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Channel: Caminando por el Berguedà
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3/5/2013 – Can Volat

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La semana siguiente fueron 5 días pasados por agua. Además, el virus se había adueñado de mi cuerpo, causando daños celulares de tal magnitud que sólo me quedaban fuerzas para tragar comprimidos de aspirina. Para esta semana, pido a Pep una salida para convalecientes.

Con la lluvia, el pantano está lleno. Imposible pasar por el Pont del Doro y aparcamos en el Pont del Climent, pasado Vilada. Pero antes de cruzar el puente, recorremos la pista plana hacia el oeste para ver la presa utilizada por la antigua fábrica textil, cerca del Pont del Doro. Cae una cantidad impresionante de agua. La presa es moderna pero aún se ven restos de la presa antigua.

La presa del Molí de Baix

Volvemos al puente, lo cruzamos y seguimos hacia el este el camino que bordea el río. En los mapas hay el topónimo del Rec de Can Volat, que es un arroyo que sube hacia la Carena de Salga, y el mapa de la Alpina marca una casa con el mismo nombre muy cerca del camino del río. En vez de subir por una canal, Pep propone buscar esta casa y así no me cansaré tanto.

 El Pont del Climent


El camino empieza bastante plano, apto para convalecientes. Primero es una pista, hasta la bifurcación a la Portalleta, y luego es camino. Con el efecto acordeón que hace la memoria, ya no me acordaba de las subidas y bajadas que vienen luego y volver a recordarlas en primera persona es un duro golpe para mi cuerpo aún debilitado.


El camino que bordea el río

Restos de la pasarela para cruzar el río cerca de la Font de la Pega

Pero, tras un pequeño desvío para visitar la Font de la Pega (que tome nota nuestro amigo de los hornos), por fin llegamos a donde tendría que estar la casa de Can Volat. Efectivamente, es una zona relativamente llana con algunos campos y nos dividimos para recorrerla toda pero de la casa, ni rastro. “Can Volat s’ha volat”, piensa mi alterego catalán. Tan sólo encontramos un lugar que da la impresión de que podría ser un buen lugar para poner una casa pero sin restos de construcciones. Pero al ir subiendo la cresta, vemos que arranca un camino inédito para nosotros. Lo seguimos hasta su empalme con el camino ya conocido que sube el Rec de Can Volat. “Sen’s ha girat feina”, dice Pep. “Tenemos cosas para hacer aquí”.

 Bajando otra vez al río después de buscar Can Volat

Imposible pasar

Pep quería ver el molino de Canemars pero al llegar al río, las piedras para cruzar han quedado sumergidas bajo el agua crecida y es imposible vadear el río. No nos queda más remedio que dar la vuelta y encaminarnos nuevamente al Pont del Climent.

Con el coche, vamos hasta la pista que va al molino. Ha habido una tala de árboles aquí y ahora el acceso al molino está mucho mejor. Con suerte, algún día será un lugar agradable para picnics familiares. Con el agua y las cascadas, es un lugar bastante idílico, pero yo ya estoy muy cansado y sólo pienso en volver a casa.




Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,6 km; 580 metros de desnivel acumulado.

10/5/2013 – La Portelleta

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Al levantarme, miro por la ventana y sólo veo niebla. El hombre del tiempo nos había advertido que pasaba un frente pero teníamos la esperanza de que la niebla acabara levantándose.

Hoy el plan era subir la Portelleta, uno de los pasos a la Carena de Salga. Yo personalmente nunca había subido este camino, así que prometía ser todo un descubrimiento.

Una vez más, cruzamos el Pont del Climent pero, al acabar la pista, en vez de seguir recto, giramos a la derecha y nos adentramos por uno de los pequeños arroyos. Los excursionistas han marcado el camino con ‘fites’ o montículos de piedras y también los cazadores han ido marcando con pintura todos los caminos, creando una red propia.

Iniciamos el camino hacia la Portelleta. Observad el punto rojo, marcando la red creada por los cazadores  

Llegamos a una segunda bifurcación. Giramos a la izquierda; el camino de la derecha lo haremos de bajada. Mientras seguimos al lado del agua, el camino es casi plano. Sin embargo, llega un momento que entra en la canal y el camino empieza a tener cada vez más pendiente. La niebla se va cerrando alrededor nuestro y nuestro universo se va haciendo cada vez más pequeño. Hay mucha humedad y el camino se hace resbaladizo sobre las piedras.


La niebla se hace más espesa

Dejamos un camino a la izquierda y llegamos al pie del ‘grau’, que es una zona de escalada fácil usada como atajo. Con lo resbaladizo que está la piedra, Pep desaconseja probar la subida y damos media vuelta. Cogemos el camino a la izquierda para buscar el camino antiguo a La Portelleta, que encontramos, saliendo de una carbonera. Hay tanta humedad que parece que está lloviznando, pero es la condensación que cae de los árboles. Recordando las circunstancias trágicas de la muerte de mi GPS el año pasado, temo por mi electrónica pero de momento, no da muestras de desasosiego.

A falta de horizontes, nuestra visión se fija en lo más próximo

El camino va subiendo con fuerte pendiente con interminables eses. Entroncamos con el camino que viene del ‘grau’ y poco después, veo otro camino a la izquierda que Pep desecha: “Camino de rebecos”, me dice escuetamente. Cincuenta metros más de desnivel y llegamos arriba. A la Carena (o arista) de Salga, ya había estado unas cuantas veces y sabía que había una vista que abarcaba media Cataluña, pero hoy es invisible; no vemos más de 10 metros a la redonda.

Pep quiere dar cierta formalidad a la ocasión y hace las presentaciones: “La Portelleta, Steve; Steve, La Portelleta”, dice con un gesto aristocrático de la mano. “Encantado”, respondo y nos sentamos para tomar un refrigerio. Sin embargo, el sudor empieza a enfriarse y nos obliga a ponernos nuevamente en movimiento. Bajamos por el mismo camino, intentando no resbalar en el fango ya que hay mucha pendiente.

La vista desde la Portelleta

Al llegar al camino desechado, le viene a la memoria de Pep una noticia de que los cazadores habían abierto un camino nuevo a la cresta, en el Serrat dels Toixons, y ahora se convierte en un camino digno de seguir. No hay duda que antiguamente fue un camino de animales, pero ahora está arreglado con troncos y escalones. La niebla nos impide ver el precipicio a nuestra izquierda pero se intuye. “Echo de menos alguna banderilla”, pienso.

Tras hacer 75 metros de desnivel, volvemos a estar arriba. Tomamos nota y volvemos a bajar. Al volver a situarnos en la bifurcación hacia el ‘grau’, tomamos un camino transversal que nos lleva a la zona llamada “La Gleva”, debajo de la montaña de Salga Aguda. Aquí almorzamos, en un claro creado por los cazadores para esperar la llegada de los jabalís.

El camino de bajada

Ante la poca visibilidad, la humedad y el frío y habiendo alcanzado nuestro objetivo primario, decidimos que es hora de volver a casa. Buscamos el camino de bajada. Al principio, parece más bien un camino de bajar troncos pero al llegar a la primera carbonera, adquiere más categoría. Al salir del bosque, vemos como la niebla empieza a levantarse. Al salir a la pista del Pont del Climent, empiezan a aparecer manchas de azul en el cielo y al llegar al puente, la niebla ya se está batiendo en retirada y empieza a salir el sol.

Un insecto espera pacientemente la floración de la oreja de oso

Al llegar a Berga, ya no quedan restos de nubes, el sol brilla con fuerza y hace una temperatura auténticamente primaveral. A veces, ocurren cosas que parecen hechas adrede.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,9 km; 670 metros de desnivel acumulado.

24/5/2013 – El Rec de Can Volat, de la A a la Z

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Hoy no viene Carles. Tiene la Patum a la vuelta de la esquina y tiene que poner el hotel a punto. Pero incluso ausente, la sombra de Carles es muy larga. Resulta que ha encontrado una 'mina' (nunca mejor dicho) de información nueva sobre minas y fraguas y Pep está ansioso por tener noticias de primera mano. Pero sin la compañía erudita de Carles, Pep tendrá que ser amable conmigo; me tendrá que esperar, escuchar e incluso contestar. ¡Todo un lujo para mí!

Queríamos dejar la ruta más turística hacia el Coll del Tell para cuando Carles pudiera venir, ya que no la conoce. Pep elige otra ruta mucho más académica (ver Glosario), el Rec de Can Volat, ya que quedaban unas cuantas colitas (ver Glosario) y hoy era una buena oportunidad para liquidarlas todas.

Una vez más cruzamos el Pont del Climent y hacemos el largo camino al lado del río Merdançol hasta llegar a la riera en cuestión. Entramos en el pequeño valle y empezamos a adentrarnos por un camino amable, un túnel verde con auténticas alfombras de oreja de oso y el sonido del agua siempre presente.

Las aguas apacibles del Rec de Can Volat

Pero, como pasa en la vida misma, lo bueno acaba y llegamos al final del valle. Se acaban los caminos amables y el sonido alegre de los riachuelos. Ahora toca sudar. Desde aquí salen dos grandes ramales, uno hacia el este, hacia el Collet de Coma Argentosa y otro hacia el oeste, el Collet del Llop. Comienza un arduo subir y bajar, siguiendo caminos medio borrados que mueren en la última carbonera, hasta quedar seguros de que los hemos hecho todos, todos, todos.

Oreja de oso en su punto

Una vez más, los cazadores han estado trabajando duro, limpiando los caminos principales y marcando con sus puntos de pintura. Durante un momento, me pongo en el lugar del jabalí, que se creía a salvo en este terreno inhóspito. Ahora no tiene lugar para esconderse, todo ha quedado accesible y al descubierto. Pero los cazadores también han tenido un pensamiento para los árboles y en más de un lugar vemos que han cortado ramas de hiedra, liberándolos de su abrazo mortal.

 La Portelleta. Aquí se ve claramente su importancia como punto de acceso a la cresta


La vista hacia Borredà

Salimos al Collet del Llop y aquí decidimos comer. Subimos a un pequeño promontorio y delante tenemos la Portelleta, donde hace 2 semanas no podíamos ver más de 10 metros por la niebla. Después de comer, me aparto un poco para tomar vistas y enseguida estoy rodeado de mariposas y el canto de pájaros. ¡Que lejos queda la crisis! Extiendo las manos como San Francisco de Asís pero ningún animal se fía de mí y me quedo solo. La voz de Pep me devuelve a la realidad. Está impaciente por llegar a casa y ver qué tesoros le ha enviado Carles por Internet.

El camino de vuelta. Pep me tiene secuestrados los mapas para que no me quede atrás

Y tal como venimos, volvemos.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,5 km; 690 metros de desnivel acumulado.

21/06/2103 – La Cingle de la Por

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Querido lector, ¡cuántas cosas han pasado desde la última vez que salimos! Patum, viajes, mal tiempo, gripes. Pero hoy por fin parece que podremos salir. Advierto a Pep que ni yo ni Carles nos sentimos en buenas condiciones físicas para enfrentarnos a los escarpados caminos de Picancel, después de todo lo que ha pasado. "Iremos a donde tú digas", me había dicho magnánimamente por teléfono dos días antes. "Luego lo hablamos en el Mikado".

Una vez en el Mikado, Pep nos dice que arriba todavía hay mucha nieve y más vale continuar con el Picancel, como no hace mucho calor, y concretamente el camino de Sant Miquel pasando por la Casa del Bosc. Miro a Pep estupefacto pero como Carles tampoco protesta, pienso que igual sí será buen momento para ponerme a prueba.

Henos por enésima vez en el Pont del Climent. Pero en vez de ir directamente al Portell de l'Ovellar, Pep propone ir a la Casa del Bosc por el camino al Coll del Biel; sospecha que el Portell de l'Ovellar es una creación relativamente reciente y cree que el camino tradicional pasaba por el Coll.

Una vez pasado el puente, tomamos un camino poco marcado que sube en diagonal hasta el Coll del Biel. Desde aquí, se ve un profundo valle creado por el Rec del Coll del Tell y, al otro lado, un llano intermedio donde en otros tiempos se habría visto el tejado de la Casa del Bosc.

Bajamos al fondo del valle, cruzamos el torrente y tras algunas dudas, encontramos el camino que sube a la casa. Visible, sólo queda una cisterna rectangular de agua cortada en la roca. Hay algunas piedras de la casa escondidas en la vegetación al lado.

La pequeña cisterna de la Casa del Bosc. Las paredes de la casa están escondidas en la vegetación atrás.

La primera vez que hice esta ruta fue una excursión de verano al Serrat de Migdia hace casi 20 años, con mi esposa y mi hijo, todavía niño. Recuerdo el calor, lo empinado del camino y las quejas justificadas de mi familia. Ahora, con la madurez, entiendo que todo es cuestión de dosificarse, disfrutar de los tramos planos o de poca pendiente, acometer las subidas con la velocidad adecuada y saber leer el entorno. 

Camino a la Cingle de la Por

El nombre de la Cingle de la Por (Roca del Miedo) viene de una pared infranqueable que cierra el Torrent Fred con una salida por el Collet dels Pins al oeste y el Grau de Rosa al este. Es un lugar oscuro, con cierto aire siniestro, creado sobre todo por una haya centenaria que impedía que entrara la luz. Decían las leyendas que aquí se reunían las brujas locales.

Muerte de un gigante. Lo que queda del haya monumental en la Cingle de la Por.

Pero al situarnos en la hondonada debajo de la pared, vemos que algo ha cambiado desde la última vez que estuvimos aquí. La última subida ya no se ve tenebrosa sino perfectamente iluminada por la luz del día y hay un caos de ramas y troncos cortados con sierra. Un camino ha sido abierto entre los restos de árboles; la gran haya habrá caído en una de las tormentas de esta primavera y arrastrado con ella el resto de los árboles. "La Cingle de la Por ja no fa por", pienso a modo de obituario.

Llegamos al pie de la roca. El cielo se ha ido nublando y para evitar problemas mayores, Pep declara que es el momento de dar la vuelta. Propone comer en la Casa del Bosc. Para gran sorpresa mía, he subido sin grandes dificultades pero Carles aún acusa los efectos del virus y cuando llegamos otra vez a la Casa del Bosc, con el descenso al Portell de l'Ovellar a la vista, confiesa que se siente agotado. Come su bocadillo en silencio, sin duda pensando en el retorno a casa, donde le esperan una cama con sábanas limpias, un té reconfortante y un par de aspirinas. Pero a Pep todavía le queda un lugar por visitar: una cueva detrás de la casa. Con una paciencia encomiable por parte de Carles, ponemos rumbo al norte por los antiguos campos de la casa, invadidos por el bosque. Seguimos un camino prácticamente borrado hasta llegar a un pequeño hueco en la roca utilizado por el carbonero y con la tierra todavía negra de donde hizo fuego hará quizás unos 70 años. Empalmamos con otro camino que bajaba de las carboneras en el Racó del Pic de Perris y luego con el camino señalizado que baja del Coll de Tell.

 
División de caminos. A la izquierda, al Coll de Tell. A la derecha, a la Casa del Bosc.

Comienzan a caer gotas de lluvia pero, ahora sí, nos encaminamos hacia el Portell de l'Ovellar, una brecha abierta en la roca que crea una ruta casi en línea recta con el Monasterio de la Portella. 

 La entrada en el Portell de l'Ovellar desde el sur

Y desde el norte

Pep muestra la forma semicircular del barreno taladrado en la roca para poner la dinamita. "Aquí está la prueba irrefutable. Este camino se abrió con explosivos y antes las rutas eran otras", sentencia. "Dilo en tu blog". Del dicho al hecho.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,25 km; 550 metros de desnivel acumulado.

28/6/2013 – Buscando la casa del Sr. Moreta

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Pep me expresó que ya tenía ganas de ir a la Tosa d’Alp a buscar minas. Pero aún le queda una última clase de música antes de vacaciones y no me apetecía dar la vuelta de aquella montaña al trote para estar en Berga antes de las 5 y así se lo hice saber.

Manteniendo la minería como tema central, propuse continuar con la educación de Carles y mostrarle una parte de los planos inclinados de Peguera (que nunca había visitado) (también descritos en la salida del  10/7/2011) y de paso, cerrar un tema que tenía pendiente desde hace muchos años, localizar la casa de Fortià Moreta, uno de los dueños de las minas de Peguera e impulsor del ferrocarril.

Dejamos el coche aparcado en la Collada de Palou. Desde aquí continúa el camino histórico de Cercs a Peguera por el Coll d’Hortons. Desde  aquí también salía un camino histórico hacia la zona de Carbonís que, hace unos años, fue destruido para construir una pista forestal, aparentemente para acortar el camino a unas antenas.

Desde la Collada de Palou, la pista desde Sant Jordi continúa a Cal Torner y Val-lobrega, queda un tramo del camino antiguo que bordea encima de las casas con ligera subida. Es un camino muy atractivo, ahora señalizado como parte de la Ruta Minera de Cercs.  

El camino de Peguera con les Cingles de Figols detrás

Volvemos a encontrar la pista pasada Val-lobrega y la seguimos subiendo hacia la pequeña casa de l’Erola, donde volvemos a separarnos ya que, también desde hacía tiempo, tenía curiosidad para ver si podía identificar caminos que subían hacia el Coll de Sant Ramón. Encuentro unos cuantos arranques de caminos que sugieren que podría haber un pequeño laberinto en esas cuestas. “Tenemos proyecto para el otoño”, concluye Pep.

Pasada la casa de l’Erola, marcha a la izquierda (ahora señalizado) un camino que enlaza con la pista que viene de Casanova. Al lado del camino se ven tierras de desecho de una mina y, más abajo, restos de una barraca y un paisaje muy sospechoso pero sin poder localizar de momento ninguna mina. No podemos entretenernos y continuamos bajando hacia el Torrente de Peguera. Aquí, todo es muy agreste. Dejamos para el nuevo proyecto de otoño unas colitas que ya tenía de hace años. Empezamos a entrar en el hayedo, cruzamos el torrente y subimos hacia la pista de Casanova.

Giramos a la izquierda y caminamos por la pista hasta ver el camino que sube a la vía de tren. Ahora forma parte (aunque de un modo algo anacrónico) del Camí dels Bons Homes, una ruta de Berga a Montsegur que aprovecha la moda de los cátaros.

La vía de tren

Llegamos arriba y entramos en la vía. Nunca me canso de venir aquí y cada vez que vengo, comprendo cada vez más el esfuerzo y la calidad técnica de esta obra de ingeniería. Pep explica a Carles cómo se hacía la vía con la pendiente justa para que los vagones bajaran por gravedad sin descontrolarse, con un hombre en el vagón de delante con una palanca de freno, y luego se hacían subir arrastrados por mulas.

Una foto que ilustra el uso del ferrocarril y el paisaje de aquel tiempo. (Extraída del libro "Els Trens del Berguedà")

El esfuerzo empieza a pasar factura y pregunto a Carles si ha traído cacahuetes o algo para picar. “Te iba a preguntar lo mismo”, me contesta. Los dos miramos a Pep, pero tampoco tiene nada para darnos. Habiendo agotado las reservas energéticas de fácil disponibilidad, sólo nos queda quemar la grasa y nos volvemos a poner en marcha.

“Apartaos”, grita Pep de repente y se lanza a un lado. Yo también salto, pensando que ha visto venir una jauría de jabalís enloquecidos. Espero un segundo, dos segundos. No viene nada. “¿Qué pasa?”, pregunto a Pep, perplejo. “Que viene el tren”, me contesta.  Antes de jubilarse, no hacía esos juegos.

Vista del valle de Val-lobrega desde la vía, con el Sobrepuny detrás

Seguimos caminando por este camino totalmente recomendable, pasando un pequeño túnel post-cátaro, hasta llegar al cargador del Grau. Aquí volvemos a cruzar el lecho del torrente y buscamos la pista de Peguera a Coll d’Hortons. 

La unión de la vía de tren con el camino que viene de l'Estany

Ya en la pista, pasamos los restos de un edificio y un plano inclinado que bajaba al cargador. Poco antes de llegar al Coll d’Hortons, marcha una pista casi borrada hacia la derecha y la bajamos. Vemos una estructura en el bosque a la derecha pero continuamos por la pista, pensando que nos llevará a la casa. Pero no, la pista se muere sin que el bosque nos deje ver nada más. Volvemos a subir y caminamos hacia el edificio que vimos.

Es una estructura grande, alargada. Seguimos bajando por terrazas con muros de piedra. Vemos una especie de cisterna y otras estructuras pequeñas y finalmente otro edificio alargado, con muchas estancias. Es la casa y las oficinas. Es impresionante que se haya construido todo eso en medio de la nada.

 Un detalle de las ruinas de la casa, perdidas en el bosque

Y una foto de todo el complejo en su momento de esplendor. (Extraida del libro "Relleu fotogràfic de les Mines del Berguedà")

Y la vista del valle desde la casa

Subimos al collado y nos acomodamos los tres en un tronco caído. Yo en el medio, Pep a mi derecha y Carles a mi izquierda. Saco la botella de cerveza y empiezo a verterla en la taza de Pep. “¿Qué tienes en el brazo?”, me pregunta Carles desde mi izquierda. Con la botella peligrosamente inclinada, desvío la vista y veo una mancha roja grande en el brazo. ¡Me estoy desangrando! “¡Estiguis pel cas!”, grita Pep desde mi derecha. “La sangre se puede recuperar, con una transfusión si hace falta, pero la cerveza que cae al suelo se pierde para siempre”. Vuelvo a centrarme en la botella. “Perdona, Pep”, digo. “Tienes razón”.

Por suerte, todo ha quedado en un susto. Después de comer, es hora de ponernos en marcha otra vez. Llegamos al Coll d’Hortons, donde acaba la pista y se inicia una larga bajada con curvas interminables hasta llegar a la Font del Paulàs. Desde aquí, sólo queda deshacer el camino ya hecho hasta el coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13,6 km; 630 metros de desnivel acumulado.

5/7/2013 – La vuelta de Tosa d’Alp

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Esta semana, sin clase de música, tenemos todo el tiempo del mundo y accedo a ir a la Tosa d’Alp. Carles no viene; está siguiendo una cura anti-estrés en la playa con su familia. A ver si le funciona.
Aparcamos en el Coll de Pal. Hay un fuerte viento del norte, canalizado por el propio collado, que nos obliga a abrigarnos. Caminamos hacia el norte por el GR4, que sigue el torrente. Pep me muestra unos nidos de ametralladoras de piedra a la derecha, parte de la Línea Gutiérrez. Esta línea de defensas fue construida cuando se acababa la Segunda Guerra Mundial, a modo de Línea Maginot española, y debía formar una barrera infranqueable que frenaría cualquier intento de los Aliados de invadir España para derrocar el régimen de Franco. Nunca se llegó a completar pero debía haber surtido efecto igualmente, porque la temida invasión nunca llegó a materializarse.
Líneas eléctricas se mezclan con torres de telesillas mirando hacia el Coll de Pal
Quitando las torres de alta tensión que pasan por el Collado, es un paisaje eminentemente alpino pero al acercarnos al edificio de la estación de esquí de Coll de Pal, vemos que se han multiplicado las obras, con torres de telesillas y pistas de descenso, para conectar esta pequeña estación con la macroestación de La Molina.
Las telecabinas de La Molina
Amaina el viento y vuelve el calor pero el paisaje se va tecnificando cada vez más. Pasamos debajo de la telecabina, que está funcionando y al cabo de unos cientos de metros más, vemos la explicación. La estación ha gastado mucho dinero en modernizar sus instalaciones para todo tipo de deporte de invierno para también ha creado diversas rutas para descensos de bici y pronto vemos pequeños grupos de jóvenes bajando. La telecabina se utiliza para subirles hasta el punto de partida.
No puedo dejar de admirar este esfuerzo que ha transformado la montaña en una maravilla de la tecnología del entretenimiento al aire libre pero a Pep le sobra todo esto. Está buscando minas de hierro y manganeso. Cerca del Coll de la Mola, ve los pilas de tierra y piedra que delatan la presencia de la mina. Cuando llegamos, vemos una galería cortada en la roca que se mete bastante para adentro, aunque sólo la seguimos unos metros por falta de linterna.

Continuamos por la pista pero llega un momento que tenemos que subir. A veces por pista y a veces simplemente subiendo la cuesta, ganamos altura. Vemos los restos de bases de teleféricos, que parecen venir del Serrat de les Pedrusques.

Mirando hacia Cerdanya mientras caminamos hacia el Serrat de les Pedrusques

Hacemos 400 metros de desnivel, subiendo por instalaciones y pistas de esquí. Finalmente, llegamos a una pista transversal que marcha hacia el oeste. Empezamos a dejar atrás toda la parafernalia del esquí. Cerca del collado que marca la divisoria entre la cara norte y la cara sur, vemos una barraca de mineros y, un poco pasado el collado, un camino sigue la cara sur del Serrat de les Pedrusques hasta llegar a unas bocaminas y los restos de una barraca. Todavía se ven restos de la veta de mineral negro que los mineros debían buscar. Almorzamos en la sombra de una bocamina, con una vista enorme delante que abarca Coll de Jou, Penyes Altes, Pedraforca, Prat d’Aguiló y el comienzo del Cadí. Estas minas, Pep ya las conocía de una excursión anterior pero no había tenido tiempo para estudiarlas detenidamente.

Mirando hacia el Moixeró, con Penyes Altes, el Cadí y Pedraforca

Después de comer, continuamos por la pista hacia el Puig de la Mena, donde había otras dos minas, más pequeñas. Pero antes de llegar a la barraca de mineros bajo la Font de la Mena, Pep ve una explanada bajo la pista. Resulta ser un cargador. ¿Llegaría un teleférico aquí? Pero, ¿desde dónde? Pep se asoma y ve más abajo unos restos delatadores y un camino muy tenue que baja.
Vamos bajando, acercándonos a ese caos de barrancos que son les Muntanyetes. Grupos de rebecos nos ven y se apartan corriendo. Por fin llegamos abajo y en la roca vemos cuatro o cinco agujeros excavados y otra explanada para el teleférico de salida. Pep se emociona, sabía que le faltaban unas minas pero nunca creía que sería tan fácil encontrarlos. Le digo que es fruto de la experiencia. Está claro que hace décadas que no viene nadie por aquí.

 Vista de les minas tomada por Pep con la base del teleférico inferior en primer plano
 
Mirando hacia el Serrat Gran desde las minas
Seguimos un camino de flanqueo que va hacia la Mina de la Mena, la más importante y la más conocida, situada debajo de la barraca de mineros de la Font de la Mena. En los pasos más delicados, Pep se para y se asegura de que yo no cometa ninguna torpeza. “¿Ves cómo te cuido?”, me dice. “Como un polluelo”. No puedo negarlo, aunque creo que exagera mi fama de torpe. Sea como sea, llegamos a la barraca sin percances, e iniciamos el camino de flanqueo hacia Coma Floriu. Antiguamente, este camino era usado por los mineros para ir a Bagà y durante muchos años, después del abandono definitivo de las minas en los años 60, fue un camino desconocido para el gran público, que seguía obedientemente la ruta señalizada por la cresta hasta el refugio del Niu d’Áliga en Tosa d’Alp. Antes del pestivirus, era una buena ruta para ver grandes grupos de rebecos y aún hoy es fácil verlos.
Comafloriu desde la barraca de mineros


Y el arranque del camino en Comafloriu mirando hacia Tosa d'Alp
Luego el camino se publicó en un libro de rutas y luego en el mapa de Alpina y se popularizó, con cierto enfado por parte de los responsables del Parque de Cadí-Moixeró, que querían que se dejaran tranquilos los rebecos. Recorriendo hoy este camino, me parece notarlo erosionado en algunos tramos y me pregunto si será por desgaste natural o por el paso de gente, aunque hoy sólo estamos Pep y yo. Una hora después, ya estamos en el coche.
Imagen intemporal (quitando la torre de alta tensión)
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 16,4 km; 680 metros de desnivel acumulado.

12/7/2013 – La mina de Ansovell

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En sus estudios en los archivos, Pep ha recibido noticias de una mina de hierro del siglo XVIII cerca de Ansovell, que él cree que debe estar al pie del Cadí, donde se produce un cambio de estratos. Como Carles aún está en la playa, accedo a ir a buscar esta mina. Mis lectores quizás recordarán unas salidas algo frustrantes por esta zona el año pasado en busca de lo que se ha identificado como el camino Cardoner. En la primera, empezamos desde Ansovell y mientras nos acercamos al pueblo, se inicia una discusión sobre si el aparcamiento era antes o después del pueblo.

“¿No aparcamos aquí?”, pregunta Pep, señalando un pequeño espacio a la entrada del pueblo que me parece extrañamente familiar. “Yo recuerdo que entramos … y que pasamos por la iglesia”, contesto mientras doblamos una esquina y pasamos al lado de la iglesia. “Y que en la salida del pueblo, encontramos una verja y tuvimos que dar marcha atrás”, dice Pep al ver la verja que nos cierra el paso. De repente, lo recuerdo todo como si fuera ayer, cómo hicimos todo el recorrido del pueblo, primero en un sentido y luego en el sentido contrario, para aparcar en el espacio que Pep había indicado al principio.

Vista del Cadí desde el pueblo de Ansovell

Hacemos la primera subida que nos lleva al Santuario de Boscalt. Pep me señala una larga pendiente de bosque que acaba en una ‘tartera’ o pedregal al pie del Cadí: 500 metros de desnivel en línea recta. “Tiene que estar allí”, me asegura. Aprovechando que vamos por una pista llana, iniciamos una larga conversación que gira en torno a la historia y su valor para la sociedad. Tan absorto estamos en la discusión que pasamos de largo el punto de inicio de la subida y tenemos que subir por el bosque sin camino hasta llegar al Coll de les Basses.

Desde Boscalt; nuestro destino es la tartera a la derecha

A partir de aquí se inicia una subida penosa con fuerte pendiente por un camino perdedor, a veces indicado por montículos de piedras. Cada vez que levanto la cabeza, el Cadí parece igual de lejos que cuando iniciamos la subida. Además, hace calor y las moscas forman una nube alrededor de mi cabeza. Intuyendo una rebelión latente, Pep se mantiene a una distancia prudencial, nunca alejándose tanto que ya no le veo pero tampoco lo suficientemente cerca para que le pueda pedir que nos paremos un rato.

Al jabalí hay que esperarle sentado

Pero de repente la subida acaba y salimos en un extenso llano entre dos lomos. Un lago colmatado, dice Pep, es decir, un pequeño lago glaciar que se fue llenando de sedimento. Por el tamaño de los pinos, hace tiempo que no viene ningún pastor aquí pero al final del prado vemos los restos de una barraca y una pequeña ‘pleta’ o aprisco. 

 Vista del prado (Prat de l'Orri)

Y de la pleta

Y delante, una inmensa tartera y las murallas del Cadí. Pero de la mina, ni rastro. Pep quiere subir el lomo izquierdo, el más rocoso, en busca de indicios. Una vez arriba, nos paramos. Pep mira alrededor suyo con satisfacción. “Qué lugar más hermoso”, dice. “¿No sientes el poder de la piedra, la fuerza de la geología, la tozudez de la Naturaleza, el impulso imparable de la vida que lo conquista todo?”. “Sólo veo una tartera asquerosa, tengo hambre y las moscas no me dejan en paz”, contesto, pragmático.

Evidentemente, no le he dado la respuesta que quería oír porque me manda a investigar el otro lomo mientras él sube más arriba. En el otro lomo, encuentro un pequeño llano. Miro alrededor mío. Sólo veo árboles. Me planto. “Ya está bien de buscar minas”, pienso, y empiezo a comer mi bocadillo, caminando de aquí para allá para despistar a las moscas.

La tartera, vista de cerca

Al cabo de un rato, viene Pep. No ha encontrado nada. “¿Tú que has visto?”, me pregunta. “Árboles”, contesto escuetamente.

Seguimos almorzando y luego iniciamos la bajada por el mismo sitio. Pero con el sol de mediodía, las moscas se han transformado en mariposas, cientos y cientos de mariposas y con una variedad de especies que hace mucho tiempo que no veo. Así da gusto caminar por la montaña. En el Coll de les Basses, nos desviamos para explorar algunas variantes, incluyendo un canal seco que traía agua de un torrente al Santuario de Boscalt.

Al pasar por el Santuario, Pep ve algunas piedras rojizas apiladas al lado de la pista y se fija en el tono cobrizo de la roca alrededor nuestro. Le señalo una fosa excavada el otro lado de la pista. Pep investiga un poco en el bosque. “Parece que hubo algunas prospecciones por aquí”, me informa. Se hace un silencio mientras digiere los nuevos datos. “Quizás no hacía falta subir tanto”, concluye.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,9 km; 590 metros de desnivel acumulado.

19/7/2013 – Las minas de Peguera

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Hoy Carles tiene que estar a las 4.30 detrás del mostrador de su hotel y Pep tiene que madrugar mañana para un largo viaje, lo que obliga a buscar una salida cerca de casa. Propongo volver al pueblo abandonado de Peguera ya que, a pesar de haberlo visitado unas cuantas veces, aún quedan muchas cosas por ver allí.

Concretamente, las fotos antiguas muestran un edificio al lado del plano inclinado nº 4, frente al Cargador del Grau. Se ve un edificio bastante sólido pero nunca lo había visto a pesar de haber estado muchas veces en las inmediaciones. Al ver la foto, la tentación es convertirlo mentalmente en el propio cargador pero, después de examinar objetivamente cómo está situado en el paisaje, hay que admitir que no puede ser.

Dejamos el coche en la bifurcación de pistas, una que va al Coll d’Hortons y la otra que va al núcleo del pueblo. Con las tormentas de tarde, está todo muy verde y bucólico. Hay unas cuantas vacas pastando pero con tanto prado, no dan abasto y aún quedan extensas zonas sin tocar, repletas de flores. 

La pista que va al pueblo de Peguera, cerca de la Font de Cal Coix

Pero aunque hoy puede parecer un paraíso natural, que nadie se engañe; si sus habitantes se marcharon en los años 50, era para buscar una vida mejor, huyendo de los largos y gélidos inviernos y la miseria reinante.

 Vista parcial del pueblo de Peguera

Y la misma vista cuando las casas aún estaban en pie (Foto extraída del libro "Relleu fotogràfic de les mines del Berguedà")

El famoso excursionista Cesar August Torras de principios del siglo XX hablaba de un hostal en Peguera pero aconsejaba ir bien aprovisionado porque allí nunca tenían comida. Nosotros le hemos hecho caso y llevamos bocadillos, fruta, nueces, agua y una botella de cerveza inglesa, la muy preciada Dedo del Obispo.

Orquidea cerca del agua

Tomamos primero la pista hacia el pueblo y al llegar al cementerio, buscamos la forma de llegar al torrente, el Barranc dels Graus, ya que Pep había oído que había una bocamina colgada encima del torrente. Al final la encontramos, un agujero hecho en la roca, con otro agujero al lado (¿el polvorín?). 


Entrada de la mina cerca del molino

A partir de aquí, vamos a los restos del molino, cuyo canal parece que quedó aniquilado por las obras de la mina corriente arriba. Luego vamos ajando el valle, visitando por orden la torre de luz, la Cantina, la mina Pepita, desde donde arranca la vía de tren, la mina Porvenir, el edificio con los antiguos pisos y el Portell, que marcaba la entrada al complejo minero. Pasamos un grupo de ciclistas haciendo el circuito de Rasos de Peguera. “Falta poco”, les digo para animarles. Tanto yo como ellos sabemos que es mentira.



La torre del transformador que suministraba electricidad generada por una máquina de vapor a las otras instalaciones


 La Cantina, donde estaba la sede administrativa de las minas y la casa del gerente


La entrada de la mina Pepita. Hoy sólo se ve una zanja amplia con un pequeño agujero al final. Detrás, el cerro de Peguera donde estaba el pueblo y a la izquierda se intuyen los edificios de la Cantina. Esta foto permite apreciar el desastre ecológico que debía suponer la minería para esa zona. (Foto extraída del libro "Relleu fotogràfic de les mines del Berguedà")

 Entrada de la mina Porvenir

 Y el inicio de la galería

 El Portell, entrada del complejo minero

Continuamos por la pista de Coll d’Hortons hasta el inicio del Plano Inclinado 4, que bajamos. Tras algunas dificultades, llegamos abajo al torrente, con el cargador delante y a un paso del camino señalizado dels Bons Homes. Y allí perdido en los árboles, vemos una superficie plana; es el suelo de la planta baja y todo lo que queda de la Casa dels Graus. Las veces que hemos pasado al lado y nunca se nos ha ocurrido echar un vistazo.

 Lo que queda hoy de la casa dels Graus

Y cómo era, con el plano inclinado al lado. (Foto extraída del libro "Relleu fotogràfic de les mines del Berguedà")

Almorzamos encima del cargador. Hacia Ensija, el cielo se va tapando e incluso caen algunas gotas. Al final, decidimos poner rumbo al coche, subiendo por la pista. Con el calor de la tarde, las mariposas han salido y me entretengo a intentar fotografiarlas. Pasamos por el camino que va a la Creu de Fumanya. Yo no lo he seguido nunca pero Pep lo ha subido muchas veces. Así que Carles y yo nos desviamos para seguirlo y Pep nos esperará en el Pla de la Creu de Fumanya con el coche. Sigue una subida ingrata en línea recta que nos deja en el Collet Mercadal, bastante alejado del coche. Todo eso sugiere una red de comunicación que estaba montada al margen de la actual red de carreteras y habrá que investigarla.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,8 km; 350 metros de desnivel acumulado.

P.D. Hoy (24 de julio), hay un extenso reportaje de dos páginas en La Vanguardia sobre el declive en toda Europa de las poblaciones de mariposas. Se atribuye sobre todo a la pérdida de diversidad paisajística y la homogeneización de hábitats y, concretamente en la zona mediterránea, a las prolongadas sequías. En las zonas por donde caminamos, aún hay una relativa abundancia, al menos fuera de los bosques, pero soy consciente de vivir en una burbuja ecológica que no refleja la tendencia dominante.


 Algunas de las mariposas que pude fotografiar aquel día. Aquí, Vanessa cardui (Painted lady).

 Coenonympha arcania (Pearly heath)

 Brenthis daphne (Marbled fritillary)

Melanargia lachesis (Iberian marbled white)

26/07/2013 – La Font del Pi

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Al final de la salida de la semana pasada, había pedido a Pep que fuéramos a la Font del Pi, ya que siempre la había visto de lejos. La Font del Pi es un pequeño núcleo de casas en el límite de Peguera yendo hacia Llinars. Destaca por su fuente y haber sido el lugar donde nació uno de los últimos maquis de Catalunya, Ramón Vila Capdevila o Caracremada, que murió acribillado en 1963.

Durante la semana, se ve que Pep y Carles han estado hablando porque Carles llega con los caminos de la Minuta de Figols descargados al GPS. Había dos que interesaban especialmente: el camino de Peguera a la Font del Pi y el camino llamado del Grau de la Escaleta, que enlazaba con el camino que iba de Fumanya a la Font del Pi y que pasaba al norte de Peguera.

Hoy va a ser una salida eminentemente técnica. Y el hombre del tiempo había pronosticado calor. Dejamos el coche en la carretera nueva detrás del Serrat de les Eres, cerca de donde vendría el Camino del Grau de la Escaleta. El tramo de bajada a Cal Salomó, no lo acertamos a encontrar y seguimos el track del GPS sin camino claro hasta el empalme con el camino de Fumanya en un collado.

Bajamos la pista hacia la Font del Pi. Anotamos un camino a la derecha que Pep ya conocía y que accede a una zona de carboneo bajo Ensija. Siguiendo el track de Carles, concluimos que el camino antiguo de Fumanya básicamente sigue el trazado de la pista actual.

Nos desviamos por una pista que lleva a la casa de Ferrús, pasando por la Font de la Bruixa y la Font de la Teuleria. Con la imponente Roca Gran de Ferrús detrás, la casa es del siglo XVIII pero en salidas anteriores, hemos encontrado pruebas de que el lugar era ocupado en épicas muy anteriores.

Pep aún puede recordar cuando era camino, que la pista se encargó de destruir. Hace unos años, nos pareció ver un intento de arreglar los accesos a la casa. Quizás alguien quería reconstruir la casa como refugio para pasar la noche en la larga etapa de Berga a Gosol en el Camí dels Bons Homes, yo había especulado. Sea como sea, la cosa no fue a más y la casa sigue en ruinas.

Las ruinas de la casa de Ferrús con la Roca de Ferrús detrás. En el fondo, se ve el collado de l'Estret por donde pasa el Camí dels Bons Homes

Desde la casa de Ferrús, el camino señalizado sigue subiendo a l’Estret y luego hace un flanqueo bastante espectacular hasta el Portet, en el extremo occidental de Ensija. Es altamente recomendable pero hoy nuestro destino es otro. En ocasiones anteriores, habíamos visto algún camino que parecía bajar desde el Cap del Llís, encima de la casa. Sin embargo, Pep quería ver si había otro camino que bajaba directamente desde la casa hasta la Font del Pi. El resultado: hacemos toda la bajada sin camino porque no lo hay.

Llegamos frente a la casa de La Plana, casa donde nació Caracremada, según la placa en la fachada. 

 La casa de La Plana con los contrafuertes de Ensija detrás

Y la placa conmemorativa

El calor empieza a agobiar. Detrás vemos un camino que sube hacia Ferrús. Lo seguimos unos 200 metros para confirmar que es el camino bueno, damos la vuelta y bajamos hacia la casa del molino, todavía habitable y detrás, la Font del Pi, una surgencia abundante que brota de la tierra.

Un detalle del Molino de La Font del Pi. La depresión a la derecha corresponde a la balsa del molino

Después de comer, subimos por un camino ya conocido, el camino de Font del Pi a Peguera, que pasa al lado de los restos de una casa construida dentro de una ‘bauma’ o hueco en la roca. Este camino cruza el Reguer de l’Areny y entra en la pista de Fumanya. Hasta aquí llega lo marcado en el mapa del Alpina. Sin embargo, ahora, gracias al track de Carles, vemos cómo va cruzando las curvas de la pista y luego continúa bordeando la riera hasta empalmar definitivamente con la pista ya cerca del Coll dels Terrers.

Un detalle de la casa de La Bauma, incrustada en la roca

Esta pista continúa hasta Peguera pero nosotros lo dejamos para subir hacia el coche. En la última subida, antes de pasar lo que era el Grau de la Escaleta, Pep ve un camino que baja a la derecha. Carles y Pep lo siguen un rato y confirman que es el camino que sube desde Cal Salamó. Y volvemos a casa. Ya os había advertido que era una salida técnica.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,6 km; 410 metros de desnivel acumulado.

4/8/2013 – Ensija

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La semana pasada, mientras caminábamos bajo la cara sur de Ensija, reflexioné en voz alta que todavía no había ninguna entrada en el blog para Ensija. El problema es que recorrimos la sierra en todos los sentidos hace unos 4 años y todavía no habíamos encontrado motivos para volver. Pero el Señor obra por caminos misteriosos (nunca mejor dicho) y al cabo de unos días recibo un mail de Josep María preguntándome si quiero ir a Ensija.

“Vale”, le digo, “pero subiremos por el Barranc de les Llobateres”. La subida clásica es desde la Font Freda pero es una subida pedregosa, empinada, incluso aburrida, y expuesta al sol en todo el trayecto. La única ventaja que tiene es que es una línea casi recta hasta el refugio.

El Barranc de les Llobateres es una ruta señalizada que arranca desde la carretera, unos 700 metros más hacia Vallcebre. Es un barranco que llega hasta arriba; pasas la mayor parte en la sombra, resguardado del sol, y al tener cierta sinuosidad, es más ameno. Por lo tanto, es de lejos la mejor opción en verano. Y mucho menos concurrida.

Ganando altura en el Barranc de les Llobateres

Empieza como una pista. A medida que el valle se estrecha, se convierte en un camino amplio. Luego se aparta momentáneamente del fondo del valle y, cuando vuelve a entrar, ya es un sendero estrecho que sube por una especie de desfiladero.


El valle se estrecha

Tras recorrer 1,5 kilómetros y unos 350 metros de desnivel, el valle se ensancha brevemente, formando un pequeño prado con su ‘pleta’ y luego se divide. La ruta señalada hacia la derecha sube el Barranc d’Ensija, desembocando a unos 300 metros del refugio. La otra ruta continúa recto y sale bajo el Serrat Voltor, con el Serrat dels Bous, a cuyo pie está la Font dels Coms, a la vista. Es el extremo oriental de Ensija.

Mirando hacia el Cap del Llitzet

Tenemos unas vistas inmensas, con el valle de Peguera (el pueblo está escondido detrás del Roc de Peguera) y los Rasos de Peguera al sur y Pedraforca y el Cadí, el Moixeró y, detrás, el Pirineo al norte. En la subida, sólo vimos un corredor y un grupo familiar que venía bajando. Pero una vez arriba vemos varios grupos de personas que van deambulando por los prados.

Una parte del panorama desde la Creu de Ferro, mirando hacia Vall d'Ora

Empezamos a caminar hacia el oeste, subiendo a la Creu de Ferro, bordeando el Pla de les Tores, y llegando finalmente a la planicie central en cuyo extremo se encuentra el refugio. Vemos un grupo de parapentistas intentando ganar altura para pasar por encima de la sierra. Yo ya había tenido suficiente pero Josep Maria quería subir a la Gallina Pelada o Cap del Llitzet. La vez anterior que había subido, toda la sierra estaba envuelta en nubes y no pudo ver nada. Así que me sacrifico y hago otros 150 metros de desnivel bajo un sol de justicia.

 Un grupo de cabras, y detrás el Cadí

El refugio, con Pedraforca y el Cadí a la derecha

Tras las fotos de rigor, bajamos al refugio y comemos en la sombra creada por el propio edificio. Como sabrán mis lectores asiduos, Josep Mª es insensible al frío (pero hipersensible al calor) pero yo sí que empiezo a notarlo y entramos en el refugio para tomar un café. Los guardas son una pareja joven. Hay una familia joven que ha decidido almorzar allí.

Ensija siempre ha tenido que hacer una competencia desigual con su vecino de enfrente, Pedraforca, y está claro que el refugio de Ensija no tiene la afluencia del refugio Lluis Estasen. Pero animaría a los que suben a Ensija a por lo menos tomar un café o un refresco en el refugio.

Aquí desemboca la subida por el Barranc de les Llobateres y el Barranc d'Ensija

Bajamos por la ruta clásica de Font Freda. Durante la primera parte tenemos delante el valle de Saldes y Pedraforca, con el Cadí detrás pero el camino deja los prados y entra en el Torrente de la Font d’Ensija. A partir de aquí, está fuertemente erosionado, con mucha piedra suelta y los patinazos están al orden del día. Prestando mucha atención, llegamos abajo sin percances.

Bajando por Les Planelles, con Pedraforca delante y el pueblo de Saldes abajo

Al llegar con el coche al cruce de la carretera de Saldes con la carretera de Guardiola, vemos a un hombre con una mochila enorme haciendo autostop. Paro el coche y lo subimos. Resulta que es uno de los que vimos haciendo parapente. Él aterrizó en Gósol, otro aterrizó en Bagà y aún queda un par que están volando.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11 km; 740 metros de desnivel acumulado.

9/8/2013 – Complicaciones en Pedra

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Esta semana, Pep está en Roma con su familia, cumpliendo una promesa. Y nosotros, libres transitoriamente de la disciplina férrea impuesta por Pep, podemos ir donde nos plazca. La zona de la Coma es poca conocida por nosotros. El año pasado, aprovechamos la ausencia de Pep para ir a Pratformiu y la pasada Semana Santa, hice la Caminada Popular de Vall de Lord, que recorrió caminos entre Pedra y Pratformiu, y me había impresionado el paisaje abrupto de las Roques del Minguell, con la Serra del Verd detrás.

Una vez más, Carles tiene que estar detrás del mostrador de su hotel a las 4.30. No tengo mapas a gran escala en papel de esa zona y tengo que fiarme del mapa del Alpina. Mirando el mapa, planifico una ruta que sube desde Pedra a la ermita del Roser, luego flanquea a la antigua casa del Pujol del Racó debajo de las Roques del Minguell y finalmente baja a Pedra pasando por la ermita románica de Sant Andreu y la Torre dels Moros. Parece clara, asequible, no demasiado larga y llena de puntos de interés.
 
El pequeño núcleo de Pedra
 
Aparcamos el coche debajo de la iglesia de Pedra, una curiosa fusión de distintas épocas. Pasamos detrás del cerro del castillo y seguimos un camino con marcas verdes y amarillas de la red de senderos de Vall de Lord que va subiendo con una pendiente suave por el bosque hasta el Coll de la Creu con su ermita.
 
La ermita del Roser
 
Les Roques del Minguell y detrás, la Serra del Verd
 
Después de visitar la ermita, continuamos por la pista hormigonada hacia Cal Jepet. Pasado el lugar indicado como “El Grau” (aunque de “grau” no tiene nada porque fue dinamitado para pasar la pista), un poste indicador señala hacia la izquierda para ir a Santa Julia de la Coma. Es nuestro camino. Tras visitar la cercana casa de Cal Dam, giramos hacia el sur. El camino va siguiendo la ribera izquierda del Remosoll a cierta altura. Debajo se oye el ruido del agua, encajonada en un estrecho desfiladero. En los campos de Cal Marqueixanes, una casa arreglada de fin de semana, el camino encuentra la forma de bajar y desciende en eses estrechas.

El camino que baja a la riera de Remosoll

Cruzamos la riera e iniciamos el flanqueo de las Roques del Minguell. Aunque es un camino estrecho, está bien conservado y busca un paso entre las rocas. Sólo nos despista un pequeño desprendimiento de rocas pero volvemos a encontrar el camino al otro lado. Es altamente recomendable.
 
El camino hacia Cal Minguell
 
Llegamos a los campos de Cal Minguell, con la casa al lado del camino. Carles, como mejor alumno de Pep, sospecha que podría haber un poblado medieval en los alrededores y encuentra un trozo de cerámica. Ya que hemos más de la mitad del recorrido, decidimos comer bajo la sombra de unos robles cerca de la casa. Lo que queda de la ruta no parece tener complicaciones: cruzar los campos de Cal Minguell hasta entrar en una pista al Pujol del Racó y luego buscar una pista bajo esta segunda casa.

Pero aquí es donde las cosas empiezan a torcerse. Un camino engañoso nos mete en una especie de pista/canal llena de maleza que nos sube por encima de la casa. Bajamos como podemos hasta la casa. En su día, habrá sido la gran casa del valle pero ahora está vacía aunque todavía entera. Un poste indicador nos muestra un camino al lado de la casa que baja al lado del torrente, la Ribereta de Pujol, para ir a la Torre de la Vila. Nosotros no vamos a esa torre pero, según mi mapa, tenemos que bajar para cruzar el torrente. Las señales nos empujan con insistencia hacia la izquierda, hacia lo que queda de la torre, pero resistimos su canto de sirena y seguimos bajando en línea recta.
 
Las galerías de la casa de Pujol del Racó
 
Entramos en lo que parece ser un camino transversal que nos lleva a un cruce del torrente. Pero hay un problema: las piedras para cruzar están mal repartidas, muchas al principio y casi nada después. Llego a la mitad del caudal y me paro para estudiar la situación. Carles me sigue demasiado de cerca. Entre el objeto inamovible (yo) y la fuerza irresistible (él), la fuerza irresistible opta por cambiar de trayectoria y pone un pie en el agua. Pero conseguimos llegar al otro lado y arranca una pista. La seguimos pero al cabo de unos 200 metros, se convierte en un camino y al cabo de 200 metros más, en nada. Lo lógico sería volver atrás y volver a cruzar el torrente pero me resisto a enfrentarme otra vez a esas piedras. Saco el Alpina.

“Según esto, tenemos que subir”, digo. Subimos sin camino por el bosque y para gran sorpresa nuestra, entramos en un camino de categoría indudable pero horriblemente tapado. “¿Será esto que mostraba el Alpina?”, me pregunto. Lo seguimos. Va siguiendo el valle hacia la Coma en ligero descenso, entrando en los barrancos y saliendo a las crestas, estrechándose para bordear aristas rocosas. “Esto de línea recta nada”, pienso. “O me equivoco yo y se equivoca el Alpina. Y además hace décadas que no viene nadie por aquí”. Empieza a hacerse tarde pero estamos comprometidos y seguimos. Salimos a una cresta despejada con la Coma a la vista. Buscamos la forma de bajar hacia la riera entre la Coma y Pedra. Finalmente, llegamos a la casa de Cal Borrec. Subimos por la pista que va al Pujol del Racó para buscar un cruce de la riera marcado en el Alpina. Lo encontramos y subimos por el Obaga de Borrec por un camino interesante pero no tenemos tiempo de entretenernos. Pasamos por la casa de Cal Bernat y 15 minutos después estamos en el coche. Son las 4.30.

Aconsejo a Carles a avisar a su mano derecha en el hotel para que no sufra y a las 5.15, Carles por fin llega al mostrador. Al bajar el track al ordenador, veo que hemos pasado a poca distancia todo lo que nos proponíamos ver. Incluso vimos (y dejamos) caminos que nos habrían bajado directamente a nuestros objetivos; estuvimos a menos de 100 metros del Cementerio Viejo. Como dato positivo, hemos descubierto lo que probablemente es un camino olvidado de Pujol del Racó a la Coma.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,3 km; 600 metros de desnivel acumulado.

16/8/2013 – En Peguera otra vez

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Pep tiene muchos cabos sueltos en Peguera y nos propone una salida más bien técnica que giraría en torno a dos ejes: el camino de l’Escaleta y el teleférico que venía de Moripol. Además, según el pronóstico del tiempo, habría tormentas fuertes por la tarde y no convenía alejarse mucho del coche.

Mirando hacia el Valle de Peguera con la luz de la mañana. Se ve la torre de la luz y detrás, la Cantina

Aparcamos el coche en el mismo cruce de pistas cerca de la Font de Cal Coix y caminando hacia el pueblo, dejamos constancia de la casa auténtica donde nació Ramón Vila (Caracremada), Cal Peró, poco después de la fuente, al lado de la pista.

Placa conmemorativa en Cal Peró

Y lo que queda de la casa

Subimos al pueblo y pasamos por las ruinas de las casas. Detrás del Roc de Peguera, cuatro montículos con puerta delante y un agujero en el techo, como casas de hobbits pobres, nos recuerdan la importancia del cultivo de la patata en este pueblo. Su nombre en catalán es ‘trumfera’. 

Entrada de una 'trumfera'

Marcamos la entrada del ‘grau’ (ver Glosario) de la Cingle del Griell, un pliegue en la roca que permite subir en línea recta desde la casa del mismo nombre hasta el pueblo sin dar la vuelta de la sierra, y luego cruzamos la amplia zona de cultivo llamada el Planàs hacia el oeste hasta encontrar el camino que sube a la Escaleta. Es aquí donde Carles encuentra el primer ‘rovelló’ de la temporada – un bonito ejemplar.

Pero no puedo deshacerme de cierta sensación de cansancio. Las piernas me pesan, no tienen agilidad, las rodillas me molestan. ¿Será el efecto acumulado de tantos días de calor? ¿Me estoy haciendo viejo? ¿Serán los primeros síntomas de alguna enfermedad degenerativa? Es preocupante.

Pero Pep y Carles no quieren saber nada de mi precario estado de salud y les sigo por el camino hasta la carretera asfaltada, donde damos la vuelta y bajamos, dejando a la derecha el camino que va a Cal Salamó y otra ‘trumfera’ a la izquierda, saliendo finalmente en la pista de Peguera. Encontramos tres pilones de teleférico antes de dar la vuelta en la zona llamada Els Planells. Caminando hacia el pueblo, encontramos otro pilón más.

 
Un detalle de los edificios del pueblo

Hay al menos dos personas más buscando setas cerca de Cal Salamó porque oímos sus gritos. Y el buen tiempo también ha atraído a algunos excursionistas, incluyendo dos familias jóvenes. Primero vienen los papás con algún niño y unos 200 metros detrás, las mamás. Y entre los dos grupos, dos niños pequeños, de 5 y 3 años aproximadamente, parados en el paso canadiense, con los pies entre las barras de hierro, sobre la viga de hormigón que las sostiene. El riesgo de accidente es más que evidente. “No podéis estar así”, les digo y tiendo la mano al más pequeño para ayudarle a salir. “Som de Barcelona”, me dice mientras camina sobre las barras. “Ja es veu que sou de Barcelona”, contesto.

Otra vista del pueblo, con el cementerio y las ruinas de la iglesia en el primer plano

La última tarea del día es seguir el camino que bajaba a las minas desde el pueblo pero por el lado derecho del torrente. Está marcado en la Minuta Municipal y por aquí también bajaba el teleférico de Moripol. Lo encontramos sin mucha dificultad y también el primer pilón. Pero no encontramos más pilones hasta el último, donde el teleférico cruzaba el torrente para conectar con el ferrocarril. Pep quería encontrar sobre todo la Estació de l’Angle, que era donde el teleférico hacía un giro de 90º. Teníamos que haber seguido alguno de los caminos que marchaban hacia la derecha.

Pero no hay tiempo para más. El cielo se ha ido tapando rápidamente desde que dejamos el pueblo. Cruzamos el torrente y subimos hacia la pista de Coll d’Hortons. Anotamos dos pilones más, pero éstos corresponden a otro teleférico, el que venía de la Mina Realidad, cerca de la casa de Cal Griell.

Con los truenos cada vez más cerca, camino por la pista hacia el coche con paso vivo. La letargia de la mañana se ha desvanecido. Carles y Pep me llaman desde unos 50 metros atrás: “¿No estabas tan cansado?”. “Estoy motivado”, contesto. Dejamos los bastones en el coche, apagamos GPS y móviles y vamos a comer en la Font de Cal Coix, que, al ser un antiguo lavadero, tiene techo. El cielo es cada vez amenazador, se escuchan truenos fuertes pero aquí no llueve. Miro hacia arriba y justo donde estamos hay un pequeño círculo azul. Es como estar en el ojo del huracán.

En la Creu de Fumanya caen las primeras gotas. En Sant Corneli, ya llueve fuerte y abajo, en la antigua central térmica, es torrencial, con granizo que rebota sobre el parabrisas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,3 km; 270 metros de desnivel acumulado.

23/8/2013 – Una nueva mirada a las minas del Catllaràs

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El 12 de agosto, Rosa Colomer, una de los responsables de turismo en el Berguedà, me envió un correo, diciéndome que había pasado mis datos a un tal Josep Maria Coll, que había decidido dedicar una parte de su tiempo como jubilado al estudio de las minas del Catllaràs. Unos días después, la persona en cuestión me contactó y hubo un intercambio de correos, cuyo resultado fue acordar una reunión entre todos en el hotel de Carles para el sábado, 24 de agosto.

Allí nos explicó que había veraneado durante muchos años en el Santuario de Falgars y había quedado intrigado por esos agujeros y estructuras que se veían perdidos en el bosque. Al jubilarse hace un año, había decidido esclarecer todo aquello. Ya había leído mi blog y había quedado maravillado por nuestros conocimientos. A medida que proseguía la reunión, fue sacando carpetas llenas de planos, fotos y mapas y explicó todos los archivos que había consultado. Pero todavía no había conseguido encontrar documentos de la propia Asland, propietaria de la fábrica de cemento y de las minas durante su época de máxima actividad.

Mientras Carles servía cafés a los otros huéspedes, Pep y yo nos quedamos mirando atónitos. Con todo este material que ha acumulado, ¿piensa que nosotros le podemos enseñar algo nuevo? Sería más bien al revés. Sin embargo, Josep Maria nos asegura que le podemos enseñar mucho porque, al no tener formación en la investigación arqueológica, tiene problemas para interpretar lo que ve. Al final, acordamos dedicar el próximo viernes a una nueva visita a las minas del Catllaràs.

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Llego medio dormido al Mikado. Allí están Pep y Josep Maria conversando animadamente. Consumo mi café en silencio, rezando para que haga efecto. Durante el viaje al Xalet del Catllaràs, zarandeado de un lado a otro por los baches en la larga pista desde Falgars, apenas abro la boca, pensando en si debía haber pedido un segundo café. Y para colmo, tiene toda la pinta de ser una salida sumamente académica.

La asombrosa carpeta de Josep Mª Coll fue una obra de consulta constante

Aparcamos en el Xalet. En el edificio al lado, que hace de refugio libre, hay unas personas un poco estrafalarias pero por lo demás inofensivas haciendo unas vacaciones ‘low-cost’. Subiendo por la pista al Roc de la Lluna, Josep Maria muestra a Pep una cisterna enterrada que posiblemente suministraba agua al Xalet y Pep muestra a Josep Maria el final de una tolva a la que llegaba una vía de tren y que ya descubrimos en la salida del 29/7/2011. Intento sin éxito reprimir un bostezo. Volvemos a bajar al Xalet y Josep Maria muestra los restos de un edificio rectangular grande para los trabajadores (nos muestra una foto antigua que demuestra su existencia), perdidos en el bosque bajo el Xalet y cerca descubrimos los restos de un teleférico.

Estado actual del Xalet de Catllaràs

Dejamos el Xalet y empezamos a subir hacia el Roc de la Lluna. Pasamos por antiguas escombreras y zanjas amplias que representan pequeñas minas hundidas, explotaciones de afloramientos. Pep corre de un lado a otro, entusiasmado. “Waypoint, please”, me dice desde un pequeño montículo. Sigo su ir y venir con ojos vidriosos. “Quiero ir a casa”, pienso.

Llegamos al Collet Fred, donde hay el camino plano que va al mirador. “Aquí estaba la vía que iba al teleférico del Roc de la Lluna”, informa Pep. “Un momento, un momento”, interrumpo, ahora más despierto. “¿Desde cuándo sabes que fue una vía? Porque de eso nunca me has dicho nada”. “Hace unos días, cuando volví a mirar el libro de Salmerón”, me contesta. Llegamos al pequeño merendero que, ahora me doy cuenta, tiene una estructura extrañamente escalonada. “Y desde aquí arrancaba el teleférico al Cable”. “¿Y tú lo sabías?”, pregunto a Josep Maria. “Sí, siempre”, y abre su carpeta para mostrar el plano de la vía con la trayectoria del teleférico. “¿Y qué pasa con la vía que sigue bajando al descargador de la tolva?”, pregunto perplejo a Pep. “Es de otra época. Luego te lo explico”, me contesta.  

Continuamos hacia la Sala de Máquinas, siguiendo lo que hoy es una pista y antes una vía de tren. Aquí hay una chimenea, unos cimientos sobre los cuales habría una máquina de vapor y un pozo. Al lado de la pista, una explanada que hoy Pep decide que es el perímetro de un edificio. El próximo paso es bajar a la Mina de Font Freda, que nosotros no conocíamos pero Josep María sí.

Las máquinas de vapor usadas en las minas del Catllaràs tendrían un aspecto similar a esta (foto facilitada por Josep Maria Coll)

Bajando la cuesta, se encuentran nuevos montículos y zanjas, correspondiendo a escombreras y antiguas minas. De hecho, siempre había visto este paisaje un poco parecido a las trincheras bombardeadas conservadas de la Primera Guerra Mundial en Francia pero hasta ahora no lo había sabido interpretar.  Pasamos los restos de una barraca y metida en una pequeña hondonada, tapada por los árboles, está la bocamina de la Mina de Font Freda.

La mina de Font Freda

Josep Maria nos había informado que había visto una argolla clavada en una roca al otro lado del torrente de Font Freda, cerca del camino que viene de la Mina de Moreno. Detrás, están los restos de una torre de teleférico y lo que parece ser un pozo, ahora rellenado de tierra.

Seguimos subiendo por el camino de la Pleta de les Vaques. Anotamos los restos de otro teleférico y, debajo de la chimenea y el pozo de la Pleta de les Vaques, otra zanja, una explanada estrecha y alargada que acaba en la cresta, donde hay los restos de otra torre de teleférico y otra argolla.

Estación superior del teleférico de la Pleta de les Vaques

Ahora estoy plenamente despierto y empiezo a hacerme cargo de la magnitud de los descubrimientos que nos ha ido indicando Josep Maria. Aquí comemos y es aquí dónde Pep me desvela los misterios de las minas del Catllaràs y su relación con el plano en el libro de Salmerón. Pido al lector paciencia y al final intentaré explicarlo todo.

Recogemos todo y subimos por la cresta, pasando por el teleférico  que vimos en la salida del 29/07/2011 y llegando a la chimenea. Aquí hubo otra máquina de vapor, alimentada por una cisterna que, se supone, traía agua de alguna fuente.

Bajamos al otro lado, buscando sin éxito una bocamina que muestra el plano de Salmerón, aunque sí encontramos otra cisterna de función desconocida en un camino ya conocido. Emprendemos el camino de vuelta, pasando por la Font Freda y desembocando en la pista del Xalet de Catllaràs, donde subimos al coche. El grupo en la caseta tiene invitados para comer.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 325 metros de desnivel acumulado.

Ahora toca explicar todo lo que he contado en el buen entendido que podrá cambiar si surgen datos nuevos.


El camino seguido por el carbón, tal como se mostró en una proyección vertical y horizontal en el libro de Salmerón, con comentarios y realce del trazado en amarillo por Josep Maria Coll

La imagen arriba está extraída del libro de Salmerón, Els Trens del Berguedà. Josep Maria ha añadido algunos comentarios explicativos en catalán y ha marcado en amarillo el recorrido del carbón. El problema con ese plano es que marca el origen en la mina del Teixó. Con el emplazamiento actual de la mina, hace un dibujo imposible y lo habíamos descartado por inverosímil. Sin embargo, si se omite el nombre de la mina o se cambia a “la mina antigua del Teixó”, todo empieza a encajar.

Empecemos en la zanja debajo del pozo en la Pleta de les Vaques. Esta zanja habría sido una mina. La escombrera fue aplanada y se colocó encima una vía que transportaba el carbón hasta el inicio del teleférico que bajaba hasta el pozo donde había la primera argolla. Desde allí, se bajaba hasta una galería que llevaba el carbón hasta la Mina de Font Freda donde otra galería lo llevaba hasta el pozo de la Sala de Máquinas. Desde allí se elevaba el carbón hasta la superficie, donde había otra vía hasta el cargador del Roc de la Lluna, donde se cargaba en otro teleférico que iba al Cable y de allí al Empalme abajo. Más adelante se construyó el pozo de la Pleta de les Vaques y se alargó el primer teleférico hasta el pozo. Las argollas tendrían tensores para soportar la carga al principio y final del teleférico. En resumen, un recorrido muy complicado forzado por la difícil orografía de la zona.

El teleférico del Roc de la Lluna data de 1912 pero el teleférico del Cable ya existía en 1906. Por lo tanto, en un primer momento, la vía iba desde la Sala de Máquinas hasta el descargador encima del Xalet (juntándose posiblemente con otra vía que venía de la cercana Mina de Arderiu), donde el carbón bajaba por una tolva hasta otra vía (la pista actual) que llevaba el carbón al posible pozo o teleférico que encontramos bajo el Xalet y desde allí al Cable, que está a muy poca distancia en línea recta.

La Mina del Moreno y la mina actual del Teixó probablemente son más modernas y tenían otro método de transporte mucho más eficiente. Desde la Mina del Moreno, el carbón bajaba en teleférico hasta el complejo del Teixó, donde se juntaba con la producción de la Mina del Teixó y, según lo que se cuenta, era transportado por una galería subterránea hasta el Cable.


Las escombreras y restos de minas que encontramos a cada lado del Roc de la Lluna corresponderían a explotaciones más antiguas de afloramientos y vetas más cercanos a la superficie, datando probablemente de finales del siglo XIX.

30/8/2013 – Los teleféricos de Peguera

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Después del corto paréntesis del Catllaràs, Pep quiere volver a Peguera donde hay varios asuntos por resolver. Esta salida ha decidido dedicarla a los teleféricos. Básicamente, había dos teleféricos en Peguera: uno que bajaba carbón desde la Mina de Graell hasta el ferrocarril de Cercs y otro mucho más largo utilizado para el transporte de madera desde los bosques de Moripol hasta el mismo ferrocarril, una parte del cual ya seguimos en la salida del 16 de agosto.

Aparcamos el coche cerca de la mina pero en la corta bajada por la pista, Pep se ha fijado en la tierra negra y algo polvorienta y decide que hay que investigar eso. Por lo tanto, los próximos 30 minutos se dedican a recorrer escombreras y antiguas galerías, ahora hundidas, que indicarían una antigua explotación. Sigo a Pep con un ojo en las mariposas que empiezan a despertarse, pero no puedo compartir su emoción ante esas pilas de tierra negruzca.

El cargador de la mina de Graell

Luego, desde el cargador de la mina, vamos siguiendo la hilera de torres, construidas a media cuesta a la izquierda de la pista que baja a Peguera. Cada torre tenía su camino de acceso, ahora medio borrado. Pero en una llamada urgente de la naturaleza, les pierdo de vista y paso 20 minutos esperándoles en la pista. “¿Por qué me habéis abandonado?”, les reprocho. “No te abandonamos; tú te fuiste. Sólo tenías que seguir el camino”, me replica Pep. “¿Qué camino?”, protesto. “Si casi no se ven”. Pero es una discusión estéril y más vale ahorrar fuerzas para subir y bajar esas cuestas rocosas. La línea de torres continúa paralela a la pista de Col d’Hortons hasta que, en cierto momento, deja las rocas para cruzar los campos hacia el antiguo ferrocarril.

Una de las bases de teleférico, colgada entre las rocas

Antes de cruzar el torrente de Peguera, comemos. Ahora toca buscar las torres del teleférico de Moripol que nos saltamos en la salida de hace dos semanas. Nos plantamos en el descargador al lado del torrente y encaramos la cuesta delante nuestro. Es en este momento que empieza una de esas experiencias especiales, quizás similar, salvando las distancias, a lo que debían sentir los primeros exploradores que descubrieron los templos aztecos perdidos en la selva. En una distancia de unos 180 metros y 50 metros de desnivel, contamos 13 pares de columnas con la parte superior inclinada y un espacio horizontal de unos 5-6 metros entre cada columna, como si encima hubiera unos raíles para bajar los troncos de lado. Y arriba de todo, unos edificios y estructuras donde debía haber toda la maquinaria, y un camino que se aleja de todo eso hacia la derecha y la izquierda. 

 Uno de los pares de columnas

 El edificio principal 

Y este extraño arco en una posición desplazada de las columnas

Giramos hacia la derecha, nuevamente hacia Peguera, anotando otras dos posibles torres. Continúa un camino interesante, con derivaciones también interesantes, que decidimos seguir.

Finalmente, salimos en una antigua pista que acaba en una explanada elevada, desde la cual continúa otra pista antigua que muere en una base de puente frente a la Mina del Gorg, la mina que encontramos cerca del molino. Deducimos que sacaron el carbón con carros, cruzando el torrente por un puente de troncos.

El Gorg; la mina está en las rocas a la izquierda

Pasamos nuevamente por el pueblo. Para los que no lo sabéis, toda la finca de Peguera acabó siendo propiedad del Conde de Figols y, a su muerte, la heredó su familia. Sin duda, fue causa de mil discusiones agrias entre hermanos, primos, tíos y sobrinos que nunca pudieron ponerse de acuerdo sobre qué hacer con ese pueblo. Luego un alemán consiguió convencer a un jeque kuwaití que era una buena inversión y puso tanto dinero sobre la mesa que la familia se avino a vender.

Parece que la primera idea del alemán fue crear un centro de aves rapaces pero hubo problemas burocráticos y no prosperó. Pero luego hubo otra idea aún más ambiciosa: convertir la Cantina en un hotel de 5 estrellas y el pueblo en una urbanización de lujo. En plena crisis, todo el mundo, desde el ayuntamiento de Figols hasta la Generalitat, vio un proyecto que traería ese tan ansiado ‘turismo de calidad’, las trabas burocráticas se desvanecieron y se otorgaron todos los permisos necesarios. Desde entonces, por suerte para este entorno privilegiado, ha vuelto a quedar parado por falta de inversores.

¿No os parece un emplazamiento perfecto para un campo de golf?

Mientras caminamos hacia el Graell, intento ponerme en la piel de un especulador sin escrúpulos que no supiera que aquí es donde hay más días nublados en todo el Berguedà, lo duro y largo que es el invierno y lo corto que es el verano y, la verdad, yo también me lanzaría.

Bajando el grau de Graell

Bajamos el ‘grau’ del Graell, un estrecho y algo resbaladizo descenso por un pliegue en la roca seguido de un camino plano por el bosque que nos deja delante del coche. En el viaje de vuelta, Carles, normalmente tan discreto, no puede reprimir un comentario sobre mi comportamiento. “Desde luego, Steve, las dos primeras horas parece que estás en otra galaxia”. Miro a Pep en busca de apoyo. “Es verdad; eres más raro …”. Está claro que soy un incomprendido.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 340 metros de desnivel acumulado.

Blog in English

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You're interested in walking in the Pyrenees, found this blog, been intrigued by what you saw but couldn't understand a word? Not any more! Translations into English of blog entries from April 2010 onwards are now available.

Whether you want to keep up-to-date on the entries as they are published or are interested in a particular entry, you can now write to vic.pepper@btinternet.com and book your Word file.

P.S. If it's a particular entry you're interested in, please specify the walk date.


6/9/2013 – Más caminos en Peguera

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Hoy Carles no puede venir. Le llegan 60 suecos para una boda en Capolat y tiene que dejar todo a punto en el hotel. Pep opina que Peguera todavía ofrece muchas posibilidades y me propone mirar aquellos caminos que vimos en el bosque la semana pasada cerca del teleférico de Moripol. Pero … primero quiere buscar los caminos de Canals de Catllarí y Castellar de Riu indicados en la Minuta.

Ponemos rumbo al oeste. Pep cree que el camino sube por una línea rocosa al otro lado de la pista (si miráis la penúltima foto de la entrada de la semana pasada, veréis un surco ancho y una línea blanca en el margen izquierdo) pero antes de llegar, se desvía atraído por el color negro de la tierra. Sigue media hora anotando escombreras y galerías hundidas de unas viejas minas.

Cal Agutzil y Cal Bepó

Por fin, entramos en el pequeño barranco y vamos subiendo por un trazado todavía poco definido. Al final de la zona de roca, vemos un camino que marcha hacia la derecha y entra en el boj con un perfil inconfundible. Salimos a los prados con la Collada de Peguera a la vista, que es por donde baja el camino a Canals de Catllarí. Primer objetivo conseguido.

El camino de Castellar de Riu no es tan evidente. En la Minuta, se bifurca del camino de Canals de Catllarí y marcha hacia el norte. Yo había visto lo que podría ser un camino pero a Pep no le gusta y buscamos otras opciones, sin éxito. Finalmente, al no quedar otra opción, probamos mi camino. Parece más un ‘camí ramader’ o camino para subir ganado (lo que también tendría su lógica puesto que sube a los prados) pero cuando salimos del boj, Pep todavía no está convencido. Lo que sí está claro es que ninguno de los caminos está incluido en la Xarxa Lenta, cuyos postes y marcas de pintura vemos proliferar.

Caminando hacia el este, decidimos seguir el camino marcado como parte del PR. Sale del cementerio y hace una diagonal por el bosque hasta salir a la pista de Rasos de Peguera en el Tossal. Empieza muy bien pero pasados los campos y ‘trumferas’, pierde categoría y finalmente desaparece del todo, quedando indicada la ruta por marcas de pintura en los árboles.

Enésima vista de las ruinas de Peguera

Volvemos a bajar hacia el cementerio y, casi abajo, se produce un cambio en el guion. Existe un camino que marcha hacia el norte, marcado con estacas azules. Pep siempre lo había descartado como camino artificial creado para llevar los corredores de la carrera de montaña de Berga-Ensija hasta el punto más alto de Rasos de Peguera pero ahora, al verlo de cerca, la verdad es que tiene muy buena pinta. Decidimos seguirlo y vemos que, en realidad es un camino del todo auténtico, primero por las cicatrices dejadas en los pinos al arrastrar los troncos con mulas y luego por las carboneras que vamos encontrando. En cierto momento, el camino (ahora sí artificial) de los corredores marcha hacia la derecha, hacia el Pedró pero nosotros continuamos hasta la última carbonera, a 1.920 metros, donde el camino muere.

Aquí comemos y como sólo somos dos, he traído me última botella de cerveza, Poacher’s Choice. Es tan buena que es un crimen compartirla entre tres.

Iniciamos un flanqueo hacia el oeste por el bosque, sin camino. “¿Por qué venimos por aquí?”, pregunto. “Por muchas razones”, contesta Pep. “(i) Para dar un paseo por el bosque, (ii) Para ver si encontramos algún camino nuevo, (iii) Para buscar setas, (iv) Para bajar con menos pendiente y por otro sitio, y (v) Para recordar viejos tiempos”. De setas, encontramos muchas pero no de las buenas. Y encontramos una carbonera antigua perdida en el bosque, sin camino de conexión. Sí que encontramos un camino de vacas más abajo, pero eso no cuenta.

La vista durante el flanqueo, mirando hacia Ferrús

Por fin salimos en el Tossal, cerca del poste del PR. Bajando hacia la Collada de Peguera, Pep me señala el dibujo medio borrado pero innegable de un camino que va descendiendo, llevándonos directamente hacia mi camino que no le convenció. Segundo objetivo conseguido.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,7 km; 590 metros de desnivel acumulado.

P.D. El día siguiente, Pep me llama a casa, eufórico. Ha colocado el track de mi GPS sobre el trazado de los caminos en la Minuta. “Lo hemos clavado”, exclama.

13/9/2013 – El Pas de les Llosanques

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El 11 de septiembre, se formó una cadena humana que cruzó todo el país, 400 kilómetros desde la frontera con Francia hasta la entrada en la provincia de Castellón. Toda una hazaña organizativa; impresionó hasta al gobierno español. Yo no fui, ni Pep, ni Josep Maria, aunque Carles sí con su familia. Formamos parte de la “mayoría silenciosa” de la Soraya que votaría “Sí” en esa consulta que tanto miedo da a los de Madrid.

Ese día, salí con Josep Mª e hicimos el camino, incluido en la Xarxa Lenta, de Castell de l’Areny hasta Sant Julià de Cosp. Es una ruta muy recomendable pero caminamos en una espesa niebla y, como era de prever, el sol sólo salió cuando volvimos al coche.

Dos días después, Pep y yo nos vemos en el Mikado e intercambiamos impresiones sobre la Diada. Una vez más, Carles no puede venir. Es una lástima, porque se va a perder una excursión excepcional.
                                                 
Al acercarnos a Peguera, vemos coches aparcados en todos los sitios posibles. La fiebre de las setas ha entrado en una fase aguda. Dejamos aparcado el coche en la entrada de la pista de Campdevidre. Algunos coches ya se marchan; no han encontrado nada y se van en busca de tierras más fértiles. “Con tanta sobrepoblación ‘boletaire’, el que no quiera caminar no encontrará nada”, dice Pep.

Pasamos la casa de Ferrús y nos encaminamos hacia l’Estret. Para hacer más llevaderos los 300 metros de desnivel, Pep me consulta sobre una charla que le han pedido dar en la asociación de pensionistas sobre la historia reciente de Gironella. Intento recordar algunos apuntes sobre el curso de hablar en público que hice el año pasado. La conversación se va interrumpiendo para recoger setas. Está claro que aquí los jubilados no llegan con sus 4x4.

 Subiendo hacia l'Estret

 La pared vertical de la Roca de Ferrús

Casi en l'Estret

Salimos del desfiladero y entramos en un collado. Es el Estret y aquí hay que tomar una decisión. En el Mikado, Pep había propuesto subir Les Llosanques y buscar un flanqueo a media altura hasta llegar a una canal que él había bajado muchas veces de joven y que nos dejaría cerca del coche. Si me parecía demasiado fuerte, me daba la opción de ir en la dirección opuesta  y buscar más caminos que subían desde la Font del Pi.

Pero una vez llegado al Estret, camino en círculos, hecho un mar de dudas. La primera opción sería inédita para nosotros pero había el riesgo de quedar cortados en el flanqueo y tener que subir hasta los prados superiores. La segunda opción sería más segura pero sin duda no tan interesante y con una larga subida hasta el coche desde la Font del Pi.

 
Aconita azul o 'tora' en catalán. Una infusión de esta planta cura todos los males, para siempre. 

Al final, me decido por la primera opción y subimos la arista hasta Les Llosanques. Les Llosanques es una especie de ‘grau’ prolongado. No plantea ninguna dificultad técnica y está marcado con pintura pero produce cierta impresión psicológica ya que, mientras se cruza, se ve una pendiente de roca lisa con nada para frenar un posible resbalón.

Pero lo cruzamos sin novedad e iniciamos el flanqueo por el bosque. Pep baja para buscar setas y recoge un ejemplar magnífico de ‘cep’. Sin embargo, ha bajado mucho y, al continuar el flanqueo, me hubiera gustado estar un poco más lejos del precipicio que se intuye a unos escasos 30 metros.

El codiciado 'cep'

Llegamos a otro lomo y se abre una perspectiva muy extensa de prados, con unas vacas pastando en un pequeño llano abajo. Aquí nos separamos; yo continuo el flanqueo por el bosque de pino negro mientras Pep va a la punta de la roca para tomar vistas y luego baja al último prado.

 Pep toma vistas sobre el abismo.

 Mirando hacia atrás, el trocito de verde al fondo marca la salida del Pas de les Llosanques

Nos volvemos a encontrar cerca de otro grupo de vacas y seguimos un camino de animales hasta el Canal de Ferrús, donde hay una fuente.

El camino que queda por recorrer. La canal que quiere bajar Pep está al otro lado de la montaña al final.

Contemplo las vacas mientras espero a Pep. Abajo, la Font del Pi

Al salir al otro lado del barranco, tenemos delante una cuesta de rocas donde se intuye un paso. Mientras estudiamos las posibilidades, bajan a toda prisa tres grupos de rebecos y todos pasan por el mismo sitio, precisamente el paso que habíamos visto. 


 La línea de rocas a la derecha marca el paso de los rebecos

Mirando el camino ya recorrido

Lo cruzamos y al otro lado, hay una pequeña cuesta cubierta de hierba y un pequeño collado. Pep sube al collado y me señala con las manos que el camino está despejado. Continuamos flanqueando hasta un amplio lomo y allí delante, tenemos la tan ansiada canal.

La última subida

Aquí comemos, con una vista que abarca toda la cara sur de Ensija, el valle de Peguera abajo y Rasos de Peguera en frente.

Aquí comimos. Abajo, el valle de Peguera

Después de descansar, iniciamos el descenso, ahora marcado con hitos de piedras y, más abajo, en el bosque, con marcas de pintura. Me pregunto si estas marcas serán de los años 70, cuando la Cantina todavía era usada como casa de colonias. Es un descenso largo y algo incómodo, primero por una cuesta de hierba y piedras y luego por el límite del bosque, bordeando la tartera. Por fin llegamos a la pista que va de Fumanya a la Font del Pi. La cruzamos y continuamos por un lomo con barrancos erosionados a cada lado, hasta llegar al coche.

La próxima semana, estaré en Inglaterra. Magnánimo, doy mi visto bueno a Pep para que lleve a Carles a buscar todas las escombreras y galerías hundidas que quiera.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10 km; 655 metros de desnivel acumulado.

27/9/2013 – Los caminos antiguos de Fumanya

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Durante el fin de semana que estuve en Inglaterra, Pep y Carles estuvieron en Fumanya. Fumanya es una pequeña comunidad entre Figols y Peguera, con una iglesia románica y unas cuantas casas, algunas de las cuales se han arreglado o incluso vuelto a construir. Su fama actual se debe a las huellas de dinosaurio en unas paredes de roca puestas al descubierto por la minería a cielo abierto.

El mapa de la Minuta muestra tres caminos que pasan por la zona. El más al norte sería el camino de Vallcebre y una parte importante de su recorrido sigue la actual carretera. Luego hay otros dos caminos que llamaré, por motivos de pura comodidad, el camino superior y el camino inferior, que, por abajo, se juntan antes de llegar a una casa llamada Cal Chacó y, por arriba, antes de llegar a la casa de la Creu de Fumanya.

Una parte de del mapa de la Minuta. A la izquierda, se ve el núcleo de Fumanya con los tres caminos

Sin embargo, como luego describiré, las explotaciones a cielo abierto se encargaron de destruir gran parte de la trayectoria de esos caminos. La semana anterior, Pep y Carles hicieron una salida preparatoria para localizar los dos caminos, y también descubrieron otro camino importante que viene del Collet Mercadal y va bajando por el Bac de Fumanya, dentro del bosque.


Dejamos el coche en la pista que baja a la Creu de Fumanya. Carles me pide una libreta y un lápiz. “Hemos estado hablando, Pep y yo”, me dice. “Creemos que hay que hacer fichas de los caminos; tenemos que dejar constancia de su estado actual”. Miro a Pep incrédulo. ¿Qué le ha hecho al pobre Carles? Hace años que Pep habla de hacer fichas de caminos y durante un tiempo, intentó convencerme para que las hiciera yo.

“Sí, ya verás, Carles”, dice Pep. “Es fácil. Aquí la pista se hizo encima del camino viejo. Pero aquí se aparta, ves que aquí va el camino antiguo”. Y corre unos metros a la derecha donde se ve el trazado del camino y lo sigue durante unos 30 metros. “Y aquí vuelve a juntarse con la pista. Apunta eso. Y aquí vuelve a apartarse y sube hacia el lomo … O quizás no”, dice dubitativo, al ver que las señales del camino se difuminan.

Igual que me pasó a mí, Carles claudica ante la magnitud enciclopédica de la tarea y me devuelve la libreta y el lápiz. “Otro día, quizás”, dice. Pep sacude la cabeza. “Soy una voz clamando en el desierto”, lamenta.

Vista de la Cingle de Vallcebre, cerca de la casa de la Creu de Fumanya

En eso llegamos al fondo del valle y nos disponemos a subir al otro lado para buscar el camino del bosque. Carles ha bajado los caminos de la Minuta a su GPS. Del camino inferior, no hay rastro; la explotación a cielo abierto lo ha destruido. El camino superior, lo dejamos para la vuelta.

Vamos bajando por el camino del bosque. Cada cierta distancia, cruzan caminos de arrastrar troncos y algunos los seguimos hacia arriba hasta que se mueren o nos cansamos. Finalmente, llegamos al torrente. Al otro lado, un talud de tierra marca los intentos de reparar las cicatrices dejadas por el cielo abierto. Cruzamos el torrente como podemos y entramos en una pista. Según el GPS de Carles, estamos en el camino inferior. Seguimos hacia abajo por la pista, hasta llegar a una nueva explotación, que el track en el GPS cruza. Nos adentramos en esa tierra yerma y erosionada, esperando volver a encontrarlo al otro lado. Efectivamente es así; seguimos un trozo del camino auténtico, que luego entra en una pista y finalmente queda cortado definitivamente por una especie de cañón abierto para extraer carbón, ya pasada la casa reconstruida de Cal Chacó.

El camino de Figols pasaba por aquí. Ahora no queda rastro; sólo este paisaje semi-desértico

Damos la vuelta y almorzamos. Ahora toca el camino superior. Seguimos el trazado con más o menos precisión, aunque sobre el terreno no se ve mucho. Cruzamos la carretera para entrar en el núcleo de Fumanya. Con cierta dificultad, encontramos el camino que pasa detrás de Cal Jaume y luego por la iglesia. Parece que están reconstruyendo el pueblo; vemos al menos tres casas reconstruidas de nuevo sobre las ruinas, aunque cerradas a cal y canto, eso sí. La iglesia sigue teniendo un estado precario; cualquier día, se cae.

 Las nuevas casas de Fumanya

Y la iglesia

Pep una vez más lamenta que se priorice la especulación urbanística por delante de la recuperación del patrimonio histórico. “No se puede parar el progreso”, le digo. Señalo los chalets vacíos: “Eso es el futuro”. Volvemos a la carretera y vemos el camino antiguo que pasa debajo y entra en las casas de Cal Ros y Cal Burguet. Somos demasiado educados para pasear por el jardín de Cal Burguet, donde hay un matrimonio trabajando, y recuperamos el camino al otro lado de la casa, para volver a perderlo en una explotación a cielo abierto y luego volver a recuperarlo justo antes de llegar al coche.

En resumen, una salida muy académica y además ha hecho mucho calor. Necesito un cambio de aires.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11 km; 415 metros de desnivel acumulado.

18/10/2013 – La batería antiaérea de La Nou

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Pasan las semanas y por una razón u otra, no podemos salir. Pero esta semana, sí. “¿Dónde vamos?”, pregunto a Pep por teléfono el día antes. “Aún nos queda por aclarar los caminos de la Minuta desde el pueblo de Figols y la conexión con el Grau de la Mora”, contesta Pep. Se produce una pausa mientras ordeno mis argumentos. “No me lo han dicho directamente, pero detecto cierto malestar entre mis lectores; ya llevamos mucho tiempo yendo al mismo sitio”. “No te escudes detrás de tus lectores”, me replica Pep. “Siempre pasa lo mismo. Cuando estoy a punto de acabar un sitio, te empiezas a aburrir y quieres cambiar. Mañana lo hablamos en el Mikado”.

Llego al Mikado sin mapas y sin ideas. Pep me llama al móvil, tiene que hacer trámites bancarios y nos verá directamente en el parking. Viene Carles. “¿Dónde vamos?”, pregunta. “Ni idea”, contesto, “pero no quiero volver a Figols”. Tomamos el café en silencio.

Vamos al parking. Al poco rato, llega Pep. “Subiros al coche”, dice. “¿No deberíamos hablar primero sobre dónde ir?”, pregunto. Pero Pep ya ha arrancado el coche y estamos saliendo de Berga. “Tienes cinco minutos para proponer una alternativa o vamos a Figols”, me dice. Desesperado, recorro mentalmente la comarca a gran velocidad en busca de un sitio nuevo. Pero la verdad es que hemos estado en todas partes. Se me enciende una luz: “Vamos a la batería antiaérea encima de La Nou. Además, allí tenemos una colita” (ver Glosario). Pep accede de mala gana. “Pero con el resto del cotilleo que escribes en tu blog, cuéntales también a tus lectores que no me dejas acabar los sitios”.

El pueblo de La Nou, a primera hora de la mañana

Aparcamos el coche en el pueblo de La Nou. Desde la última vez que estuvimos aquí, se han hecho unos cuantos arreglos. Ahora hay un mirador construido sobre un pequeño cerro, se han creado plazas nuevas con bancos, se han arreglado casas e incluso se ha asfaltado algún camino.

El mirador del Tossal. ¿Un buen emplazamiento para una torre medieval?

Caminamos hacia el oeste pero, con tanta novedad, hemos perdido nuestras referencias y además vamos sin mapas. Entramos en la hondonada por donde sube el camino antiguo de La Nou desde el sur. Aquí hay un pequeño laberinto de caminos de carboneros que ya desentrañamos hace bastantes años, aunque siempre queda alguna cosa por mirar.

A la salida de la hondonada, nos equivocamos de camino y no ganamos la altura necesaria. El camino está despejado; los cazadores lo han limpiado. Pep mira alrededor suyo. “Tenemos que repasarlo todo. Aquí no tenemos tracks”, dice. Vamos enlazando carboneras pero llega un momento que tenemos que subir, primero sin camino, luego encontramos un camino muy tenue en una carbonera, que finalmente enlaza con el que queríamos. Giramos a la izquierda. Es un camino muy interesante, con buenas vistas sobre el pantano y las montañas de Figols delante y también ha estado limpiado por los cazadores.

En el camino hacia la batería

El camino va subiendo con una pendiente suave. Vamos anotando carboneras y más carboneras. Llegamos a un collado amplio, precisamente la Collada Ampla, y aquí el camino baja hacia un promontorio. En otro pequeño collado, hay los restos de una barraca donde dormían los artilleros y mi colita, antes tapado y ahora limpio y despejado. Seguimos por la arista, un poco aérea, hasta un pequeño círculo de rocas, que es donde estaba la ametralladora antiaérea. Hace casi 15 años, el dueño de la casa de Cuirols nos había contado que, de niño, había acompañado a su padre a llevar provisiones a lomo de mulo al pequeño destacamento de soldados cuya misión era proteger la antigua central térmica contra los aviones de Franco. El emplazamiento es perfecto, con una vista despejada hacia el sur, siguiendo el valle del río Llobregat y con la central térmica abajo.

 En el emplazamiento de la batería, mirando hacia el sur

 El Monasterio de Sant Salvador de Vedella

Pep posa para la cámara. Detrás, la Garganta, las Cingles de Vallcebre y Ensija

Tras tomar vistas, volvemos a la colita y la bajamos. Va hacia el norte, entrando en el bosque, hacia la zona llamada el Reu. El camino no para de bajar. Como si no lo supiera ya, Carles me recuerda que todo lo que se baja, se tiene que volver a subir después. Finalmente llegamos a un cruce de caminos, donde habíamos llegado Pep y yo hace más de 10 años desde la mina del Far, buscando el Grau de la Llet, un paso desde la Collada de Sant Isidre. Lo habíamos encontrado pero estaba muy tapado y lo sigue estando hoy.

Para no volver por el mismo sitio, sugiero volver por este ‘grau’ pero Pep tiene que volver pronto a Gironella y tiene que ser puntual y no puede perder tiempo buscando un camino incierto. Así que lo descarta y opta por seguir el otro camino del cruce, que sube con fuerte pendiente pero con un trazado aparentemente más amplio. Sin embargo, muere en la última carbonera y tenemos que hacer 50 metros de desnivel sin camino, abriendo paso por las zarzas. “Tendría que estar Josep Mª aquí para echarnos una mano”, pienso, recordando su miedo atávico a todo lo que tenga espinos.

En el camino de bajada. En el fondo, el Santuario de la Mare de Deu de Lourdes

Pero conseguimos llegar arriba. Comemos en la Collada Ampla y luego bajamos por el mismo camino hasta el coche. Hoy no vamos a batir ningún record.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,9 km; 425 metros de desnivel acumulado.

25/10/2013 – Los caminos antiguos de Figols

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Después de ir a La Nou la semana pasada, yo confiaba en un cambio de escenario, pero no contaba con la tozudez de Pep. Cuando llega Carles al Mikado, nos explica que estuvo dos horas pasando los caminos de Figols del mapa de la Minuta al GPS. Pep me dirige una mirada acusadora: “No querrás que Carles haya hecho todo este trabajo en vano, ¿verdad?”. Lo que Carles elija hacer en su tiempo libre es cosa suya, pienso, pero me rindo a la voluntad de la mayoría. Además, hay la umbría al otro lado que ahora tiene unos colores muy bonitos con el otoño y seguro que esconde algún camino interesante. “¿Pero has pasado el camino que va al Coll de Sant Ramón?”, pregunto. “No. Sólo los que salen del pueblo”. Otra vez cruzando antiguas explotaciones a cielo abierto, pienso resignado.

Aparcamos delante del Ayuntamiento de Figols. Es un pueblo pequeño con unas cuantas casas todavía habitadas y la iglesia. Le falta un bar pero está claro que aquí, no haría negocio. No hace frío pero hay una nube baja plana que impide ver el sol.

Figols bajo un cielo amenazador

Delante tengo mi ansiada umbría pero empezamos caminando en la dirección contraria, hacia el Grau de la Mola. La carretera nueva interrumpe su trayectoria pero volvemos a ver unos restos de camino debajo de Cal Petit. Giramos hacia el oeste para seguir el camino a Fumanya. Pasamos por la Casa Cremada, en ruinas, y vamos siguiendo el GPS de Carles, pasando por la Font Freda, hasta entroncar con el punto en que dejamos el camino desde Fumanya cerca de Cal Chacó.

Giramos hacia el sur, bajando una asquerosa cuesta terrosa e inestable hacia una gran depresión creada por la minería a cielo abierto. Llegamos a una pista. “Tengo otro camino”, dice Carles, mirando el GPS. “Será el camino de Fumanya a Sant Corneli”. Giramos a la derecha por una antigua pista que se adentra en este valle desolado de tierra sin vida, donde sólo crece una hierba enfermiza, algún arbusto y pinos raquíticos. “Y eso lo llaman rehabilitación del paisaje”, pienso.

¿Vosotros veis el camino? Yo tampoco. Pero por aquí mismo pasaba el camino de Fumanya a Sant Corneli

Tras comprobar la dirección de este camino invisible, damos la vuelta. “Oye, Pep”, digo. “Yes”, contesta Pep, con ese dominio del idioma que le caracteriza. “Yo recuerdo cuando nos conocimos, me llevabas por esos caminos tan bonitos; bosques misteriosos de hayas, con cascadas y fuentes; prados alpinos con vistas que abarcaban medio país; casas venerables e iglesias románicas donde podías tocar la historia, y todo rebosando de vida”, continúo. “¿Qué pasó?”. “Eso era turismo”, contesta Pep. “Ahora hacemos cosas serias”.

En eso pasamos por la Mina del Curro y vemos un camino marcado con pintura azul, quizás de alguna antigua caminada popular, que se adentra en el valle del Torrente de Fumanya, ese barranco tan agreste que cruzamos con Carles más abajo, en La Garganta, en febrero. Pep lo sigue mientras Carles y yo continuamos por la pista. Al poco rato, Pep me llama: “Ven. Creo que te gustará”. ¡Es un camino auténtico! Va bordeando valle arriba el pie de una pared con los árboles formando un túnel. ¡Cómo echaba de menos esos caminos! 

El camino que Pep me tenía reservado

Llegamos al torrente y las marcas continúan al otro lado por una antigua pista forestal. Probamos algunos caminos que suben desde la pista pero todos se mueren. Deben ser de una antigua explotación forestal.

Colores de otoño en el Torrent de Fumanya

Desanimados, comemos después de probar sin éxito el último camino. El cielo se va tapando cada vez más y, poco después de ponernos en marcha otra vez, empieza a lloviznar. Justo antes de llegar a la pista principal, vemos las marcas azules que suben por un camino muy tentador. Debe ser el camino de la Minuta al Coll de Sant Ramón pero ni hay tiempo ni la meteorología acompaña y lo tenemos que dejar para otro día.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,7 km; 400 metros de desnivel acumulado.
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