener a Carles con quien conversar, se muestra especialmente amable conmigo. El camino del surco desemboca en una pista de tierra y ya no volvemos a encontrarlo. Deambulamos aparentemente sin rumbo hacia el este. Antiguamente, aquí había viñedos y se pueden encontrar tinas excavadas en los afloramientos de roca donde se guardaba el vino en la Edad Media. Subimos crestas y pequeños cerros pelados y bajamos a los barrancos, llegando finalmente de vuelta a la iglesia sin que Pep me haya explicado realmente de qué iba todo eso.

En el primer plano, las ruinas de Cal Peirot y detrás, Les Cases. Al fondo, hacia la derecha, se divisa la torre de Sant Joan de Montdarn
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