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Channel: Caminando por el Berguedà
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15/11/2013 – Grau dels Boigs y Grau de la Canaleta

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La semana después, estuve en Inglaterra. Pep y Carles acabaron de enlazar con el Grau de la Mola y luego ese camino tan bonito al Coll de Sant Ramón.

Está resultando muy difícil sacar a Pep de esta zona. Después de hacer el Grau de la Mola y el Grau de Cal Aleix o Cal Sastre con Carles, ahora quiere hacer los otros ‘graus’ (el Grau dels Boigs y el Grau de la Canaleta) hasta el Grau de la Granota. “No tenemos los tracks”, dice a modo de justificación.

Hace más de 10 años, llegué solo al Grau dels Boigs desde arriba y ver un salto vertiginoso con sólo una barandilla oxidada como única protección fue suficiente para convencerme que, como dice su nombre, había que ser loco para bajar por allí. Pero no quiero hacer de aguafiestas y acepto ir allí.

La vista del pantano de La Baells mientras subimos hacia el Grau dels Boigs

Aparcamos en la entrada de la pista que lleva al Grau de la Granota. Al bajar del coche, nos abofetea el viento del norte. El invierno ha llegado de golpe.  Dejamos la pista para tomar el camino que lleva al Grau dels Boigs. Para gran sorpresa mía, veo que la subida ha sido acondicionada con peldaños de piedra. Un roble marca la entrada en el ‘grau’ propiamente dicho, con los restos de una barraca y un camino misterioso que marcha hacia la izquierda. Entrando en la fisura en la roca que nos llevará arriba, veo más peldaños y cadenas nuevas de trinca a modo de barandilla para dar más seguridad en los tramos más expuestos. “Bueno, no es para tanto”, pienso, evitando fijar demasiado la vista en el abismo a mi derecha.

 Entrando en el Grau dels Boigs

Casi arriba

Llegamos arriba, donde nos vuelve a dar la bienvenida el viento del norte. Hace un frío intenso y Puigllançada y Tosa d’Alp ya están espolvoreadas de nieve. Pero la visibilidad es excelente y los robles están en su punto. Giramos hacia la izquierda, hacia el Grau de la Mola. 
La vista hacia el norte desde el Pla de Borromba

Llegamos al siguiente ‘grau’, el Grau de la Canaleta y lo bajamos. Sigue una canal que baja en diagonal y también está acondicionada con peldaños de piedra. Antes de llegar abajo, vemos otro misterioso camino que sale a nuestra izquierda, como si quisiera ir al Grau dels Boigs. Lo reservamos para más tarde y seguimos bajando, entrando finalmente en los campos de Cal Aleix.

Bajando el Grau de la Canaleta

Volvemos al camino intermedio. Va siguiendo una estrecha faja o repisa a media altura en la pared, de unos 3 metros de ancho. Paramos en una pequeña explanada para comer con una vista inmensa delante – Sant Corneli abajo y al otro lado del río, Malanyeu, La Nou, Sobrepuny, y el pantano más abajo.

El camino de la faja


La vista desde nuestro 'comedor'

Continuamos pero la faja se va estrechando, ahora no mide más de dos metros y de repente, un árbol crecido en medio parece cortar las posibilidades de continuar. Pep cree que el camino ha terminado y busca un sitio donde hay un pendiente asequible para bajar. Pero yo veo que sólo 20 metros más allá hay un pequeño collado y la faja se vuelve a ensanchar. Carles también quiere continuar y conseguimos pasar el árbol donde volvemos a encontrar el camino.

El camino se estrecha

Pasamos el collado y el camino se vuelve a estrechar; ahora no mide más de un metro y medio y tengo una caída libre a 50 centímetros a mi derecha. Pero unos 30 metros después, vuelve a ensancharse, en una pared se ven clavos de vías de escalada, hay excrementos de vaca en el suelo – estamos salvados. Poco después, estamos en el roble a la entrada del Grau dels Boigs. “Corto pero intenso”, resume Pep.

La faja que recorrimos es la línea verde que se ve a media altura de la pared. El árbol a la derecha es la entrada del Grau dels Boigs

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 4,4 km; 250 metros de desnivel acumulado.

Nota histórica:
César August Torras, el famoso excursionista de principios del siglo XX, dice tajantemente en su guía del Berguedà que sólo hay tres ‘graus’ para pasar las Cingles de Vallcebre: Grau de la Mola, Grau de la Granota y Grau de Sant Climent. Lo que quería decir realmente era que sólo hay tres ‘graus’ que se pueden hacer con animales pero hay unos cuantos más que se pueden hacer a pie y que permitían a los habitantes de la zona ahorrar unos cuantos kilómetros en sus desplazamientos.

22/11/2013 – Grau de la Granota, Grau del Jou, Grau de Sant Climent

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Ya no hace falta preguntar a Pep dónde iremos. La única duda es si iremos a la izquierda o la derecha del Grau de la Mola. El hombre del tiempo había avisado de vientos fuertes del norte y frío. En la subida a Sant Corneli, los trozos de la carretera donde todavía no ha llegado el sol tienen una capa de nieve granulada o escarcha y Pep opta por la prudencia.

Aparcamos el coche en el mismo sitio que la semana anterior, en la entrada de la pista del Grau de la Granota. Nada más abrir la puerta, el viento nos golpea con fuerza. Resisto la tentación de volver a entrar en el coche y cerrar la puerta y nos ponemos en marcha.

Grau de la Granota

Nunca había subido este ‘grau’, precisamente porque es tan fácil. De hecho, está hormigonado para que suban vehículos pero las rocas a su alrededor tienen unas formas curiosas. Hacia el norte, se ven los efectos del ‘torb’ en el Moixeró, Tosa d’Alp y Puigllançada. El ‘torb’ es el nombre que se da en catalán al viento del norte que levanta la nieve. La temperatura baja en picado, la visibilidad se reduce a prácticamente cero y es muy peligroso.

Tosa d'Alp muestra su cara menos amable bajo el efecto del torb

Llegamos a la casa de Cal Menut; detrás, Puigllánçada y Tosa d'Alp

Con un fuerte viento, llegamos a la casa de Cal Menut, arreglada y habitada. Intercambiamos saludos con su dueña y luego buscamos el Grau del Jou, al otro lado de la casa. Es otra vía acondicionada que permite bajar a pie y conectaría con la casa del Jou. Antes de llegar al Jou, nos desviamos por un camino a la izquierda, que nos lleva prácticamente en línea recta a la casa de Soldevila, debajo del Grau de Sant Climent. Empezamos a subir el camino señalizado del ‘grau’ pero, antes de llegar a arriba, nos dejamos distraer por unos caminos que marchan hacia el norte.

Un Pedraforca nevado se asoma detrás de los cerros de Vallcebre

Pep se adentra en uno de ellos y Carles y yo compartimos un poco de conversación y chocolate, haciendo caso omiso de los gritos que nos llegan de vez en cuando desde donde ha ido Pep. En el ajetreo de la vida moderna, siempre es agradable hacer una pequeña pausa para comentar cosas de la vida con un buen amigo. Por fin vuelve Pep. “Vaya par de vagos”, dice. “No te quejes”, le contesto. “Somos todo lo que tienes”.

Miramos algún camino más pero van hacia las casas del Clotet y lo tenemos que dejar. Luego en casa, miro mis mapas y veo que todos estos caminos ya se hicieron hace algunos años. Esa manía de salir sin mapas, pienso.

 El camino gélido que sube al Grau de Sant Climent

El Grau de Sant Climent desde arriba, con el viento calmado

Volvemos a subir el grau. Hace un sol espléndido y el viento ha amainado, así que buscamos un sitio soleado y comemos. Para volver al coche, el camino más rápido es por arriba, por la ruta que va bordeando el borde del risco y marcado como PR (Pequeño Recorrido). Es una ruta altamente recomendable, con unas vistas kilométricas. En poco tiempo, llegamos a Cal Menut, bajamos el ‘grau’ y llegamos al coche.

Una parte del panorama desde el camino que bordea la Cinglera de Vallcebre, mirando hacia Sobrepuny

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,5 km; 500 metros de desnivel acumulado.

29/11/2013 – Grau Pastisser, Grau de Cal Gat y Grau del Llentiar

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Otra semana de frío y este viernes iba a ser el día más frío de la semana. El día antes, pregunto a Pep: “¿Salimos o nos quedamos en casa?”. Pero Pep no se da por vencido y, en el fondo, yo también quiero salir. “Lo probamos”, propone.

En el mapa del Alpina, salen dos ‘graus’ a cada lado de Cal Barbut, Grau Pastisser y Grau del Llentiar, pero nunca los habíamos localizado y tampoco se les da publicidad.

Dejamos el coche en la carretera, cerca de Cal Barbut. El termómetro marca -2ºC pero no hay viento. Al sol no se está tan mal. Detrás de la casa, vemos una fisura profunda en la roca. ¿Será el ‘grau’? Carles lo prueba pero no tiene salida. Pero lo que interesa más a Pep son unos agujeros cuadrados tallados en la roca pero no me deja decir nada más. El calor del sol rebota de la pared y quitamos guantes y gorros.

Esto no lo pudimos subir. Es La Canal, detrás de Cal Barbut. El 'grau' auténtico está más a la derecha

Continuamos caminando a pie de la roca hasta llegar a otra canal que parece factible pero muy tapada. Pep sube primero, oímos cómo pelea con el boj. Carles y yo subimos un poco más y esperamos noticias. Un bastón que golpea el boj, exclamaciones, palabras mal sonantes y de repente, “Estoy arriba. Subiros”.

Es uno de esos momentos en que uno no sabe qué es peor: seguir subiendo o intentar bajar. Otra opción sería quedar clavado y llamar a los bomberos pero la acabo descartando: si Carles y Pep han subido, yo también. Subo una cuesta francamente desagradable, agarrándome al boj que intenta arrojarme al vacío.

Al salir de este ‘grau’ dudoso y absolutamente no recomendable, me encuentro con un Pep sonriente que me extiende la mano. “Felicidades. Choca esos cinco”, me dice. Pero no estamos a salvo todavía. Arriba es una selva de boj que tapa un suelo rocoso lleno de agujeros rompetobillos. Avanzamos hacia el oeste, hasta ver un camino usado por animales que baja por la roca. Pep lo baja. Cuando vuelve, nos cuenta que llega a una faja que empalma con el ‘grau’ anterior, pero más abajo, y probablemente era el Grau Pastisser auténtico.

Intentamos encontrar el otro ‘grau’, el Grau del Llentiar, sin meter el pie en los múltiples agujeros que acechan bajo la vegetación, pero es imposible y acabamos bajando la cuesta hacia el norte, hasta entrar en el camino principal que va del Grau de la Mola al Grau de Cal Gat.

La belleza austera de los paisajes de invierno, desde el Grau de Cal Gat

Este ‘grau’ está acondicionado como parte de la Xarxa Lenta y antiguamente se podría haber hecho con animales. Evidentemente, César August Torras no llegó hasta aquí. En una zona llana con una vista espléndida, comemos.

Pep y Carles contemplan el paisaje en el Grau de Cal Gat

Bajamos hasta las casas de Fumanya y en la roca, hay más agujeros tallados de los que no me está permitido decir nada. Caminamos por los campos. El calorcillo del sol y el silencio generan una sensación de serenidad que contrasta con las emociones fuertes de hace unas horas. 
Arándanos, frutas de invierno

Entramos en un camino antiguo, que debe ser el camino de Fumanya a Cal Barbut y lo seguimos. Cerca de la casa, vemos una cuesta factible en la pared de roca que podría ser el Grau del Llentiar pero ya no queda tiempo para investigarlo.

Otra visión de Fumanya, desde el camino de Cal Barbut

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,1 km; 280 metros de desnivel acumulado.

6/12/2013 – La Solana de Malanyeu

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Hoy es festivo y no pueden salir ni Pep ni Carles pero Josep Mª sí. Suelo aprovechar las salidas con Josep Mª para hacer rutas más turísticas y esta vez no es ninguna excepción. Entre los muchos lugares que faltan en este blog, está Malanyeu.

Dejamos el coche en el cruce que va a la iglesia, al lado de la antigua escuela. Una pareja de escaladores de mediana edad se preparan para subir las paredes detrás de la masía del Llomà pero nosotros vamos en la dirección contraria, hacia Cal Frare. 

Lo que queda del Molí de Baix; la salida del agua se ve abajo

Desde allí bajamos, al Molí de Baix y de allí al Grau. Es un paso estrecho que permite pasar la Cingle del Devesó pero tiene la curiosidad de tener clavado encima una enorme roca a modo de tapón. El que vivía en Cal Frare me contó hace unos años cómo les había sido despertado una noche un gran estruendo y la mañana siguiente habían visto que había caído esta roca sobre el ‘grau’.

El Grau, con la roca que hace de tapón. No se aconseja quedar debajo admirándola, por si las moscas

Ahora está marcado como parte de una ruta de pequeño recorrido y continúa al otro lado por el bosque hasta llegar a las ruinas de la Solana de Dalt. Allí, en vez de seguir la pista, que sube en grandes zig-zags, busco el camino antiguo, que sube más recto, hasta llegar a la casa de la Solaneta.

Al llegar a la casa, salimos de las sombras y empezamos a tener calor. Hasta ahora, Josep Mª ha estado muy callado pero me confiesa que había quedado hasta muy tarde viendo películas en la tele y estaba un poco dormido. Pero ahora los dos nos empezamos a animar, como lagartos que pierden su letargia al calentarse al sol. El camino PR baja hacia el Rec de Malanyeu y la Roca de la Tuta. Es un camino nuevo para mí, no está en mis mapas y decido seguirlo.

Es una decisión del todo acertada. Bajamos por el bosque por un camino bonito, pasamos al pie de la Roca de la Tuta y llegamos a un edificio que había sido una molina que utilizaba la fuerza del agua para hacer funcionar las máquinas cortadoras.

La Font de les Travesses

Al llegar al torrente, volvemos a la umbría y el frío. Quería que Josep Mª viera la Font de les Travesses, uno de los reclamos turísticos de este pueblo. Es una fuente al pie de una gran roca con grandes hayas que le da un aire de misterio. Es un lugar muy agradable y fresco en verano pero una nevera en invierno y, para colmo, parece que todo el agua va canalizada por un tubo de goma al Llomà.

Continuamos subiendo por la pista, paralela al torrente, hasta que acabe. Desde aquí continúa un camino. Era el camino para ir con animales desde Malanyeu hasta Sant Julià de Cerdanyola o Falgars. Vamos subiendo por el bosque. Ya hemos ganado bastante altura y vemos abajo la casa del Llomà. En la cresta, giramos a la izquierda. De hecho, el camino continúa hacia el norte, bajando hasta la Collada de les Bassotes, convertido (o destrozado, según se mire) hace unos años en pista de desembosque, como he explicado en otra entrada en este blog.

En el camino de la cresta. Delante, la cara sur de la Cingle de la Rota y detrás, las Cingles de Vallcebre

El camino se estrecha

El camino de la cresta, también pintado con marcas amarillas y blancas de PR, empieza ancho, dando una sensación falsa de seguridad, pero se va estrechando hasta quedar en la mínima expresión, pasando al norte o al sur de una arista tan afilada como una navaja, o incluso encima del mismo filo.

El lector asiduo, conociendo mi poca afición a los precipicios, sobre todo los bilaterales, como nuestro amigo Armengué, podría preguntarse porqué di ese fatídico giro a la izquierda.

La cara norte de la Cingle de la Rota. Hacia el sur, la niebla cubre el Llobregat

Hace unos años, había recibido el encargo de hacer la descripción de la ruta de pequeño recorrido creada por Sant Julià de Cerdanyola, que recorre la periferia del municipio, incluyendo esta cresta. La hice con mucha trepidación, porque estaba solo. Más tarde, alguien me dijo que habían repasado esta parte de la ruta y tenía curiosidad por ver en qué había consistido este supuesto repaso. Hoy, lo veo igual de aéreo; lo único, quizás un poco más de pintura para que nadie se pierda o se equivoque.

Mirando hacia atrás. Por suerte, el camino pasa por la izquierda a la cara norte

Por fin, desviando la vista de las caídas verticales a mi derecha e izquierda siempre que pueda, llegamos al cruce con el camino del Mal Pas. Este camino viene de Sant Julià de Cerdanyola a Malanyeu casi en línea recta pero sólo es apto para hacer a pie. Hace unos años, sobre todo cuando tenía un piso alquilado en Sant Julià de Cerdanyola, había hecho esta ruta unas cuantas veces, antes de que fuera pintada como parte de la Xarxa Lenta. Incluso había traído a mi padre cuando éste debía rondar los 70 años.

El tramo ‘problemático’ de este camino es la bajada sur por una estrecha faja que recorre la pared vertical en diagonal y es el único paso posible. Hoy, está bien señalizado pero eso no impide que tenga algunos puntos un tanto delicados y, bajando por este paso precario, me quedo asombrado de que tuviera la insensatez de traer a mi padre aquí y de que, además, me siguiera sin decir ni pío.

En la Creueta. Detrás, la silueta inconfundible del Pedraforca

Por fin, llegamos a tierra firme, por así decirlo, y subimos la cuesta por el bosque hasta el lugar llamado La Creueta, el lomo encima del Clot de la Rota, con unas vistas enormes, y en una ‘bauma’ (o pequeño hueco en la roca) cercana, comemos. Dicen que para curar las fobias, hay que exponerse a los objetos o situaciones que las causan. He probado esta teoría con la dentista, con un éxito desigual, y también con los precipicios, también con unos resultados más bien regulares. En fin.

Bajamos por el bosque de robles hasta llegar a la casa de Molnell. Antes cuatro paredes que apenas se aguantaban en pie, alguien ha construido sobre el solar una casa de diseño que tiene cierto aire escandinavo. De montaña no tiene nada, pero tampoco es fea y está claro que a su dueño le sobra el dinero.

El nuevo Molnell

Volvemos a enlazar con la pista que va a la Font de les Travesses pero en vez de girar a la izquierda, giramos a la derecha y bajamos hacia el núcleo del pueblo, pasando por el Llomà. Al volver, vemos el lugar lleno de coches y gente.

 El Llomà

Mirando hacia el núcleo de Malanyeu

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,1 km; 630 metros de desnivel acumulado.

13/12/2013 – Grau del Moro, Grau de la Foradada, Grau de les Granoteres

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Hoy llegamos al Mikado con una novedad importante: no una sino dos preguntas, y una fecha, el 9 de noviembre de 2014. Los dos grandes partidos estatales se han puesto de acuerdo para defender la unidad de España e insisten en que la consulta no se celebrará.

“¿Dónde vamos?”, pregunta Pep. “¿Dónde quieres ir?”, es mi contrapregunta cautelosa. “Donde quieras. Estoy abierto al diálogo”, responde Pep pero aún recuerdo la acusación en octubre de que no le dejaba acabar los sitios y propongo hacer los tres últimos ‘graus’ que nos quedan en la Cinglera de Vallcebre.

Salimos de Berga con 0ºC pero en la carretera de Saldes ya son -5ºC y la hierba al lado de la calzada está blanca de escarcha. “Desde luego”, dice Pep, “pudiendo elegir cualquier sitio en el Berguedà, nos tienes que traer al más frío”.

Aparcamos el coche en el pequeño parking fuera del camping, delante de la carretera que va a Sant Corneli. Caminamos carretera arriba hasta la Foradada. Hace frío. El primer ‘grau’ es el Grau del Moro, que sale desde la fuente a pie de carretera. Después de un corto flanqueo, entra en una falla en la pared y la sube, con la ayuda de peldaños cortados en la roca y cadenas.

 Subiendo el Grau del Moro

Y una vez arriba

Llegamos arriba. Ya no tenemos tanto frío y giramos hacia la Foradada. Aquí se abrió a barrenadas un paso hasta la carretera, más que nada para el mantenimiento del teleférico que entre los años 40 y 60 transportaba el carbón desde el Coll de Pradell hasta el Collet, donde pasaba el antiguo ‘carrilet’ de Guardiola a Manresa.

El paso de la Foradada

Una de las estructuras curiosas cerca de la Foradada es el molino, que aprovecha un hueco en las rocas encima del torrente. El agua se hacía llegar por un canal de obra, bajaba por la maquinaria y salía por una especie de portal.

El molino

Todavía es muy pronto para ir al tercer y último ‘grau’, así que decidimos seguir un camino señalizado de la Xarxa Lenta que no conocíamos y que va a Vallcebre. Pronto se bifurca y subimos el camino de la derecha, reservando el camino de la izquierda para la vuelta. Entramos en el pueblo por Ca l’Andorrà. No me dejan tomar un café en el bar del pueblo y volvemos a salir por el otro camino, que pasa al lado de Cal Maçana, antiguo hostal.

El pueblo de Vallcebre

Entramos en un bonito camino que va bordeando los campos, cruza una pista y luego entra en un pequeño robledo con unas piedras muy sospechosas desparramadas por el suelo. 

 La primera parte del camino, que pasa entre los campos

Y la segunda parte, ya en el robledo

Llegamos a una carretera asfaltada y giramos a la derecha. Caminamos por un paisaje eminentemente agrícola con campos, prados y casas diseminadas. El contraste entre sol y sombra es marcado. Pasamos al lado de Cal Ton y finalmente nos plantamos delante del poste indicador del Grau de les Granoteres.

Antes de enfrentarnos al precipicio, decidimos reponer fuerzas y comemos. La seguridad del Camp de la Martina parece muy lejos y muy abajo; el poste avisa que el ‘grau’ no tiene conexión. Mientras Carles y yo compartimos chocolate, Pep baja a explorar. Unos 10 minutos después, vuelve. “Un camino magnífico, espectacular. Aunque hay un trozo de roca con hielo que no te gustará”, añade, mirándome a mí. Pero no me dejo asustar y paso el tramo de roca sin problemas y entramos en una especie de cañón.

 La entrada del 'grau'

Pasando por el cañón

El camino está acondicionado y baja por una estrecha fisura en la roca. La última bajada tiene peldaños de hierro y cadenas y salimos a una faja intermedia con caminos a la izquierda y derecha.

Pep y Carles me esperan al pie de la última bajada acondicionada del 'grau' 

Giramos a la derecha y el camino parece acabar en una gruta formada por una roca adosada. Vemos clavos que marcan vías de escalada. Probamos el camino a la izquierda. Ha sido limpiado, se supone por escaladores, y se ve alguna vía. Sin embargo, el camino se hace cada vez más precario y tampoco tiene intención de bajar sino que va siguiendo una repisa cada vez más estrecha. Al final, parece que nuestro escalador se cansó de limpiar y nos deja tirados sin más opciones que dar la vuelta.

La explanada pasada la pseudogruta, pero aún faltaba un último escalón de bajada

Volvemos a pasar por la pseudogruta y tras un flanqueo un poco delicado, el camino se vuelve a ensanchar y forma una explanada. Me paro para tomar fotos y cuando continúo, veo que Pep y Carles ya han bajado un tramo de roca que, esta vez, no tiene cadenas ni ningún otro tipo de ayuda, y me están esperando.

“Cuidado, Steve”, me dice Pep. No falla. Podría decírmelo antes de pasar, para que me fijara en cómo lo hace él pero no, cuando ya ha alcanzado un lugar seguro, da la vuelta y me dice que tenga cuidado. “No soy tan torpe como él quiere hacerme creer”, digo para mí mismo en tono desafiante. Me deshago de todos mis bienes terrenales: bastón, mochila, cámara y sombrero, para que no me estorben, y bajo la roca.

Aunque no lo parezca, el 'grau' baja por una fisura escondida aquí, saliendo en la roca cuadrada en el centro. La pseudogruta está a la izquierda.

A partir de aquí, es un descenso por el bosque hasta llegar al prado grande que veíamos desde arriba. Bajamos por un paisaje helado hasta llegar al coche.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9 km; 600 metros de desnivel acumulado.

3/1/2014 – Caminos de Espunyola a Capolat

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Pep pasa el año nuevo fuera del Berguedà así que somos Carles y yo. Aprovecho para proponer una ruta turística: el GR que sube desde Espunyola a Capolat. Detrás de Espunyola, se erige una línea de ariscos de piedra arenisca, que es la continuación de Les Marías que empiezan en La Valldan. Sin embargo, hay múltiples rutas para subirlos, muchos de los cuales aprovechan los barrancos creados por el agua. De hecho, en esta ruta, subiremos por uno y bajaremos por otro.

Han pasado unos cuantos años desde la última vez que subí el GR. En esa ocasión, estaba bastante estropeado por una explotación forestal agresiva, con la abertura de pistas nuevas.

Aparcamos el coche en la Iglesia de Sants Metges, al lado de la bonita casa de Cal Macià, dedicada al turismo rural. Hace sol y las temperaturas son anormalmente suaves para la época del año. Primero vamos por una pista entre grandes bloques que han caído a lo largo de la historia desde las imponentes paredes de roca detrás. Vamos alternando tramos de camino y de pista; el paso del tiempo ha suavizado el impacto de las pistas de desembosque pero todavía son bastante feas y pedregosas.

En la pista al inicio de la ruta, pasando por un bloque centenario

Mientras subimos, lejos de los oídos de Pep, Carles me hace una confesión: “Tu blog está muy bien, Steve. Sólo le falta la parte histórica”. Yo también tengo que hacer una confesión. En realidad, estoy escribiendo el blog para los nietos de Carles. Cuando le digan: “Avi, avi, cuéntanos otra vez cuando salías a buscar caminos con Pep y Steve”, no tendrá que esforzar mucho la memoria y siempre tendrá a mano un cuento nuevo.

Carles contempla la vista, con Montserrat al fondo 

Como ya he dicho en una entrada anterior, Pep ya había hecho un catálogo de todos los caminos – absolutamente todos – de Capolat por encargo del Ayuntamiento antes de que empezara a escribir el blog y por eso no tenía razones para volver, excepto para hacer turismo. Sin embargo, yo sí que tenía una colita (ver Glosario) que salía de la casa de Casanova de Folgues y pensaba incluirla en la ruta de hoy.

 El tramo final de la subida, donde el camino todavía se conserva intacto

El Salt de Sallent

Llegamos arriba, pasando al lado del Salt de Sallent, que se convierte en una espectacular cascada en épocas de lluvia. Un camino a la izquierda va a Cal Feneca, una vivienda habilitada dentro de una cueva y ahora vallada para usar como refugio de cabras u ovejas por el habitante de una pequeña rulot, actualmente vacía.

Cal Feneca; todavía se ven los restos de algunas paredes

Seguimos por el GR pero antes de llegar a la casa de Comamorera, nos desviamos por un camino que nos acaba llevando a la iglesia de Sant Martí de Capolat. Con la iglesia a la vista, giramos a la derecha para buscar el camino de Casanova de Folgues, que encontramos tras algunas dudas en un estado bastante tapado.

La iglesia de Sant Martí de Capolat y su rectoría, con las rocas de Els Tossals detrás. Aquí sí se notaba el viento del norte y nubes amenazadoras cruzaban el cielo a gran velocidad

En los prados delante de la casa, comemos. Si no fuera por el color amarillo de la hierba y el hecho de que estamos en enero, casi se podría pensar que estamos en primavera. Pero no nos engañemos, el invierno acaba de empezar y quedan al menos dos meses en que puede pasar de todo.

Por fin, ha llegado el momento de seguir mi ansiada colita. Pasamos detrás de la casa y veo que el caminito que había allí ha desaparecido y en su lugar hay una pista. De todos modos, atando cabos, lo más probable es que llevara a unos campos cercanos así que no me duele demasiado su pérdida. Pero ahora me he quedado sin objetivos y divagamos sin rumbo por el bosque.

Decido subir hacia la Serra de la Llosa en busca de más caminos. Encontramos un camino de linde entre fincas, que en el llano arriba se convierte en pista. Llegamos otra vez a la carretera, esta vez con la iglesia de Sant Martí a la izquierda y el Santuario de Tossals delante. Y volvemos a girar a la derecha para volver a bajar.

Pasamos por una zona extensa de cultivo, ahora convertido en bosque. La regularidad de los pinos sugiere una plantación. El ambiente es muy tranquilo y soleado; vamos bajando en silencio por una pendiente suave.

El pequeño pantano de Espunyola

Llegamos a la pista que lleva al pantano de Espunyola. Dejamos el pantano a la izquierda y seguimos bajando por una pista pedregosa con bastante pendiente. Por suerte, Carles ve a la izquierda los restos del camino antiguo y bajamos. Ya conocía la existencia de este camino pero lo que no sabía era que llegaba tan arriba. 

El camino que baja del pantano a Sants Metges

Doscientos metros después, el camino se pierde, sepultado por las obras de la pista y bajamos sin camino por la cuesta hasta encontrar la parte conocida del camino, ahora convertido en un tramo de la Xarxa Lenta. Es un camino sinuoso que pasa con una pendiente suave entre las encinas y esquivando grandes bloques de piedra caídos desde arriba. Es altamente recomendable, en mi opinión la ruta más atractiva entre las señalizadas para ir de Espunyola a Capolat. Bajar este camino ha sido posiblemente lo mejor de la salida de hoy.

La iglesia de Sants Metges con el cementerio detrás

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,5 km; 500 metros de desnivel acumulado.

10/1/2014 – El Camino de Sant Julià de Freixens a Vallcebre

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Hoy, es Carles que no puede venir. No es la primera vez que Pep se entusiasma con una zona que durante años había descartado, por no decir despreciado. Esta vez le ha tocado a la zona central de Vallcebre, entre el núcleo del pueblo y la Foradada. Mirando el mapa antiguo de la Minuta, muchos caminos ahora son pistas pero hay el camino desde Sant Julià de Freixens, que se bifurcaba desde el camí ral del Collet a Saldes y Gòsol (ahora convertido en la Ruta de Picasso) y que Pep está convencido que no pasaba por la carretera actual.

Al no venir Carles, ninguno tiene los caminos de la Minuta en el GPS y vamos medio ciegos. Suerte que Pep lleva parte de la ruta en la cabeza. Aparcamos el coche en el mirador de Cap Deig en la carretera e intentamos encontrar la bajada hacia la iglesia de Sant Julià de Freixens, dejando las mochilas en el coche. El resultado es un fracaso rotondo. Las obras de la carretera actual lo han removido todo, borrando cualquier indicio del camino.

Al otro lado de la carretera, vemos algún resto, convertido en antigua pista, que iba hacia el ‘grau’ pero no tarda en ser cortado por la carretera. Volvemos al coche. Mirando hacia arriba, veo una abertura sospechosa en las rocas y planteo la posibilidad de que el camino pasara por ahí.

Paso del antiguo camino encima de la carretera actual, en Cap Deig

Nos ponemos en marcha para subir la pequeña cuesta. Un payès que viene en coche por la pista de La Barceloneta, nos toma por unos excursionistas extraviados y nos pregunta dónde queremos ir. Intento explicarle en mi catalán británico que estamos buscando caminos antiguos y le enseño la abertura en la roca. “Por allí pasaba la antigua carretera”, dice. Así que lo que fue camino en los años 20 ya era carretera en los años 60.

Llegamos al punto en cuestión y confirmamos que por allí pasaba el camino. Damos la vuelta y buscamos la continuación hacia Vallcebre. En los campos encima de la casa de Cal Berto vemos dos hileras paralelas de piedras, signo inequívoco del camino. Lo perdemos en el Torrent de la Jou y lo volvemos a encontrar subiendo hacia el cementerio.

El trazado del camino antiguo cerca de Cal Berto

Entramos en el pueblo. Hoy, Pep tampoco me deja tomar café en el bar del pueblo. En su mente ordenada, no hay lugar para esos pequeños vicios que tenemos los demás mortales. Volvemos a tomar el mismo camino que la semana pasada, saliendo de Cal Maçana, pero esta vez continuamos hasta el molino, siguiendo otro camino antiguo de la Minuta. 

Las ovejas buscan calor bajo la línea de alta tensión

Cal Andorrà; la casa antigua se ha convertido en pajar

Se acerca la hora de comer y las mochilas, con la comida y el agua, están en el coche. “¿Cómo vamos a subir al coche?”, pregunto ingenuamente, pensando en que tenía otro camino antiguo para subir. Pero no, busca la línea de roca blanca que es la continuación de la Cingle de la Foradada. Aquí no hay ningún camino pero se ha marcado un paso entre las rocas que sube hacia arriba. Tiene algunos puntos que se acercan incómodamente al borde del precipicio pero, como contrapartida, ofrece unas vistas espléndidas hacia el norte, con Gisclareny, el Cadí y Pedraforca.

Pica el sol e, intentando no mirar demasiado el abismo a la derecha, paso toda la subida pensando en la botella de agua que me está esperando en el coche. Por fin, llegamos, cogemos las mochilas y buscamos un lugar soleado en las rocas.

Tenemos una vista prácticamente de 360º. Mientras comemos, la vamos recorriendo con los ojos, anotando mentalmente los caminos que van cruzando valles, collados y bosques. “La verdad es que hemos estado en todas partes”, resumo. “Cierto”, contesta Pep. “Ahora toca repasar y enseñar a los jóvenes”.

Parte de la vista desde nuestro comedor

Cómo aún tenemos tiempo, Pep quiere intentar una vez más encontrar la bajada a Sant Julià de Freixens, desplazándonos un poco más hacia el este. Pero el resultado es el mismo. Definitivamente, aquí el camino desapareció sin dejar rastro.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,5 km; 350 metros de desnivel acumulado.

17/1/2014 – El Boixader de Vallcebre

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Por fin estamos al completo. Pep me había dicho el día antes que quería ir a la zona de la pequeña ermita de Santa Magdalena, llamada el Boixader, donde también había caminos de la Minuta. Como indica su nombre, es básicamente una zona de boj y pinos.

En años anteriores, había constatado que era una zona complicada. Hay unos cuantos caminos limpiados y señalizados: uno este-oeste que bordea el arisco y dos o tres en sentido norte-sur, y otros todavía sin señalizar y muy tapados. Aquí se mezclan caminos de comunicación, caminos de una antigua explotación forestal y alguno creado a partir de la nada para completar una ruta senderista. Como he dicho, una zona complicada.

Antes de ir al Grau de la Mola, Pep quería buscar el camino antiguo, indicado en la Minuta, desde Sant Corneli al Grau de la Granota. Aparca el coche encima de Sant Corneli y encontramos los restos del camino en una cresta después de atravesar unos campos. Mientras Pep y Carles intentan seguir el trazado, vuelvo a la carretera y me entretengo fotografiando la niebla que sube desde el valle del Llobregat. 

 La niebla llena el valle del Llobregat, mirando hacia el sur

Y que acaba entrando en los campos de Sant Corneli

Por fin, vuelven; el camino se perdió poco después de cruzar la carretera. “Tampoco encontramos la casa de Capdevila; por esa casa pasaba el camino”. Les señalo el buzón a pie de carretera donde pone “Casa Capdevila” y al final de la pista, se ve la casa, ahora reconstruida. Como muchos académicos, a veces se olvidan de lo obvio.

Subimos el Grau de la Mola. Es una fisura amplia en la Cingle que permite superar la roca vertical sin esfuerzo. Como he dicho en otra entrada, era una vía importante. Pep quería encontrar el camino a Vallcebre desde el Grau. Descarta un camino que baja en diagonal a la derecha, que parece morir al poco rato, y seguimos el camino señalizado hacia la derecha, que sigue la línea de la Cingle. Tras pasar el cortafuegos bajo la línea de alta tensión, vemos un camino que baja hacia la izquierda, hacia las casas del barrio llamado Les Comes.

El camino que sube el Grau de la Mola

A medida que bajamos, el camino va perdiendo entidad pero de repente, entramos en un camino transversal, limpio y señalizado, que no conocíamos antes. A la derecha, vemos que marcha hacia el Grau de la Granota; a la izquierda, hacia las casas del barrio de Belians. Pero no acabamos de enlazar sino que nos distrae un camino que sube. Vamos dejando caminos que marchan hacia la derecha y la izquierda, cruzamos el camino señalizado que baja desde el Grau de la Mola hacia Santa Magdalena y acabamos en el camino señalizado que va del Grau de la Mola al Grau de Cal Gat.

Bajamos por otro camino de desembosque que yo tenía como colita. Llevamos unas cuantas horas en la umbría sin ver el sol y el frío se empieza a notar. Por fin, salimos del bosque, cruzamos antiguos campos y entramos en la pista que va a la ermita de Santa Magdalena desde las casas de Belians.

La pequeña ermita de Santa Magdalena, perdida en el bosque (foto de 2005)

Pero no vamos a la iglesia sino que seguimos bajando hacia el noreste por la cresta por campos abandonados. Tiene toda la pinta de ser un camino antiguo. Cruzamos otra pista y salimos bajo la línea de alta tensión con Cal Victoria a la vista. Ya estamos al sol, bajo el cortafuegos, una banda ancha de terreno sin árboles, con sólo roca y hierba. El viento, aunque viene del sur, es gélido. Buscamos un sitio resguardado para comer, bañados por la energía electromagnética irradiada desde la línea eléctrica encima de nuestras cabezas. A ver si nos carga un poco las pilas que, con nuestra edad, bien nos hace falta.

Después de almorzar, subimos la cuesta desnuda bajo las líneas, buscando el camino transversal señalizado que dejamos esta mañana. Lo encontramos y esta vez lo seguimos hasta empalmar con una pista conocida. En la misma pista vemos otro camino que sube y entramos de nuevo en una zona laberíntica. A medida que vamos subiendo, nos damos cuenta que algunos de los caminos que veíamos marchando hacia la derecha y la izquierda en realidad eran grandes curvas de un mismo camino.

Bajo la línea de alta tensión, donde comimos, mirando hacia la Moixa y el Cadí

Aquí, el uso mixto de los caminos, unos sinuosos para ir a pie, cortados por otros rectos para bajar troncos, daría para una tesis doctoral. A medida que vamos subiendo hacia el Grau de la Mola, el camino se hace cada vez más borroso. A fuerza de ir hacia adelante y hacia atrás, vamos aclarando su trazado pero estoy seguro de que si vuelvo mañana, lo volveré a perder y haré un trazado diferente.

Finalmente, salimos en el Grau de la Mola, por el mismo camino que había descartado Pep por la mañana. Pep asume con naturalidad el error; no es la primera vez que le pasa.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,7 km; 550 metros de desnivel acumulado.

24/1/2014 – A la sombra de la Roca de Castellar

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Está resultando imposible sacar a Pep de Vallcebre. Sufro por mis lectores por la falta de atractivos turísticos pero la verdad es que desde hace tiempo estoy llenando mis mapas con rayas rojas en unos cuantos lugares donde antes había muy poco.

En la carretera de Saldes, pasada la bifurcación a Vallcebre pero bastante antes de llegar a Maçaners, se ve a la izquierda una gran pared de roca blanca, es la Roca de Castellar. Hace unos 6 ó 7 años, antes de empezar el blog y antes de saber que existían los mapas de las Minutas, habíamos explorado un poco a ciegas la periferia del municipio de Vallcebre, simplemente porque lo teníamos todo en blanco en los mapas. En esas salidas, habíamos visto un camino que bajaba desde los campos cerca de la casa de La Muga hacia la carretera de Saldes.

Pep proponía dividir la salida en dos partes: primero, dilucidar los caminos a Vallcebre bajo la Roca de Castellar y luego buscar la casa de Ca l’Esgarrifós, en el camí ral de Gòsol, hoy la Ruta de Picasso.

Aparcamos el coche en la carretera pasado el cruce de Vallcebre. El hombre del tiempo había pronosticado frío y viento del norte. Frío hay pero viento no; hay placas de nieve helada de una nevada anterior por todas partes.

Anotamos los restos de una torre del teleférico  que bajaba de l’Espà a Hostalet, al lado mismo de la carretera, nos adentramos en el bosque y enseguida vemos las marcas amarillas de la Xarxa Lenta. La verdad es que el Ayuntamiento de Vallcebre ha trabajado mucho en la recuperación de caminos antiguos y ahora dispone de una red muy completa, integrada en la Xarxa Lenta.

El camino de La Muga

Viendo como Pep y Carles se afanan en fotografiar una pila de piedras que antes era una barraca (o quizás algo más antiguo, dicen ellos), no puedo reprimir una sonrisa. “Eso que hacemos nosotros, eso es lo que perdurará y pasará a la historia, no esa crónica de trivialidades que escribes tú”, me dice Pep. “Te equivocas”, contesto. “Algún día harán una película basada en mi blog”. “Sí”, añade Carles. “Y mi papel lo hará George Clooney”. Ya veremos quién se ríe el último, pienso.


Estamos sobre el camino de la Minuta. Pasamos entre campos aterrazados perdidos en el bosque y luego ganamos altura, pasando al pie de la Roca de Castellar. Es un camino muy recomendable y nos lleva directo a la Muga. ¡Pero no es mi camino! En la subida, dejamos otro camino que marcha hacia abajo y que probablemente enlaza con él.

Pasando al pie de la Roca de Castellar

Salimos en los campos de La Muga. Me detengo un momento para sacar fotos y al volver a emprender la marcha, resbalo sobre una placa de nieve helada y caigo como un saco de patatas al suelo. Suerte que hice judo de niño y lo único herido es mi dignidad.

 La vista hacia el norte desde el Pla de la Perdiu

La casa de La Muga

En La Muga, una casa habitada, el camino continúa hacia Vallcebre pero nosotros damos la vuelta. Vuelvo a resbalar sobre la misma placa de hielo pero esta vez consigo mantenerme de pie. Seguimos el camino que dejamos en la subida y efectivamente enlaza con el camino que vimos hace tantos años ya, que sale en el Pla de la Perdiu. No ha cambiado nada.

Volvemos a bajar, llegamos a la carretera y cruzamos, entrando en la pista que va a la casa de El Solà y ahora parte de la Ruta de Picasso. Pep aún alberga esperanzas de encontrar el camino desde Sant Julià de Freixens hasta Vallcebre. En la última curva de la carretera antes de llegar a Sant Julià de Freixens, se mete en el bosque y por fin lo encuentra: un surco inconfundible que sigue una amplia cresta. Lo seguimos hacia arriba, entrando nuevamente en la carretera donde lo estuvimos buscando infructuosamente hace dos semanas y donde las obras de la carretera se encargaron de borrarlo. Damos la vuelta y lo seguimos hacia abajo, cruzando la carretera de Saldes y entrando en la pista que va a Sant Julià de Freixens.

 La iglesia de Sant Julià de Freixens, con las montañas del Catllaràs detrás

La 'Tumba de la Señora', en el cementerio de la iglesia. Sus orígenes son medievales; observad el dibujo a la izquierda

Almorzamos en los bancos al lado de la iglesia de Sant Julià. Con energías renovadas, ponemos rumbo hacia el oeste para buscar Ca l’Esgarrifós. En un punto donde la pista que va a El Solà gira hacia el norte, el camino antiguo continúa hacia el oeste, subiendo una pequeña cuesta, y allí abajo, se ve una forma cuadrada de dos hileras de piedras, que es todo lo que queda de la casa de Ca l’Esgarrifós. 

Los restos de Ca l'Esgarrifós

Este tramo de la Ruta de Picasso es quizás uno de los mejor conservados, con muros a cada lado para separarlo de los campos y un poco del empedrado original. Intento ponerme en la piel de un viajero de ciudad subiendo a lomo de mula, pasando al lado de esta humilde casa. Intento imaginar un mundo sin pistas forestales y sin carreteras, los caminos no están señalizados pero siempre están limpios, conservados y reparados por los propios habitantes, los montones de piedras son casas con gente que entra y sale de ellas, y los campos son labrados. Por debajo de esta pátina bucólica, también habría la pobreza, la falta de recursos, mala salud, el poder del cacique local y una minería incipiente que empezará a transformar el paisaje.

Y el camino que sube detrás de la casa

Mi viaje en el tiempo dura 300 metros, cuando el camino vuelve a entrar en una pista, ya muy cerca del coche.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,2 km; 480 metros de desnivel acumulado.

7/2/2014 – Las nieves de Conangle

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El viernes siguiente, Pep tenía una reunión y no podía venir; me lo dijo el miércoles por la noche. El jueves a primera hora fui corriendo al hotel para anular la salida; ya estaba bien de pasar frío, pensé. “Steve no quiere salir conmigo”, Carles chivaría más tarde a Pep. “No aporto interés narrativo a su blog”.

Seguimos con los caminos de la Minuta de Vallcebre. Ahora Pep quiere ir hacia arriba, al barrio llamado La Muntanya, detrás del Grau de Vallcebre y luego volver por uno de los ‘graus’ de las Cingles de Conangle y pasar por otro grupo de casas que conforman un barrio llamado Belians.

Aparcamos el coche en el pueblo de Vallcebre y emprendemos la subida por la carretera. El camino antiguo hacía una línea más recta pero con tantas casas, se ha perdido. De todos modos, parece que lo de las fichas va en serio y Carles no da abasto, sacando fotos de todo y apuntándolas en una libreta nueva de estreno.

La bonita casa de El Masot

De la nieve que tuvimos abajo hace dos semanas, prácticamente no queda nada pero en los campos de Vallcebre, todavía se ven grandes extensiones de blanco. Sin embargo, hace sol y los pájaros cantan; parece que la primavera se acerca. A medida que subimos, vamos viendo cada vez más placas de nieve y hielo. Detrás del Grau de Vallcebre, hay nieve en todas las zonas donde no toca el sol, sobre todo en la carretera que va a Fumanya.


Vista hacia el noreste; abajo se ve la cúpula del observatorio astronómico de Cal Metge

Nos desviamos un momento para visitar el mirador, con vistas panorámicas de todo Vallcebre y, de hecho, de toda la línea de montañas que conforman el Parque de Cadí-Moixeró. El mirador está construido a la salida de unos túneles, construidos a su vez para pasar el teleférico desde las minas del Coll de Pradell.

 Los túneles del teleférico

Y el mirador con su vista. Carles no para de sacar fotos para sus fichas

Abajo, en el pueblo de Vallcebre, hace sol pero se ven chubascos de nieve en el Moixeró y Tosa d’Alp y unas nubes muy negras se asoman detrás del Cadí. Diez minutos después, ya está nevando en las montañas de Gisclareny y se acerca al valle de río Saldes.

Volvemos a la carretera y contemplamos unos planos mostrando todos los caminos señalizados y las vías ferratas. De repente, me doy cuenta que los pájaros han callado y en su lugar, hay un silencio sepulcral. Doy la vuelta y miro hacia el norte. Las nubes negras que hace tan sólo media hora parecían tan lejanas, ahora las tenemos encima.

Cuando se lo digo a Pep, me mira con expresión irritada por haber interrumpido su estudio de los planos. “Aquí no nevará”, sentencia. Poco después, emprendemos la marcha por la carretera de Fumanya, bajo un cielo cada vez más negro. Mientras Pep y Carles van delante, hablando de sus cosas, yo intento no resbalar sobre el hielo, imaginándome los titulares de mañana: “Tres excursionistas desparecidos tras la tormenta del siglo en Vallcebre. Todo parece indicar que fue una imprudencia”.

Una antigua explotación a cielo abierto cerca de la carretera hacia Coll de Fumanya. Aquí se ven pisadas de dinosaurio todavía en buen estado

Una foto ampliada mostrando las huellas

La nieve en el suelo nos impide ver el punto de salida de la carretera para buscar el camino del paso de Conangle. Cuando por fin lo encontramos se oye un sonido de repiqueteo en los árboles, como si estuviera granizando, pero no llega nada al suelo. Cinco minutos después, empiezan a llegar al suelo unas bolitas como las que se toman en remedios homeopáticos. Se va haciendo cada vez más intenso a medida que subimos al ‘grau’.

El camino hacia el grau de Conangle

Por fin llegamos y pasamos a la cara este. Buscamos un refugio entre las rocas para comer nuestros bocadillos mientras observamos una cortina de bolitas que se va haciendo cada vez más densa. Comemos con prisa y decidimos abandonar nuestro refugio precario. Temiendo por mi electrónica, guardo el GPS y la cámara en la mochila. Pep saca una capelina roja de la mochila y se la pone. Con lo apretado que la tiene abrochada bajo el mentón y la mochila debajo, se parece a un cruce siniestro entre David el gnomo y una Caperucita Roja jorobada. Lástima que he guardado la cámara pero de todos modos me veta cualquier foto.

A pesar de la lluvia de bolitas, podemos ver que estamos siguiendo un camino hecho con mucha arte, que busca la manera más fácil de bajar la roca, con zigzags muy cerrados, y reforzado en los bordes con piedras. Salimos de las rocas, entrando en una cuesta de pinos. Aquí se bifurca el camino y vamos a la izquierda, hacia Vallcebre.

El cielo se despeja yendo hacia Els Estanys

Deja de granizar y Carles saca su GPS, donde tiene grabados los caminos de la Minuta. Nos lleva a la casa dels Estanys, una casa apartada a medio camino entre Vallcebre y la ermita de Santa Magdalena. Aquí vivió un tal Jep Busoms, un cabecilla algo sanguinario de una revuelta absolutista contra las reformas liberales de la década de 1820. De su casa queda poca cosa y él fue fusilado en Olot en 1828. La casa no sale en el mapa del Alpina, así que aquí están las coordenadas UTM: x=402140, y=4672065.

A partir de aquí, vamos por pistas y caminos conocidos hasta el pueblo de Vallcebre. Mientras Pep y Carles miran un puente, aprovecho, por fin, para tomar un cortado en el bar.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,5 km; 440 metros de desnivel acumulado.

14/2/2014 – El camí ral desde el Collet d’Eina hasta Hostalets

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En entradas anteriores, he hablado de la Ruta de Picasso. Conmemora la estancia del artista en el pueblo de Gòsol en 1906 y pretende seguir el recorrido del antiguo camí ral. Sin embargo, por razones sin duda justificadísimas, sale del pueblo de Guardiola y en vez de seguir el valle, sube al Vilar (ver la salida del 30/9/2011), flanquea a media altura hasta el Col dels Fangassos, cruza el río Saldes a la altura del Castellot y no se junta con el camí ral auténtico hasta els Hostalets.

Sin embargo, el camino auténtico arranca desde el camí ral de Berga a Bagà en el Collet d’Eina, donde el río Saldes se junta con el Llobregat y marcha más o menos paralelo a la carretera actual pero unos 75 metros más alto. Hace unos cuantos años, antes de empezar el blog y antes de saber que existían los mapas de la Minuta, lo habíamos descubierto casi por accidente pero intuyendo su presencia por el relato del ilustre excursionista Cesar August Torras en su guía de itinerarios del Berguedà.

Hoy nos proponíamos hacer todo el recorrido del camí ral desde el Collet hasta Hostalets, gracias al track de la Minuta en el GPS de Carles. También había otro tema: desde hace más de 10 años, cada vez que bajaba la carretera desde Saldes, veía un camino que marchaba hacia arriba, a la altura del Castellot. Intuía que debía ir al Mas de Pei pero nunca lo había seguido. Propuse a Pep que lo hiciéramos hoy.

Aparcamos en un espacio al lado de la carretera frente a esa colita (ver Glosario) que hoy, por fin, iba a dejar de serla. Tras una corta subida, entramos en los campos del Mas de Pei y el camino sigue un afloramiento de rocas en el bosque, donde vemos una multitud de estructuras muy sospechosas y que sugieren algo muy antiguo.

Habiendo establecido la conexión con el Mas de Pei, giramos hacia el este con la intención de buscar el camí ral, primero por campos y luego por bosque pero sin camino. Entramos en una pista muy antigua que nos lleva al pie de una tolva de hormigón. Hemos encontrado la Mina de Durruti, una mina pequeña explotada durante la Guerra Civil. Subimos hasta el comienzo del cargador; allí hay una caseta de piedra y unos hundimientos, que sería la antigua mina. Desde aquí, sale un camino que enlaza en unos 50 metros con el camí ral. Lo habíamos anotado en su día como una colita pero sin sospechar lo que había al final.

La tolva del cargador de la mina de Durruti

A partir de aquí, seguimos el camí ral hacia el este. Tiene un perfil inconfundible y al pasar por zonas de roca, está bastante limpio. Los puntos despejados dan buenas vistas sobre el valle del Saldes. Llegamos a la última cresta para bajar al Collet y el camino inicia un descenso en línea prácticamente recta. Ya no está tan limpio y se va tapando a medida que bajamos. Anotamos caminos que van marchando hacia la derecha para investigarlos a la vuelta.


Diferentes tramos del camí ral

Llegamos abajo, a la altura de la fábrica de cemento (es proveedor de cemento para la Sagrada Familia en Barcelona, utilizando piedra extraída de una mina en el Collet). Anotamos el camino de Castellot y Cal Griera y lo seguimos hasta que quede cortado por la carretera actual. Al volver a subir, vemos que esos caminos que marchaban son en realidad curvas del camí ral que quedaron cortadas al hacer el tubo que baja agua desde el canal de la Foradada hasta la central eléctrica en el puente de Guardiola. Desde el tubo, hay buenas vistas del castillo de Guardiola. Desde hace un par de años, se han hecho campañas para limpiar el bosque y poner al descubierto la muralla y un par de torres, además de la torre de homenaje, que es lo único que se ve desde la carretera de Guardiola, encima del túnel.

El castillo de Guardiola

Seguimos hacia el Mas de Pei. El camino se convierte en pista y luego vuelve entrar en el bosque, dejando a la derecha el cortafuegos de una línea eléctrica. Dejamos a la derecha el Mas de Pei, donde hay un par de hombres trabajando, y entramos en la pista de la casa, saliendo en la carretera de Saldes. Aquí, según el GPS de Carles, cruza la carretera, entra en el bosque y sale en la pista de Hostalets al lado de la casa de Griera.

Aquí Pep nos informa que quiere ir al Molino de Bosoms. “No tengo fotos”, dice a modo de justificación. Yo quería seguir una colita en la dirección opuesta, hacia Castellot, pero Pep es inflexible. “La próxima vez”, me dice.

Seguimos la pista. “El camí ral se marcha a la derecha”, dice Carles de repente. Allí, en una pequeña cresta, se ve un trazado muy tenue que baja hacia el río y vemos una palanca de hormigón. Lo reservamos para investigar a la vuelta.

Antes de cruzar el río, dejamos la pista para seguir el camino señalizado al Molino de Bosoms. Era uno de los molinos importantes de la zona, aprovechando el agua del Riu de Vallcebre que bajaba desde la Foradada. En la balsa del molino, comemos.

La balsa del Molí de Bosoms

Después de comer, subimos el camino señalizado, primero muy marcado, con curvas pronunciadas. Es el camino de la casa de Rialp, ahora el Camping El Berguedà. En un llano, el camino de la casa gira hacia la izquierda y entra en el camping. El camino señalizado va hacia la derecha, ahora menos marcado, y nos lleva a la base de una de las torres del teleférico de Vallcebre. A partir de aquí, el camino es de nueva creación, hecho por la misma mini-excavadora que destrozó el camino de Les Llenes (ver la misma salida del 30/9/2011). En la carretera, frente a la Foradada, damos la vuelta.

Al llegar a la pista abajo, vamos a la casa de Hostalets, con el cargador que marcaba el punto final del teleférico que traía carbón de las minas de Espà y Saldes al lado. A partir de aquí, la Ruta de Picasso sigue bastante fielmente el camí ral. Bajamos hasta la palanca. El GPS de Carles vuelve a estar sobre el camino y lo seguimos hacia arriba, hasta llegar al trazado tan tenue que vimos cerca de la Griera y, desde aquí, hasta el coche por la carretera.

El pequeño puente del camí ral debajo de Hostalets

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11 km; 420 metros de desnivel acumulado.

El camí ral según C.A. Torras (los tiempos son para ir a caballo, no a pie):

Desde la estación de tren de Guardiola:
20 m. Collet d’Eina.
25 m. S’atravessa’l [riu] Saldes per un pont de pedra molt alt y antich, pintorescament situat. Faldars emboscats. Se remonta la vora dreta del riu per prop de la corrent.
30 m. Se deixa’l curs de l’aigua pujant el viarany, en ferma zigzagada, per entre espessa pinosa.
35 m. El camí, ja enlairat, va planejant y s’endinza en la gorja, que’s va extrenyent, presentant un feréstech y gegantesch aspecte. El passant va fent-se més y més espadat y abrupte, de tons enèrgichs y mascles. Hermosa boscuria, d’espessos y drets pins esprimatxats, cobreix les aspres cayents de l’engorjat, succehint-se a tandes la pinosa y la bella roureda.
El viarany, molt estret, sospès en lo alt de la tenebrosa gola, sobre la vora dreta del Saldes, corre per damunt de pavoroses timbes.
50 m. Can Pey. Hermós panorama de montanyes, dret a ponent. Realçat pel majestuós Pedraforca, que s’enquadra bellament en l’horitzó, avançat, ab aspecte fantastich y enlairant soberch ses originales y agudes puntes.
Se baixa en dirección al SO.

Mas de Pei y atrás, Pedraforca. Quizás no tan diferente de cómo lo habría visto C.A. Torras

1 h 5 m. Can Griera.
1 h 10 m. S’atravessa a gual la rivera de Vallcebre. En amunt, a l’esquerra, hi ha’l molí de Bosoms. En avall se barregen el Vallcebre y el Saldes.
Tot aquest reclot es molt pintoresch, essent enrondat tot ell per montanyes d’aspecte ferèstech.
Enforch ab el camí que ve de Figols, sota’l molí de Bosoms.

21/2/2014 – Caminos virtuales en el Collet

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Hoy, íbamos a mirar el camino que dejamos en Cal Griera pero primero Pep quería identificar los caminos de la Minuta que subían desde el Collet d’Eina hacia la Torre de Foix. Una vez más, Carles tiene los caminos en su GPS.

Dejamos el coche en la carretera, justo pasado el puente y nos adentramos en la zona minera. El GPS de Carles marca claramente la dirección pero las antiguas escombreras de las minas nos barren el paso y acabamos subiendo, primero sin camino por el bosque y luego por una especie de camino que habrán hecho los cazadores, bordeando el precipicio sobre la carretera del Eix del Llobregat.

El puente del Collet con el puente viejo que habrá cruzado C.A. Torras a la izquierda

Tras subir unos 100 metros por este paisaje desolado, entramos en una pista y el GPS de Carles vuelve a dar señales de vida. Allí, por fin vemos un camino que sube desde la pista y lo seguimos hacia la Torre de Foix, apartándonos brevemente para ir a la fuente de la casa, ahora convertida en un charco.

La casa de Torre de Foix es uno de los elementos singulares del municipio de Guardiola. Desde una torre medieval, se construyó una casa fuerte, todavía en la época medieval, con adiciones en épocas posteriores. Al lado, está la iglesia románica semi-derrumbada de Sant Climenç.

 La Torre de Foix
 La iglesia románica de Sant Climenç de Foix

Y una vista del conjunto

Ya que estamos aquí, Pep propone acabar la conexión con la casa de Soldevila y completar el camino a Vallcebre por el Grau de Sant Climenç.

Habiendo alcanzado nuestras metas de momento, en la bajada, pido a Pep que me explique brevemente la Guerra de Sucesión, ya que estamos en el 300 aniversario de la caída de Barcelona, que puso fin a todos los fueros y derechos de Cataluña. Resulta que el rey de España había muerto sin heredero directo. España y Francia favorecían un rey borbónico mientras que el resto de Europa, incluyendo Cataluña, Valencia y Aragón, apoyaba un rey habsburgo. Fue a raíz de esta guerra que Inglaterra echó a los franceses del Canadá y ocupó legalmente Gibraltar; eso nos lo enseñaron en el colegio en mi país. Lo que no nos contaron en el colegio fue que Inglaterra (y también los otros países de la Gran Alianza) acabó haciendo las paces con Luís XIV, tras recibir garantías respecto al comercio de esclavos, y Cataluña se quedó sola entre España y Francia.

Mientras bajamos por la pista, Carles vigila su GPS porque había otro camino que subía desde el Collet hacia Fígols. La parte de arriba quedó destrozada por la explotación a cielo abierto entre la Torre de Foix y El Jou. Pero de repente, Carles se desvía a la derecha y puede seguir un tramo de unos 200 metros del camino auténtico hasta entrar nuevamente en la pista. A partir de aquí, este camino también se pierde en las escombreras.

Una de las entradas de las minas del Collet

Llegamos abajo pero sin tiempo para ir a Cal Griera y además con el día más bien feo. Propongo comer en el castillo de Guardiola. Subimos y, antes de comer, Pep nos hace una visita guiada de las dependencias del castillo, explicando con todo lujo de detalles lo que han puesto al descubierto las excavaciones. Todo un privilegio.

 Una de las torres y la muralla

Dentro de la torre de homenaje

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,5 km; 375 metros de desnivel acumulado.

7/3/2014 – Caminos de Cal Castellot

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Llego al Mikado y Pep está solo. Carles tiene un virus en la pancha, me dice, y no puede alejarse más de 3 metros del cuarto de baño. Así que dejamos a Carles purgando sus pecados y ponemos rumbo a Cal Griera, esta vez sí para liquidar mi colita (ver Glosario).

Aparcamos el coche en la pista de Hostalets y entramos en el camino, marcado como parte de la Ruta de Picasso. Sin embargo, el camino tiene un aire demasiado moderno, hecho por una máquina. Pep tiene referencias que el camino auténtico pasaba más abajo e iba directo a Hostalets. Baja unos metros y lo encuentra; entronca con el camino señalizado un poco más hacia Castellot. Lo seguimos hacia Hostalets; está muy tapado, incluso borrado en algunos puntos donde ha habido hundimientos de tierra pero conseguimos seguirlo hasta el empalme con el camí ral que seguimos el otro día (ver la salida del 14/2/2014) y cruzamos una vez más el pequeño puente de hormigón.

Mientras veníamos en el coche, le había hablado a Pep del camino de Fígols descrito por C.A. Torras, que pasaba por el Molí de Bosoms. El camino señalizado que sale de la pista de Hostalets para llegar al molino siempre me había parecido poco consistente y sospechábamos de la misma máquina que había “arreglado” otros tramos de esta larga ruta que va desde Guardiola hasta la Foradada.

Subimos la ribera izquierda del río de Vallcebre y al poco rato entramos en campos y, cruzándolos hacia el norte y a la altura del Molí de Bosoms en la otra orilla del río, vemos una doble hilera de piedras, signo inequívoco de un camino importante. Lo seguimos hasta el empalme con la Ruta de Picasso, cerca de Cal Coix.

El camino de Fígols

Ya van dos caminos aclarados, dice Pep, satisfecho. Volvemos por la misma pista de Hostalets hasta el mismo camino señalizado que empezamos esta mañana y esta vez lo seguimos hasta Castellot. Es un camino muy atractivo y, pasado el tramo abierto con máquina, su categoría es indudable.

Dejamos la casa de Castellot a la izquierda. Está habitada pero todavía conserva el aire de las casas de antes. Y detrás, una roca imponente donde, dice Pep, estaba el castillo. Otro camino pendiente es el camino que pasa por Castellot desde el Collet. En la salida del 14/2/2014, encontramos el arranque que queda cortado al poco rato por la carretera pero ahora queríamos intentar seguirlo desde Castellot.

La extraña roca detrás de Cal Castellot

Hay otro tema: Fernande Olivier, la amiga de Picasso que le acompañó en aquel viaje, hace una descripción muy gráfica en sus memorias: “Para llegar había que viajar durante varias horas encima de una mula, por caminos rodeados, por un lado, por una pared vertical de roca que dejaba hechas trizas manos y rodillas, mientras al otro lado, un gran precipicio nos obligaba a cerrar los ojos para no caer víctimas del vértigo”.

El camí ral desde el Collet tiene algunos puntos un poco aéreos, o al menos eso es lo que pensaba C.A. Torras, pero no llega a los extremos que describe Fernande. “Y si, en vez de venir por el camí ral, ella venía por el camino más abajo, de Castellot”, musitamos. Sería más rápido y evitaría la subida inicial pero también debía ser más estrecho y más colgado sobre el precipicio.

Bajamos hacia el noreste por la pista señalizada pero, tras unos 200 metros, Pep ve un camino muy tenue que marcha de llano. Lo seguimos. Es el camino del Collet, sin ninguna duda, pero horriblemente tapado. Y encajaría mejor con la descripción de Fernande. Lo seguimos durante medio kilómetro, hasta que las rocas tiradas al hacer la carretera encima nos impiden continuar.

Damos la vuelta. “Ya van tres”, dice Pep. Volvemos a la pista señalizada, anotando la bocamina tapiada de la Mina de Castellot.

Hay otro tema: Puesto que Pep no tenía a nadie más con quien hablar en el trayecto en coche, también le había contado que el mapa del Alpina marcaba un edificio llamado El Molinot debajo de Castellot. Resulta que Pep tiene referencias del molino de Mas de Pei y probablemente, serían dos nombres para la misma cosa. Además, en una salida anterior, él había visto unos agujeros cuadrados excavados en la roca para hacer la presa. Bajamos hasta el río Saldes, con aguas cristalinas. Resulta que donde está marcado el Molinot en el mapa en realidad corresponde a los agujeros. El molino tiene que estar aguas abajo. Encontramos la posible balsa pero del edificio, ni rastro. “¿Se lo llevó la riada de 1982?”, especulamos.

El último tramo del río de Vallcebre, ante de entrar en el río de Saldes

Vamos liquidando misterios históricos a un ritmo vertiginoso pero aún no habíamos acabado. Carles había pasado a Pep un mapa de la época carlista que había encontrado en Internet. Allí se ve un camino que bordea la ribera derecha del río de Saldes, sube por el flanco norte de la Roca de Griera y luego continúa por la misma ribera, pero a más altura.

Bajamos al río de Vallcebre y lo cruzamos. Aquí hay un camino ya conocido que va al Camp del Cep en Gisclareny. Y una cresta estrecha que sube hasta la pista que se abrió con dinamita desde Hostalets. Sospechamos que antes, la gente de Hostalets y alrededor tenían que bajar hasta aquí si querían dar la vuelta de la Roca de Griera. Pero en la cresta no encontramos el camino. Yo ya estoy cansado y vuelvo al río de Vallcebre a descansar y comer. Al cabo de un rato, Pep viene. Encontró un camino muy tapado que subía en diagonal y finalmente empalmaba con la pista pero ya en la cara norte. En salidas anteriores, habíamos encontrado restos de camino que había dejado esa larga pista.

Aquí la cresta de la Roca de Griera. El camino del mapa carlista sube detrás de la cresta. A la izquierda, se ve la pista de Hostalets, y al fondo, el Cadí

Después de comer y disfrutar un rato del sol y del sonido del agua, volvemos a subir y ponemos rumbo al coche.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,3 km; 275 metros de desnivel acumulado.

14/3/2014 - Siguiendo los pasos de Torras hacia Saldes

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Hoy Carles tampoco está. Su mano derecha está de vacaciones y él tiene que cubrir la ausencia con un doble turno en el hotel.

Quería ir a Peguera pero vemos incluso desde la carretera que aún queda mucha nieve en las zonas de sombra y tenemos que improvisar. Primero Pep aparca el coche en la carretera de Sant Corneli al Camping El Berguedà, un poco pasado el hotel rural de El Jou. Quiere ver si aún quedan restos del camino de Fígols al Collet pero nuestra exploración no sirve para nada excepto para escuchar los pájaros y conversar. La explotación a cielo abierto lo ha obliterado todo.

 
La Torre de Foix a pleno sol

También propone buscar el camino de Fígols a Saldes que pasa por el Molí de Bosoms, concretamente en el tramo desde Soldevila, que hasta ahora no hemos encontrado. Tenemos constancia de caminos que marchan desde Soldevila (ver la salida del 22/11/2013) pero se mueren en una fuente bajo las paredes rocosas de las Cingles de Vallcebre.

Subimos al coche y avanzamos un par de kilómetros. Lo aparcamos delante de la pista de la Torre de Foix, subimos a la casa de Soldevila y caminamos por un camino ancho hacia El Clotet. Con la experiencia acumulada, ahora vemos que el camino gira a la derecha y empieza a bajar en diagonal por los campos. Su trazado se pierde pero entre la bajada hasta la carretera y la subida de vuelta, logramos establecer el recorrido definitivo.

La vista clásica de Pedraforca desde Maçaners

Como tercera parte, propongo continuar la Ruta de Picasso desde Maçaners hacia Saldes. Dejamos el coche en la plaza de Maçaners, donde está el bar/restaurante, y seguimos las marcas de la Xarxa Lenta. 

El Castillo de Sull; detrás, el Cadí

Hay tramos de camino auténtico recuperado, tramos de pista y tramos inventados porque hay un obstáculo infranqueable pero le damos un notable por el esfuerzo. Siempre con la vista imponente de Pedraforca delante. La casa de Sull es totalmente nueva, sin rastro de la casa antigua, pero quedan los restos del castillo al lado. 

 En el camino hacia Molers

Pep echa de menos la conversación erudita de Carles

El vecindario de Molers ha sido restaurado con acierto. Un enorme pastor alemán se deja acariciar al salir del grupo de casas.

Otra vista clásica de Pedraforca, con los tejados de Molers

Dejamos la ruta cuando entra en la pista bajo la carretera actual y volvemos a subir hacia Maçaners por la carretera. Pep quiere mostrarme el dolmen, situado cerca de la carretera en el camino a Cal Xisquets, en cuya restauración él participó personalmente. Se queja de lo descuidado que está el entorno y hay un poste de luz clavado delante que desentona bastante, pero qué le vamos a hacer.

El Dolmen de Molers. Aquí los neolíticos enterraban sus muertos

Continuamos por la carretera antigua de Gósol hasta entrar en Maçaners. Allí, tomamos una cerveza en el restaurante, que ha cambiado de dueños desde la última vez que estuve allí. Tienen un menú diario muy decente por un precio muy razonable pero demasiado carnívoro para mi gusto.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 14,8 km; 410 metros de desnivel acumulado.


28/3/2014 – Regreso a Peguera

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La semana siguiente, estuve en Inglaterra. Pep y Carles buscaron caminos antiguos entre Molers y Saldes. “Una salida memorable”, me dijo Pep por correo para darme envidia.

Esta semana, quería ir a Peguera (esta vez, sí) para aclarar algunos temas que nos quedaron pendientes del año pasado. Pero antes tenía cita con la dentista para extraer una muela de juicio. Hay muchas cosas que preferiría hacer antes de ir a la dentista pero aquella muela ya no tenía futuro. A lo largo de los años, mi dentista me ha dado pruebas más que suficientes de su valía profesional y personal pero aquel diente se aferró a mi mandíbula como una lapa. Fue una “life-changing experience”, como decimos los ingleses.

El día siguiente, llego al Mikado con un diente menos. Pep nos comunica que tiene que estar de vuelta a las 3.30. No explica el motivo pero seguro que es muy serio porque Pep es muy serio y sólo hace cosas importantes: una reunión de alto nivel, una consulta urgente sobre una excavación importante, una cita médica ineludible, …

Aparcamos el coche en el cruce de pistas cerca de la fuente de Cal Coix. Es una mañana muy tranquila. Un reyezuelo se acerca para echarnos de su territorio. Todavía hay nieve en los bosques de la cara norte de los Rasos de Peguera. La idea es ir a la Cantina pero, mirando el mapa en el Mikado, Pep había afirmado que tiene que haber un camino que llega allí de forma directa, sin el rodeo de las pistas. Y allí en el cruce, lo vemos, algo tapado, pero nos lleva en una línea casi recta a la Cantina.

Vista de las ruinas de la Cantina, donde estaban situados las oficinas, los talleres y los servicios para los mineros

Cruzamos el Barranc dels Graus y pasamos una hora y media aclarando la red de caminos que conectaba la Mina del Gorg con la vía de tren en la Mina Porvenir y otros caminos que venían desde la Cantina y localizamos las últimas torres del teleférico de Moripol que nos quedaban por encontrar allí.

Según mi plan, el próximo paso era ir a la Estación Ángulo (ver la salida del 30/8/2013) pero a Pep le atrae un camino que seguramente es de arrastrar troncos y lo quiere seguir. Sube en línea recta sin tregua y acabamos saliendo en la pista que va a la Pleta del To. Al estar en la cara norte, aún hay mucha nieve sobre la pista y no volvemos a pisar tierra hasta que la pista gire y se encare más hacia el sur. “Ya que estamos aquí, ¿por qué no bajamos por el Clot de la Molina al cargador de la vía superior?”, propongo.

Una vista clásica de Val.lobrega, mirando hacia el este, con los hayedos de Nou Comes a la derecha

El Clot de la Molina es un largo barranco que sube desde el Barranc dels Graus hasta el llano de los Rasets. En su tramo inferior, es un bosque denso de hayas y, con sus afloramientos de roca, crea un ambiente muy especial, sobre todo en otoño.

“Ramón Martí me habló de un camino que pasa encima del camino antiguo de l’Estany a Peguera y entra en el Clot de la Molina. Si vamos a la cresta después del Clot, lo podremos localizar desde arriba”, dice Pep. “He visto esta cresta. No tiene ninguna dificultad”.

Campanillas de invierno a 1.700 metros

Por fin llegamos a la cresta, una pendiente de hierba, suave y despejada. Pero sólo dura 100 metros. Me encuentro con Pep a la entrada de un hayedo, mirando hacia abajo. “Pues sí que está cortado”, resume. Nos adentramos en un terreno peligroso, con fuerte pendiente (igual 50º), de tierra lisa y resbaladiza. Hacemos un flanqueo descendente con zigzags muy cerrados, clavando los bastones. Un grupo de rebecos nos mira atónitos desde abajo y luego se alejan, seguramente para no exponerse a ser atropellados por un humano rodando hacia abajo a toda velocidad. Carles resbala dos veces, pero por suerte sin consecuencias. Por fin, llegamos a una zona de pinos, con un terreno más escalonado y hierba, y dejamos atrás aquella trampa mortal.

El 'grau' del antiguo 'camí ral' de Peguera

Llegamos al camino antiguo de Peguera, concretamente, el tramo que se abandonó cuando se abrió el túnel de la vía de tren. Giramos hacia Peguera y, al poco rato, efectivamente vemos el camino que sube a la izquierda en suave pendiente. Volvemos a entrar en el bosque de hayas. Carles tiene que esquivar corriendo una pequeña cascada de piedras lanzada (¿a propósito?) por los rebecos, que ahora están encima nuestro. Es un camino auténtico, bien formado, que nos lleva al Clot de la Molina. Cruzamos el ancho barranco y allí vemos que el camino continúa con una pendiente ascendente suave pero implacable.

Y el camino que estrenamos hoy, 50 metros más arriba

Empieza a hacerse tarde para Pep y aprieta el ritmo. El camino sale en un lomo ancho y despejado, a unos 100 metros debajo de la pista de la Pleta del To. Lo cruzamos pero a partir de aquí, se difumina. Pep marca un rumbo en diagonal hacia la pista, ahora sin camino pero con un ritmo cada vez más rápido. Cada vez que me ve pausar, me conmina a continuar. “No se da cuenta que todavía tengo el cuerpo traumatizado?”, pienso. “¿Cuánta sangre habré perdido en aquella media hora de forcejeo en la consulta de la dentista? ¿Y si mi corazón, con menos sangre, no aguanta el esfuerzo?”.

Con esos pensamientos, llegamos a la pista. Ahora sí, Pep busca un lugar para sentarse y comer su bocadillo con tranquilidad y dignidad. Quince minutos después, nos ponemos en marcha otra vez. Bajamos la pista hasta el cementerio, pasamos debajo de las casas del pueblo y llegamos al coche.

Vista del pueblo de Peguera, con los tonos rojizos que esta luz de final de invierno ha dado a los edificios. Detrás, Ensija

Miro el reloj del coche. “Te quedan siete minutos para llegar a Gironella”, le digo mientras arranca el coche a toda velocidad por la pista. “Ahora entiendo por qué Carles insistió en sentarse detrás”, pienso. Estamos llegando al Eix del Llobregat cuando suena el móvil de Pep. “Dámelo; yo contestaré”, le digo. Es su hija. “Hola Marta”, contesto. “¿Qué quieres?”. “¿Dónde está mi padre?”, es la réplica. “Está conduciendo. No se puede poner”. “Dile que estoy llegando”. “Dile que me espere abajo”, me contesta Pep. Transmito el mensaje y cuelgo. “Es que se marchó a Barcelona esta semana sin llevarse las llaves de casa”, me confiesa Pep. Le miro incrédulo: “O sea, casi me matas de un infarto porque tu hija se dejó las llaves”, y me pongo a reír. “Y la bronca que te va a caer ahora por llegar tarde a la parada del autocar”. Incluso Pep sonríe al verse pillado. “Esto saldrá en el blog”, le prometo. Y así ha sido.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,7 km; 590 metros de desnivel acumulado.

2/5/2014 – El Confós y la Colonia de la Vall

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Ha pasado más de un mes desde la última entrada en el blog pero que no crea el lector que he pasado todo este tiempo tumbado en el sofá.

La semana siguiente (4/4/2104), Carles y yo volvimos a Peguera. Pep tenía un compromiso y no podía venir. Quería buscar el camino que enlazaba la estación de descarga del teleférico de Moripol con el final del funicular abajo. Lo encontramos pero está tapadísimo. Es más fácil hacer los 70 metros de desnivel en línea recta.

Después, fuimos caminando por la pista hacia la Colonia de la Vall (Cal Moreta) bajo un cielo cada vez más amenazador. El sentido común me decía de dar la vuelta pero casi habíamos llegado cuando sonó el móvil de Carles, en el límite de la cobertura. Era Pep. “Viene una tormenta directamente hacia vosotros desde el oeste”, nos advirtió. Dimos media vuelta ipso facto e iniciamos una carrera contrarreloj para ver quien llegaba primero al coche, nosotros o la lluvia. Ganó la lluvia.

Después hubo semanas de mal tiempo. En Semana Santa, hice la Caminada Popular del Val de Lord con Josep Mª. Muy interesante, pero esos eventos multitudinarios no cumplen los requisitos de inclusión en el blog.

Pero, por fin, hoy hará buen tiempo. Carles no puede venir; tiene el hotel lleno de mallorquines. Quería contestar las preguntas de la Colonia de la Vall que me habían quedado pendientes: la ubicación de la mina y del teleférico que la conectaba con la vía de tren al otro lado del valle. Pero también había otra cuestión: mientras Carles y yo estuvimos subiendo el camino a la Creu de Fumanya desde la pista de Coll d’Hortons el año pasado (ver salida del 19/7/2013), vimos un camino que marchaba hacia el Confós, una cuesta de peñascos y barrancos. Nos habían quedado ganas de seguir este camino.

Para no caminar tanto por la pista, propongo a Pep que entre en la pista de Coll d’Hortons. Recorriéndola a pie, siempre la había visto bien. Al cabo de unos 200 metros, aparecen unos baches con piedras afiladas, dispuestas a reventar el cárter del coche como el iceberg que abrió el casco del Titanic. Pep me dirige una mirada de reproche y aparca en el primer lugar llano que encuentra.

Pero el día es magnífico y las hojas de las hayas han salido, con el verdor de la primavera recién estrenada. Entramos en el camino, que va subiendo en diagonal con pendiente suave. Poco a poco se van abriendo las vistas. Atrás, vemos la Cantina, luego el pueblo de Peguera y detrás, el Port del Comte. Delante, se nos abre el valle de Peguera con el hayedo de Nou Comes y el dibujo sinuoso del Clot de la Molina.

 El pueblo de Peguera con el Port de Comte en el fondo

El dibujo en zigzag del Clot de la Molina

El camino va cruzando pequeños collados. Las vacas lo conocen y también los cazadores, que parecen hacer un mantenimiento mínimo. Llegamos al Collet de la Solana. 

 Caminando hacia el Collet de la Solana

La vista desde la roca encima del Collet

Un camino baja hacia el Coll d’Hortons y otro sube. Giramos a la izquierda y nos adentramos en las rocas del Confós. Dejamos un par de caminos transversales para explorar otro día y nuestro camino sube por una canal ancha hasta salir arriba. 

Casi arriba

Cambia el paisaje. Ahora es un llano con antiguas pasturas conquistadas por el pino negro. Localizamos un pozo para dejar constancia electrónica, hacemos un ligero refrigerio con la enorme vista delante y luego bajamos nuevamente hasta el Collet de la Solana.

Tomamos el camino de bajada que no tarda en perder definición. “Ya verás”, me dice Pep. “Este camino nos va a dejar tirados y tendremos bajar a lo bruto”. “Mil vacas no se pueden equivocar”, replico. “Tiene salida, seguro”. Y en una curva, se vuelve a ver y nos lleva certeramente al Coll d’Hortons.

Volvemos a bajar a los edificios fantasmagóricos de la Colonia de la Vall. Fue aquí donde empezó la explotación del carbón de Peguera. Con la foto antigua en la mano, localizamos el emplazamiento de la mina, muy cerca de la casa pero totalmente hundida. Seguimos el trazado de la pequeña vía que iba hasta la punta de la roca, donde había un teleférico que cruzaba el valle hasta el ferrocarril que bajaba a Cercs.

La pequeña vía por donde se llevaba el carbón al teleférico de la mina de Cal Moreta

Aquí, al calor del sol, con el canto de los pájaros y una larga vista del valle de Peguera, comemos en la pequeña explanada del teleférico. Pero a pesar de este entorno idílico, le noto inquieto a Pep, con ganas de ponerse en marcha otra vez. “¿Tienes que volver a casa pronto?”, le pregunto. “No, no”. “¿Tu hija tiene llaves?”. “Está en casa, hacen puente en la universidad”. “Entonces, ¿qué te pasa?”. “Nada, nada”, y vuelve a reclinarse, con una tranquilidad fingida. Pero el encanto se ha roto y no puedo recuperar la paz.

Las cuadras de la Colonia de la Vall

Volvemos a subir la cuesta, inspeccionando todas las estructuras, y luego bajamos hasta el cargador del ferrocarril. Había que encontrar el punto de llegada del teleférico de la Mina de Cal Moreta, ya que inicialmente el ferrocarril llegaba hasta aquí. Lo encontramos en una cresta, unos 13 metros debajo del inicio del teleférico al otro lado. A través de las hojas, se intuye la pared de roca en frente.

Saliendo del túnel del ferrocarril de Cercs

Ya que estamos, propongo hacer la vía. Quería marcar en el GPS un apartadero que sale en las fotos antiguas pero no lo encontramos. ¿Estará en el nivel inferior? Pep, por su lado, no para de mirar los árboles muertos y por fin me explica qué le pasa. Resulta que el Instituto de Gironella le había pedido hacer una demostración de cómo se hacía fuego en la época neolítica. Usaban un trozo de sílex y un trozo de pirita para crear una chispa que caía sobre una seta que crece sobre los troncos de los árboles caídos y tiene una estructura densa en forma de esponja. El sílex se lo había traído yo desde Inglaterra y en vez de pirita, usaría un hierro pero le falta la seta y sólo le quedan cinco días.

De vuelta, le propongo que subamos el Clot de la Molina. Allí hay muchos árboles muertos y seguro que encontraremos algo. Lo subimos unos 100 metros. Pep continúa mientras yo me quedo sacando fotos. De repente, oigo que me llama, que ha encontrado un camino. Subo una cuesta empinada y entro en una especie de claro con antiguos caminos de arrastrar troncos. Pep aparece. “Aquí no hay camino”, dice. Tampoco ha encontrado setas. ¿Se han escondido?

En el Clot de la Molina

Volvemos a bajar el Clot de la Molina con un nerviosismo creciente. Nos dirigimos hacia la pista de Coll d’Hortons, anotando un par de torres más del teleférico de la Mina Realidad. Y allí, cuando parece que ya no queda esperanza, Pep encuentra su seta y la arranca triunfalmente del tronco.

“Hoy, los dos hemos conseguido nuestros objetivos”, resumo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13,3 km; 640 metros de desnivel acumulado.

9/5/2014 – Castellsec y l’Oliba

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Hoy llegamos al Mikado con una pregunta difícil, angustiante, que nos asoma a un vacío vertiginoso: ¿Dónde vamos?. Hemos estado en todas partes. Llega Carles. “¿Dónde quieres ir?”, le preguntamos. Lo único que sabe decir es que tiene que estar de vuelta pronto e irá en su propio coche. “¿Dónde vamos?”, preguntamos a Pere del Mikado, pero es como preguntar al viento.

Finalmente propongo buscar la casa de Castellsec, por encima de la carretera que va de La Pobla de Lillet a Sant Jaume de Frontanyà. Hace muchos años, intentamos buscarla sin éxito, engañados por la toponimia del mapa del ICC. Pero luego salió el mapa de Alpina y la marcaba muy claramente. Además, la zona de El Boix, al otro lado de la carretera, la tenemos en blanco.

Mientras íbamos en el coche, a Pep le vienen ideas. “El otro día, estuve hablando con el de Rossinyol y me habló de caminos en La Clusa que aún no tenemos”. “En la zona de Picamills, también tenemos colitas (ver Glosario)”, añado.

Aparcamos en el área recreativa al lado de la carretera y tomamos la pista que nos llevará a la cresta donde está Castellsec. La pista finalmente se muere bajo la cresta y continúa un camino un poco perdedor que pasa por una brecha en las rocas y nos plantamos en una zona llana donde efectivamente están las ruinas de la casa. Pep la data en el siglo XIX y seguramente tuvo una vida efímera, de pocas décadas. Buscamos más caminos hasta que finalmente Carles encuentra uno bastante marcado que baja la cara sur de la cresta y marcha hacia la casa de Rovires.

Lo que queda de la casa de Castellsec

“Hay que ver los progresos que ha hecho Carles”, dice Pep, orgulloso. El camino resulta ser interesante, auténtico, hasta llegar a las pistas cerca de Les Rovires. Tras inspeccionar los restos de la casa, bajamos la cuesta hasta la carretera y tomamos la pista de El Boix. Aquí Carles nos abandona, siguiendo un camino que pasa cerca de la casa y que le llevará a la Teulería de Montverdor y el área recreativa.

Nosotros continuamos por la pista hacia la casa de l’Oliba, una casa grande cuyas ruinas se ven en la cuesta al otro lado del Rec del Roquerol. Todo está muy verde. En las zonas de sombra, se han plantado pinos en los campos pero lo suficientemente espaciados para dejar crecer la hierba. Vuelan abundantes mariposas y todo tiene un aire muy apacible. Dejamos la pista y subimos por los campos hacia la casa. Vemos una línea de piedras y un pequeño surco que marca un camino por los campos. Sin duda, era el camino de Sant Jaume de Frontanyà. 

Parte de la casa de l'Oliba

Mirando hacia el Catllaràs desde los campos de l'Oliba

Llegamos a la casa. Pep da fe de su antigüedad, siglo XV o XVI. Buscamos un sitio de sombra encima de la casa y almorzamos. En la sobremesa, repasamos dolores musculares. Pep me muestra un bulto encima de la articulación del dedo índice, temiendo una artrosis. “Parece un quiste”, le digo para tranquilizarle. “Me salió uno en San Esteban. Se van solos”.

Es hora de buscar el camino de vuelta. Bordeamos los Terrers de l’Oliba, una zona de tierra erosionada que ha formado profundos barrancos y en una cresta vemos un camino que baja al final de una pista y que usan las ovejas para subir y bajar. Nos lleva al Rec de Roquerol donde vemos las marcas de la Xarxa Lenta, que nos hacen cruzar innumerables veces la riera, haciendo equilibrios sobre las piedras.

En el Rec del Roquerol

Finalmente, salimos a la Teuleria de Montverdor, con las ruinas del molino al lado. Quince minutos después, estamos en el coche.

 La Teulería de Montverdor

Y el molino

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,4 km; 420 metros de desnivel acumulado.

30/5/2015 – El Tramvia de Sang

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Un viaje a Inglaterra, un resfriado pillado en el avión y una colonoscopia me mantienen bien entretenido y pasan dos semanas que no puedo salir. Pep y Carles repasaron caminos de la Minuta entre La Nou y Malanyeu.

Pero hoy, que por fin puedo salir, el tiempo no parece acompañar y amenaza lluvia. En el Mikado, todo son dudas. No conviene alejarse mucho del coche. Finalmente, Pep pone rumbo a Malanyeu, más por inercia que por otra cosa, pero al ver la cortina de lluvia hacia el norte, sale del Eix del Llobregat a la altura de Cercs para dar la vuelta. “¿Por qué no miramos el Tramvia de Sang?”, propongo.

El Tramvia de Sang fue el primer ferrocarril del Berguedà, que transportaba carbón – y también pasajeros – desde las minas de Figols hasta el Coll de Magdalena, al lado del Castillo de Berga. Funcionó durante más de 30 años, hasta que el carrilet llegó a Guardiola y a partir de entonces, cayó en el olvido. El nombre viene del hecho de que los vagones eran tirados por mulas.

Hace unos cuantos años, Xavier Campillo intentó sin éxito promoverlo como Vía Verde e incluso se llegó a acondicionar un tramo que va desde encima del Estany Clar hasta la carretera vieja, cerca del Coll de Magdalena. Hoy este tramo está integrado en la Xarxa Lenta y también forma parte de mi ruta de censo de mariposas. Como todo este ferrocarril, tiene un trazado muy sinuoso, ya que va siguiendo los pliegues del terreno para mantener la altura. En cada barranco, había un puente, algunos de los cuales todavía se mantienen en pie.

Vista del pantano bajo un cielo amenazador. Detrás, la silueta de Puigarbessós, en cuya cima hay los restos de un castillo medieval

Hace unos 10 años, yo había seguido un tramo desde el túnel de Cercs hasta la carretera de Casanova pero ni Carles ni Pep lo conocían. Subiendo hacia Casanova en el coche, vemos la entrada del ferrocarril por la izquierda y la guardamos para después, luego la vía sigue el trazado de la carretera (que aquí es plana) y cuando la carretera vuelve a coger pendiente, se marcharía a la derecha. Ese tramo era el que nos proponíamos encontrar primero.

Aparcamos el coche. El cielo está muy nublado pero aquí no llueve y más adelante, incluso sale el sol. Recorremos a pie la carretera, mirando por la derecha hasta ver el ferrocarril abajo en el cambio de pendiente. Bajamos pero está horriblemente tapado. Apenas podemos avanzar y es con mucha dificultad que llegamos al Torrente de Garrigues, donde vemos los restos de un puente. Damos la vuelta, salimos nuevamente a la carretera y buscamos la vía que iba hacia el túnel de Cercs. Aquí el trazado es mucho más fácil; es casi todo pista.

Ante la falta de dificultad del terreno, Pep y Carles se enfrascan en una discusión sobre un tema favorito: el turismo, la conservación del patrimonio histórico y la falta de visión de los políticos locales. Pasan media hora desahogándose pero me temo que una vez más, nadie les va a hacer caso. Al acercarnos al túnel de Cercs, veo que han abierto una pista sobre la vía, que se ha encargado de borrar los pocos indicios que aún quedaban de la existencia del ferrocarril.

 La pista nueva que ha rascado lo que quedaba de la vía

El túnel de Cercs; se ha creado un pequeño camino que pasa por la línea de árboles arriba

El túnel cortó la vía y hay una especie de camino que supera la boca del túnel. Al otro lado, continúa, pero un árbol caído nos impide continuar y damos la vuelta.

Llevamos el coche hasta el pueblo de Cercs y lo aparcamos en la Font Gran. Ha salido el sol y el torrente está precioso. Desde el pueblo mismo, subimos un camino, ahora parte de la Xarxa Lenta, que iba hacia el pequeño núcleo de casas alrededor del Pujolet de Dalt con la idea de buscar la continuación de la vía que dejamos en el Torrente de Garrigues.

La Font Gran en Cercs

A la izquierda, el trazado del ferrocarril ha quedado borrado, integrado en los campos, pero a la derecha marcha un camino (también marcado como Xarxa Lenta) y no tardamos en ver los taludes de piedra de la vía. 

El Tramvia de Sang antes de llegar al puente sobre el Torrente de Peguera; la vía pasaba a la izquierda, sobre el muro de contención

Hace algún tiempo, Pep y Carles habían hecho este mismo camino pero no habían comprendido el significado de estas piedras. Hoy se he hecho la luz. Finalmente el camino cruza el Torrente de Peguera sobre un puente restaurado bajo las imponentes columnas del ferrocarril de Peguera.

 El puente del Tramvia de Sang sobre el Torrente de Peguera

Una de las columnas del ferrocarril de Peguera (se intuye otra entre los árboles a la derecha)

Aquí, en el Berguedà, entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, hubo una actividad febril, con inversiones millonarias (y también quiebras millonarias). El Tramvia de Sang fue el primero, luego hubo el ferrocarril de Peguera y todas las instalaciones mineras en Peguera, el Canal Industrial, la colonia minera de Figols, el ferrocarril de Gisclareny a Guardiola (ahora la vía de Nicolau), la fábrica de cemento del Clot del Moro, la canalización de las aguas del Llobregat y las minas de carbón del Catllaràs. Y, en el Baix Berguedà, las colonias textiles. Un patrimonio inmenso.

El puente del ferrocarril de Peguera cuando aún funcionaba, en los años 20

Con esos pensamientos, llegamos de vuelta al pueblo de Cercs. Almorzamos en las mesas de cemento cerca de la Font Gran, mirando como corre el agua del Torrente de Garrigues, hasta que una lluvia persistente nos obliga a marcharnos.

El merendero cerca de la Font Gran

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,1 km; 200 metros de desnivel acumulado.

6/6/2014 – Desorientados en Merolla

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Llegamos al Mikado con una novedad: la abdicación del Rey de España. A ver si Felipe VI es un poco más amable con Cataluña que Felipe V.

Hoy, Pep quería buscar el antiguo ‘camí ral’ de La Pobla de Lillet a Gombren, que pasaba por el Coll de Merolla. Sólo hay un problema; no sale en el mapa de la Minuta porque ya existía la carretera y, por lo visto, era política en aquel tiempo de dar por desaparecido un camino si había sido sustituido por una carretera.

Sí que lo mostraba el libro de itinerarios de C.A. Torras pero es muy impreciso. Muestra que sigue el curso del Arija para luego subir, pasando cerca de Montverdor y luego al Coll de Merolla. Además, hay el agravante de la cantera de yeso, que podría haber aniquilado al menos una parte del camino.

Pep y Carles consultan el mapa de Torras nada más bajar del coche. De poco les iba a servir.

Ante esta situación, Pep opta por la improvisación. El recuerdo que me llevo de aquel día es subir y bajar cuestas empinadas sin camino y electrocutarme en las vallas electrificadas al pasar de una finca a otra.

Pero vayamos por partes. Aparcamos el coche en la carretera a Sant Jaume de Frontanyà, donde entra el ‘camí ral’ desde el Monasterio de Santa Maria. Después de subir y bajar una cuesta sin camino y pasar por las ruinas del Hostal de l’Argelaga, vemos una pista que después se convierte en camino y nos lleva a los campos de Montverdor. Entramos en una pista, dejando la casa a la izquierda. Nos desviamos, volviendo a perder el camino, porque Pep no quiere creer que el camino antiguo llegaba hasta la carretera actual en el Collet del Montverdor, lo volvemos a recuperar en el Passant dels Traginers, lo volvemos a perder al otro lado y finalmente salimos como podemos a la carretera, cerca del Coll de Merolla.

El refugio de Coll de Merolla, abierto básicamente los fines de semana

Llegados aquí, propongo buscar la casa de El Solà, cerca del pueblo de Aranyonet, que encontramos sin problemas, gracias al mapa del Alpina y aquí comemos. Apoyado contra un pino, algún bicho debe haberse fijado en mí porque el día siguiente amanezco con granos en el tronco y espalda.

Los restos de El Solà

Volvemos a bajar al Arija por un camino de cresta, subimos al otro lado por un bonito camino que perdemos en los campos debajo de Montverdor, seguimos una pista que nos deja tirados en una cuesta. Con cierto trabajo, llegamos a la parte superior de la cantera. 

La cantera de yeso, que ha cortado unos cuantos caminos

Aquí, el mapa del ICC nos indica un edificio con el nombre de La Guixera pero resulta que es un almacén de material. Vamos por una pista que nos llevaría a la casa del Guixer pero se muere en una cuesta y otra vez caminamos sin camino por el bosque hasta llegar a los campos de la casa.

La casa del Guixer, mirando hacia el oeste

Imponentes las ruinas de la casa pero no hay camino de bajada si no es pasando por la cantera. Bajamos una cuesta precaria hasta el río, que cruzamos una y otra vez por las piedras hasta llegar al coche, no sin volver a electrocutarme una vez más en la espalda mientras me arrastro bajo una valla, que me deja aturdido unos segundos. Desde luego, no es uno de mis mejores días. Y para colmo, Pep me recrimina mi falta de entusiasmo y compromiso. Suerte de las orquídeas y los corzos.

Junio - el mes de las orquídeas

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,8 km; 510 metros de desnivel acumulado.

13/6/14 – El camino de Muntanyetes

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Ha pasado una semana. El tiempo lo cura todo, dicen, y me dispongo a salir con un entusiasmo renovado. Volvemos a estar con los mapas de la Minuta. En el camino de La Pobla de Lillet a Sant Jaume de Frontanyà, sale una derivación curiosa a la casa de Muntanyetes y ese camino es el que Pep quería seguir hoy.

El hombre del tiempo había pronosticado tormentas de tarde pero de momento el cielo es radiante, sin ninguna nube.

Aparcamos en la pista que a la casa del Boix. El track que ha bajado Carles en su GPS nos lleva hacia el sur por una pista que sale de la carretera pasada una curva y va bordeando un pequeño torrente dentro del bosque. Todo muy apacible. Tras medio kilómetro, el track marcha hacia la izquierda, subiendo la cuesta por un camino más bien tenue, hasta salir en el Coll de Ginebre. Los documentos antiguos hablan de la iglesia de Sant Grau de Ginebret, cuyo emplazamiento se desconoce pero siempre se ha especulado que podría estar por aquí. Nosotros también lo hemos especulado y dedicamos una media hora a buscarla pero en vano. Rocas, árboles y mariposas, muchas.

Un fragmento del mapa de la Minuta de La Pobla. Arriba se ve donde estuvimos caminando la semana pasada y, en el centro, el desvío al este hacia Muntanyetes

Desde el Coll, seguimos otra pista en dirección sur, desviándonos por un camino al cabo de unos 800 metros. Entramos en una zona de carboneo y acabamos saliendo a otra pista superior, desviados del track. Caminamos por la pista hacia el SE y volvemos a recuperar el track. Volvemos a bajar por el bosque, siguiendo un camino medio borrado que zigzaguea hasta una carbonera donde habíamos perdido el trazado del camino en la subida.

Los 'coms' o troncos ahuecados de la antigua fuente de Muntanyetes

Volvemos a subir, pasando por la fuente de Muntanyetes y al final salimos en los campos de la casa. Mirando hacia el sur, el cielo todavía se ve despejado pero desde el norte, se empiezan a amontonar las nubes y vienen hacia nosotros. Aquí, en la casa de Muntanyetes, entre los campos y las pistas forestales, los caminos se han quedado difuminados. Se intuye un camino que va hacia una cresta y desde allí baja hasta la pista de la Creu de Soler. Según mi mapa, probablemente continuaba hasta el núcleo de casas alrededor de la casa de Soler.

Las ruinas de la casa de Muntanyetes

Continuamos sin camino hasta un pequeño collado al norte del Coll de la Batalola. Allí hay los restos de una casa cuyo nombre desconocemos. Ya la había visto hace años pero no sale en ningún mapa y preguntando a la gente de Sant Jaume de Frontanyà, tampoco me han sabido decir el nombre. Pero desde esta casa, salen dos caminos: uno ya conocido que vuelve a Muntanyetes y otro que baja. Éste lo seguimos y nos lleva a una curva de la carretera, cerca de la casa de Santa Eugenia de les Soïls. Concluimos que podría ser un tramo del antiguo camino de Sant Jaume a La Pobla de Lillet.

Y lo que queda de la casa sin nombre

Salimos a la carretera con un cielo cada vez más negro al norte y empiezan a oírse truenos. Caminamos hacia el coche. Un grupo de jóvenes ciclistas ingleses nos cruzan, yendo en la dirección contraria. ¿Llegarán a Sant Jaume antes de la tormenta?, nos preguntamos. Pero caminando directamente hacia la tormenta,  nosotros tenemos las mismas probabilidades de mojarnos, o quizás más.

Caminamos un kilómetro bajo un cielo cada vez más amenazador. Con un kilómetro y medio aún por recorrer hasta el coche, propongo comer en la Font del Bisbe, ya que allí la cascada ha formado una gruta donde podremos refugiarnos. Pep accede de mala gana. Diez minutos después de llegar, empieza a llover. “Nos habría dado tiempo de llegar al coche”, refunfuña Pep. Por lo visto, sus investigaciones en los archivos le han provocado una especie de hiperactividad documental y considera cualquier inactividad, o sea, tiempo pasado sin hacer nada en particular, tiempo desaprovechado para sus documentos.

La Font del Bisbe (la columna en primer plano) y la cascada del torrente detrás

Una oreja de oso enganchada a la piedra de la fuente

Unos 20 minutos después, la lluvia empieza a aflojar y nos ponemos en marcha otra vez. No ha sido la lluvia torrencial que temía. Nos vamos de aquí con cierto desosiego. ¿Por qué el topógrafo se empeñó en cartografiar un camino que es claramente de importancia menor? Además, es un camino que queda colgado en el límite con Sant Jaume de Frontanyà. El topógrafo asignado a este segundo pueblo no le dio continuidad sino que se centró en otros caminos. ¿Le enredó la gente de La Pobla? ¿Quiso dar un paseo en horas de trabajo y para justificarlo, lo cartografió? La respuesta quizás nunca la lleguemos a saber.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,8 km; 440 metros de desnivel acumulado.
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